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Todo había acabado, Allah había premiado a una de las mujeres del sultán con un regalo único, una hija. Pocos sabían que la princesa francesa siempre pedía porque sus gemelos fueran niñas, la vida del palacio era muy cruda para los hombres, prohibiendo les una infancia tranquila, para mostrar su heroísmo, era igual con las niñas, pero al menos su pequeña niña, no tendría la responsabilidad de dirigir este imperio, el trono y la sangre que corre por el suelo del palacio.
Un día era lo que su parto había durado, su niña nació la madrugada de una noche de luna oscura, el eclipse había tocado la piel de su bebé, dándole la hermosura de un espeso cabello negro, piel blanca y pecas por todo su rostro, era tan bella, que podía mirarla por mucho tiempo, su pequeña.
En Francia sería conocida por su sangre, su poder y su presencia, forjaria un camino demasiado único para sus dos reinos, la sangre que ella tenía era única. Suleyman había sido avisado que llegaría mañana, así que ese día era de ella y su pequeña princesa.
—Es hermosa —al oír aquella voz, la mujer del sultán alzó su mirada encontrándose con la madre del sultán, Ayse Hafsa, aquella sultana de Crimea que había llegado al corazón del Sultán Selim.
—Si, es igual a usted mi sultana — murmuró la madre, viendo así como la madre del sultán cargaba a su nieta, la primera nieta de su león.
—Allah, nos ha bendecido— la mujer meció a la niña, viendo como poco a poco se queda dormida en los brazos de su abuela.
Había una complicidad entre ambas mujeres del sultán, Ayse y Mahidevran jamás han tenido problemas entre ellas, sobretodo por que la mujer conocía que Ayse tenía más poder en el harem que ella, mantenían relaciones cordiales y eso es lo que alivio el corazón de la mayor, mientras su hijo tuviera a Ayse sabía que el harem estaría tranquilo.
Aquella princesa había llegado al corazón de su príncipe en una época difícil, sus primeros nietos fueron víctimas de una plaga que se propagó con fuerza, Mahmud y Ahmed apenas y sobrevivieron. Recordaba esas noches en vela junto a su nuera, cuidando a sus nietos de que nada malo pasará, pidiendo a Allah de que todo fuera una pesadilla, y ahora ahí los tenía, grandes y fuertes, doce años habían pasado desde aquel entonces, y ahora Allah todo poderoso la bendecía con otro nieto.
Cuando Suleyman llegó, las mujeres del palacio lo recibieron de buena gana, Beyham, estaba incómoda, pero sabía que esto era por su sobrina, que estaba aquí para darle un nombre a su primera hija, no podía ser egoísta, no mientras su amiga estuviera aquí.
Hürrem miraba a las hermanas del sultán con cautela, evaluando si eran amigas o enemigas, si serían sus rivales, Mahidevran saludaba a las hermanas del Sultán con respeto su corazón estaba más tranquilo sabiendo que Ayse solo tuvo una niña, aunque en el momento que anunciaron el nacimiento de la pequeña sultana supo que sería un problema muy grande, no solo para ella, si no para Hürrem, pues la niña no tenía ni minutos de nacida y causo un revuelo en el harem, apresurando al hombre a dejar todo listo para su partida a conocer a su hija.
Suleyman por otro lado, tenía emoción en su sistema, tenía una hija, y si Allah lo permitía, pronto Mahidevran daría a luz a otro hijo, Allah estaba bendiciendo a su siervo.