Deseo

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Vannesa

El silbato de Hagrid resonó con una autoridad inconfundible, cortando el aire y poniendo fin a la caótica escena en el cielo. Todos los jinetes, con rostros tensos y preocupados, comenzaron a descender junto a sus dragones, las criaturas aladas mostrando signos de agotamiento y agitación. El suelo recibió nuestras monturas con un leve temblor, el sonido de las patas de los dragones resonando en el campo mientras aterrizábamos.

Hagrid, con una expresión sombría, agitó su mano indicando que la práctica se suspendía y nosotros recibimos una penalización; no podríamos entrenar con nuestros dragones por una semana. Su mirada preocupada siguió a Clayden, quien, pálido y visiblemente débil, fue rápidamente asistido por dos estudiantes y llevado hacia la enfermería. Su dragón, fiel y herido, fue conducido con cuidado hacia los establos, las escamas brillando con un tono apagado bajo la luz.

Tyson, mi dragón, aún resoplaba con frustración, sus ojos reflejaban la misma ira que yo sentía. Hagrid, consciente del estado de ánimo de las bestias, ordenó que tanto Tyson como la dragona de Malfoy fueran llevados a los establos para ser calmados y resguardados en sus jaulas.

Tan pronto como Malfoy bajó de su dragona, no perdió tiempo en dirigirse hacia los vestidores.

No dudé en seguirlo. Cada paso que daba tras él sentía cómo la tensión entre nosotros crecía, un nudo que amenazaba con desatarse en cualquier momento.  Finalmente, lo alcancé justo cuando él empujaba la puerta de los vestidores. El sonido de la madera al cerrarse tras él resonó con fuerza, como un eco de todo lo que estaba mal en este día.

—¿Estás feliz?—le dije, intentando mantener mi tono controlado, aunque la furia se filtraba inevitablemente en cada palabra—. Estamos descalificados. Ya no podremos volver a montar nuestros dragones durante una semana. Felicitaciones, Malfoy.

Él no respondió de inmediato, pero el suspiro que dejó escapar fue más elocuente que cualquier palabra. Malfoy se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más, un gesto que denotaba su creciente frustración. Pude ver cómo su mandíbula se apretaba, la tensión acumulándose en cada fibra de su ser.

—Vete de aquí, Morgan—murmuró, su voz baja y cargada de una mezcla de molestia y algo más, algo que no podía identificar del todo. Había una nota de desesperación, casi suplicante, en su tono, como si estuviera al borde de perder el control de algo que apenas lograba mantener en su interior.

Pero yo no iba a dejarlo así. La determinación me empujó a avanzar, cerrando la distancia entre nosotros con pasos firmes. No podía simplemente apartarme, no después de todo lo que había sucedido, no con tantas preguntas sin respuesta arremolinándose en mi mente.

—No voy a hacerlo—dije con una firmeza que me sorprendió incluso a mí misma. Mi voz resonó en el pequeño espacio, dejando claro que no iba a retroceder. No ahora—. No hasta que me digas qué demonios te sucede.

Me acerqué más, hasta estar justo detrás de él, lo suficientemente cerca como para ver la rigidez de su postura y el leve temblor en sus manos. Él permaneció en silencio por unos instantes, como si estuviera luchando consigo mismo, debatiéndose entre mantener su fachada de indiferencia y ceder a lo que fuera que estaba atormentándolo.

Malfoy no se giró, pero su respiración se hizo más pesada, más irregular, como si mis palabras hubieran roto algo dentro de él. La tensión en el aire se intensificó, y pude sentir cómo un torbellino de emociones se arremolinaba entre nosotros, creciendo en fuerza, amenazando con desbordarse en cualquier momento.

El vestidor, con su atmósfera cargada, se convirtió en un campo de batalla invisible, donde nuestras voluntades chocaban en un enfrentamiento silencioso. Estaba claro que este no era solo un enfrentamiento sobre lo que había sucedido en el campo de dragones; era algo más profundo, algo que Malfoy había estado intentando ocultar durante todo este tiempo. Y yo estaba dispuesta a descubrirlo.

Todo por ti  (Draco Malfoy y tú)Where stories live. Discover now