Llamada a las armas

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Evie y Jay guiaron a Chloe y Red a través de un laberinto de calles desoladas, hasta llegar a una entrada oculta a las alcantarillas de Auradon. Jay empujó una pesada rejilla de hierro, revelando un túnel oscuro y húmedo que descendía hacia las profundidades de la ciudad. Chloe y Red se miraron con nerviosismo, pero no dijeron nada mientras seguían a sus guías.

El aire dentro del túnel era denso y cargado de humedad, lo que hacía difícil respirar. El sonido de sus pasos resonaba en las paredes de piedra, amplificando el eco de cada movimiento. Jay iba al frente, sosteniendo una linterna que proyectaba sombras alargadas y deformadas en las paredes, dándole al lugar un aspecto aún más siniestro.

—Manténganse cerca y no se separen —advirtió Jay en voz baja, sin voltear—. Este lugar es un laberinto. No querrán perderse aquí.

Las chicas asintieron, aunque sabían que Jay no podía verlas en la oscuridad. La linterna de Jay era la única fuente de luz, y su tenue brillo apenas iluminaba unos pocos metros por delante de ellos. El suelo bajo sus pies estaba resbaladizo, cubierto de un barro frío y pegajoso que dificultaba avanzar sin tropezar. Chloe y Red caminaban con cuidado, sus cuerpos tensos por el miedo y la incertidumbre.

A medida que se adentraban más en el túnel, el silencio se volvía opresivo. No había ni rastro de vida, ni siquiera el sonido del agua corriendo. Era como si todo el mundo hubiera sido apagado, dejándolos solos en esa penumbra interminable.

—¿Por qué tenemos que pasar por aquí? —preguntó Red en un susurro, incapaz de ocultar la incomodidad en su voz.

—Es la única forma segura de llegar al cuartel general de la rebelión sin ser detectados —respondió Evie, girando ligeramente la cabeza para mirarlas—. Las patrullas de la Reina no se atreven a entrar aquí, y es más fácil evitar las cámaras de vigilancia.

Chloe se estremeció al escuchar eso. El lugar era aterrador, y la idea de que ni siquiera los guardias de la Reina de Corazones se atrevieran a entrar allí la hizo sentir aún más inquieta.

La linterna de Jay proyectó una sombra extraña en una de las curvas del túnel, haciendo que Chloe diera un pequeño salto hacia atrás. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y aunque intentaba calmarse, no podía evitar sentir que algo las observaba desde la oscuridad.

—Solo mantén la calma, Chloe —murmuró para sí misma, apretando los dientes.

Continuaron avanzando, el túnel parecía no tener fin. Cada vez que giraban una esquina, Chloe esperaba ver una luz al final del camino, pero solo había más oscuridad. A su alrededor, el túnel parecía estar cerrándose, como si las paredes estuvieran acercándose poco a poco, envolviéndolas en una trampa.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jay se detuvo frente a una gran puerta de metal oxidado. Golpeó tres veces con la empuñadura de su linterna, creando un eco profundo que resonó en el túnel. Chloe y Red intercambiaron miradas, sus nervios al límite.

La puerta se abrió lentamente con un chirrido que hizo que ambas chicas se estremecieran. Detrás de la puerta, un hombre robusto con una barba espesa y una cicatriz en la mejilla las observó con desconfianza antes de inclinar la cabeza en señal de reconocimiento hacia Evie y Jay.

—Están a salvo. Pueden pasar —dijo el hombre, dando un paso hacia un lado para dejarlos entrar.

Jay asintió, apagando la linterna mientras las guiaba al interior. Chloe y Red respiraron aliviadas al ver que, aunque el lugar aún era oscuro, al menos estaba iluminado por unas pocas antorchas en las paredes. Las llamas titilaban suavemente, proyectando sombras que se movían como si tuvieran vida propia.

El ascenso de RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora