EPÍLOGO

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REGULUS
1996

El eco de las palabras de Alexander resonaba en la mente de Regulus como un trueno distante que se hacía cada vez más fuerte y doloroso. Había sido una tarde tranquila, un momento que parecía casi normal, hasta que la noticia, como una tormenta sin aviso, había irrumpido en su vida. Regulus, que estaba en su estudio revisando algunos documentos, sintió que su mundo se tambaleaba ante el peso de las palabras de su mejor amigo.

—Regulus, necesito hablar contigo... es sobre Scorpius.

Esas palabras habían sido como un presagio. Alexander tenía un rostro grave y ojos hundidos por la preocupación, había sido incapaz de mirarlo directamente. Regulus sabía que la gravedad de la situación era más de lo que podía soportar, pero no estaba preparado para el golpe que estaba por venir.

La noticia llegó con una frialdad implacable, y cuando Alexander finalmente pronunció las palabras que Regulus temía, el tiempo pareció detenerse.

—Scorpius ha muerto.

El impacto fue instantáneo. El corazón de Regulus se detuvo, y una sensación de vacío, de incredulidad absoluta, lo envolvió como una niebla densa e implacable. La habitación parecía desmoronarse a su alrededor, y Regulus se sintió atrapado en un sueño horrible del cual no podía despertar.

Se desplomó en una silla, sus piernas incapaces de sostenerlo. Su mente era un torbellino de confusión y desesperación. Las palabras de Alexander se repetían en su mente como un mantra cruel. Scorpius, su hijo, su único hijo, se había ido. La realidad era tan ajena a la lógica que le resultaba casi imposible aceptar.

Regulus miró a su amigo, buscando algún signo de esperanza, alguna señal de que todo esto era un error, una pesadilla de la cual despertaría pronto. Pero los ojos de Alexander estaban llenos de una tristeza profunda, un dolor que parecía tan real y tangible como el propio suelo bajo sus pies. Alexander, compartía el dolor de la pérdida con una intensidad casi tan grande como la de Regulus. La muerte de Scorpius era un golpe devastador para él, no solo por la pérdida de su sobrino, sino también por el recuerdo constante de su hermana, de quien él había sido el último vínculo tangible.

La respiración de Regulus se hizo errática, y una opresión en el pecho le dificultaba el aire. Sentía como si una mano invisible estuviera apretando su corazón con una fuerza despiadada. La visión se nublaba por las lágrimas que se acumulaban, aunque él se esforzaba por no dejarlas escapar. La imagen de Scorpius, con su sonrisa familiar y sus ojos brillantes, se proyectaba en su mente, entrelazada con recuerdos felices y momentos de alegría.

Recordó la primera vez que sostuvo a Scorpius en sus brazos, la forma en que su hijo había mirado al mundo con curiosidad y asombro, la suave expresión en su rostro. Recordó las risas compartidas, las palabras de aliento y los momentos de tranquilidad en que ambos se habían sentido completamente unidos. Ahora, todo eso se sentía como un cruel recordatorio de lo que había perdido.

Regulus se levantó de la silla, incapaz de permanecer en un lugar fijo. Caminaba de un lado a otro de la habitación, sus movimientos agitados y desordenados. Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta, de "¿por qué?" y "¿cómo es posible?". La idea de que nunca volvería a ver a Scorpius, de que nunca más escucharía su voz ni compartiría un momento con él, era un golpe devastador que no podía asimilar.

El dolor que sentía era físico, casi tangible. Era como si una herida abierta se extendiera por su pecho, un dolor tan agudo que lo dejaba sin aliento. Cada respiración era un esfuerzo, cada pensamiento un desafío. Sentía que la vida misma se le escapaba de las manos, que la estabilidad que había construido a lo largo de los años se desmoronaba en un caos de tristeza y desesperación.

𝐈 𝐂𝐀𝐍'𝐓 𝐂𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐓𝐇𝐈𝐒 𝐀𝐍𝐘𝐌𝐎𝐑𝐄; Ginny Weasley ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora