Capítulo 4: Si Hubiese Sido Yo...

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    ~Thoma POV~

    Después de varios minutos de regaños por parte de Eula, quien se había tenido que ir a trabajar sin saber nada de mí, finalmente logró calmarse y mirarme más tranquila. Se había puesto muy nerviosa después de enterarse que me había ido a través de una nota, y aún más cuando ni siquiera tenía idea de cómo contactarme. Le expliqué que mi celular aún servía un poco, a jalones, pero aún servía.
    —Está bien, está bien, ya no te regañaré más. —Eula ya se había tranquilizado—. Pero ahora cuéntame, te vi, por mi cámara de seguridad, entrar con mi vecino, el señor Kamisato, ¿cómo sucedió eso? ¿Es él la persona que dijiste estar conociendo?
    —Sí... Sé que es algo sorpresivo, y lo más gracioso es que ni siquiera tenía idea de que él también vivía aquí. —Eula me veía con una sonrisa de lado a lado—. Supongo que estaremos viéndonos más a menudo que cualquier pareja normal.
    —Espera, ¿son pareja? Pensé que sólo se estaban conociendo.
    —Bueno... —Tendría que mentirle más de lo que realmente quería hacerlo—. Ya llevábamos conociéndonos mucho tiempo como amigos, sin ser algo más que eso para ver si congeniábamos, y vimos que sí, así que comenzamos a salir oficialmente hoy, después de que me ayudara accidentalmente. También ayer me ayudó cuando Pantalone se comportó un tanto obsesivo.
    —Vaya, entonces supongo que tendré que ir viendo cómo te trata para saber si realmente merece a mi pequeño Thoma o si no.
    Sonreí al ver lo mucho que me cuidaba Eula, como una hermana mayor, aunque no pude evitar sentir una pizca de desconfianza. Sentía conocer mucho a Eula, era como mi hermana, pero... ¿y si pasaba algo similar a lo que había pasado con Pantalone? No todas las personas eran iguales, pero no podía evitar que ese pensamiento rondara libremente por mi cabeza. Ya no podría confíar con la misma facilidad que antes en las personas.
    —Gracias por cuidarme, Eula.
    —No tienes nada que agradecer, siempre que pueda, pienso brindarte mi apoyo.
    El timbre de la puerta sonó, y yo comencé a dirigirme hacia ella, pero no fui tan veloz como Eula, quien se acercaba a pasos agigantados. No sabía si era una buena idea que Eula se involucrara en todo esto, pero no estaba de más que supiera Ayato supiera que no estaba solo, y que tampoco podría hacerme daño con tanta facilidad.
    —Buenas tardes, señor Kamisato —saludó amablemente Eula.
    —Señorita Lawrence, es un gusto saludarla. —Observaba a la lejanía todo—. Tengo entendido que Thoma se encuentra aquí, y que estará siendo su anfitriona durante un tiempo.
    —Así es, Thoma es como un hermano para mí, así que, naturalmente, le abrí las puertas de mi casa. —Eula parecía advertirle, más que cualquier cosa—. ¿Viene para verlo?
    —A decir verdad, sí, vine por él para llevarlo a una cita. —Hablaban de una manera tan cordial y sofisticada que, en cierto punto, era gracioso—. Ha comentado que Thoma es para usted como un hermano menor, así que me gustaría pedir su permiso para llevarlo a una cita el día de hoy.
    —Sí, lo sé. —Miró el reloj en su muñeca—. ¿Tienen planeado demorar mucho? ¿Usted lo traerá?
    —Sí, yo me encargaré de traerlo aquí de regreso, sano y salvo, porque nada me importa más que la integridad de Thoma. —Ayato tenía una lengua hábil—. Respecto al tiempo, no podría asegurarle la hora exacta a la que regresaremos, ni tampoco cuánto podríamos demorar. Sin embargo, le doy mi palabra de que me encargaré de que Thoma lo pase muy bien y que esté cómodo conmigo.
    —Bien, de momento no me desagrada, señor Kamisato, pero, si lastima a Thoma, tenga por seguro que no me quedaré de brazos cruzados.
    —Entiendo su preocupación, pero no debe preocuparse. Le aseguro que Thoma estará en buenas manos.
    —Bien.
    Al ver que su conversación había terminado, me acerqué a la puerta. Ayato me esperaba con una sonrisa y una flor en la mano. Todo este tiempo había tenido su mano izquierda detrás de su espalda, y me había preguntado por qué, pero ahora sabía la razón, y era una que me agradaba. Tomé aquel tulipán amarillo.
    —Hola... otra vez, Ayato —lo saludé.
    —Hola... otra vez —me imitó con una sonrisa juguetona—. ¿Listo para ir a nuestra cita?
    Estiró su mano para que yo la tomara. Miré a Eula con vergüenza. Ella sabía perfectamente mi orientación sexual, pero aún así, me sentía extraño e incómodo de hacer cosas de pareja frente a ella. Ella sólo me brindó una sonrisa, estiró la mano para que le diera el tulipán y ella, probablemente, lo pusiera en agua, y luego se retiró de la puerta.
    —¡Pásenla bien! —gritó mientras se alejaba.
    —Listo —dije tomando su mano.
    Entrelazamos nuestros dedos como si se tratara de hebras de estambre uniéndose. Cualquier persona que nos viera, sabría que éramos pareja, y encima de eso, una pareja muy enamorada y romántica. Lo miré mientras esperábamos el ascensor. Realmente parecíamos una, pero era bastante seguro que la gente pensaría con regularidad: "El tipo de cabello celeste tiene un novio bastante ordinario para su aspecto físico. Podría conseguir algo mejor".
    —No me tomes a mal lo que estoy por decir, —comenzó a hablar con la mirada puesta en las puertas del ascensor—, pero, me encanta cuando me ves con esa mirada. Es como la mirada de un cachorro observando a su dueño.
    —¿Q-Qué? —pregunté avergonzado—. Lo siento, no pensaba verte durante tanto tiempo, es sólo que pensaba que...
    —¿Qué pensabas, Thoma? —preguntó mirándome con atención.
    —Pienso que eres realmente guapo, y que la gente a menudo se preguntará qué haces conmigo.
    Ayato me miró confundido durante algunos segundos, algo parecía haber captado su atención de lo que había dicho. Lo miré de reojo mientras notaba como sus ojos me miraban sin realmente mirarme. Sólo podía notar que más de un pensamiento corría por su cabeza mientras su vista estaba clavada en mí.
    —No pensé que un chico que actúa con tanta seguridad normalmente, tuviera ese tipo de pensamientos inseguros.
    «¡Mierda! —pensé—. Me siento tan cómodo con Eula, que olvidé que mi personalidad con Ayato es una actuación, y no la mía verdaderamente». Observaba su rostro mientras intentaba formular una mentira, pero ¿no podía ser algo normal que, de vez en cuando, personas seguras de sí mismas dudaran respecto al potencial que tenían, a sus atributos y lo que podían ofrecer? Si quería mentir, tendría que mezclar algo de verdad con mentira y actuación, mucha actuación.
    —No tendría ese pensamiento si simplemente fueras guapo, pero también tienes mucho dinero. —Ahora fingiría arrepentirme de mi comentario, ya que era "una persona segura"—. ¿Sabes qué? En realidad es tonto de mi parte, pienso que también tengo cosas para aportar a esta relación, más allá de cosas vanas.
    —¿Te digo algo? —El ascensor llegó y ambos entramos.
    —¿Qué me ibas a decir? Parece que te interrumpió la llegada del elevador.
    —Ninguna persona pensará eso. —Ayato se acercó a mí, acorralándome contra una esquina—. Cuando vean tu rostro y tu cuerpo, comprenderán un poco, pero cuando te conozcan verdaderamente, es entonces cuando no les quedará duda alguna de que encontré un tesoro y me encargué de conquistarlo.
    La cercanía de su rostro con el mío me estaba poniendo más nervioso de lo que podía controlar. Por un momento sentí que ni siquiera podría contenerse y respetar mis reglas y me besaría, pero pasaron algunos segundos y no lo hizo. Agradecí que no lo hiciera, porque, a decir verdad, creo que no lo hubiera detenido. De hecho, pienso que me habría gustado que me besara.
    —Tus palabras me halagan, pero no por eso pienses que tienes ya mi corazón.
    —Tal vez, pero lo tendré.
    —Me fascina tu humildad —comenté sarcásticamente.
    —No era mi intención sonar soberbio, sólo quería informarte que realmente me gustas y me he puesto la meta personal de conquistarte. —Lo miré con una ceja alzada—. Y créeme cuando te digo que jamás me he rendido en ninguna de mis metas, no importa cuán sencilla o ardua sea.
    Sus palabras se estaban convirtiendo en un reto personal para mí. Sonaba tan confiado que me provocaba querer hacerle ver su suerte. Quería ser aún más difícil de ceder, quería que me rogara más y más hasta que dejara de ser tan prepotente. Mis ganas de hacerle tragar sus palabras ahora mismo... no se podían medir.
    —Já —reí sarcásticamente—. Espero con ansías ver ese día... si es que llega.
    El elevador se abrió justo en ese momento, llegando a la planta baja. Salí primero, para marcar mi territorio y recordarle quién llevaba las riendas de la relación. Quería que recordara cuál era su lugar, y que yo sería el que manejara las riendas de mi corazón, y no él y sus estúpidas metas.
    Fue sólo hasta ese entonces en que pensé en tales cosas, que noté que mis sentimientos estaban dejándose llevar en un juego de poder. No sólo era algo estúpido, sino que esto ni siquiera era una relación real. Esta personalidad era para conquistarlo y atraerlo, porque sólo de esa manera podría obtener el poder que necesitaba para llevar las riendas de mi vida, pero el tener esos pensamientos me podría llevar a la ruina si continuaba. Debía dejar esa tonta idea y dejarme conquistar con más facilidad. Al final yo tendría que tragarme mis palabras.
    —¿Qué pasa? —Le pregunté al ver que se había quedado parado unos pasos atrás de mí—. ¿En serio tienes un ego tan grande que lo lastimé con mis palabras?
    —No se trata de eso. —Ayato caminó hacia mí—. Estaba pensando que me gustaría llevarte a un lugar especial, pero no conozco demasiados sitios. Conozco restaurantes de lujo, pero tendríamos que llevar... cierto código de vestimenta.
    —Oh... —Miré mi ropa, la cual era demasiado casual—. ¡Espera! No quiero ir a un lugar así. He visto doramas con mi mejor amiga, y esto no será el cliché de la cita en donde el CEO rico me lleva a comprar ropa. No aceptaré que me compres ropa y mucho menos quiero que me lleves a un lugar caro.
    —No pensaba hacer eso, de hecho pensaba preguntarte qué cosas te gustan hacer. No suelo tener citas, a excepción de las que mi padre me programa para que me case, las cuales suelen ser en lugar que los padres de los de la cita escogen y suelen ser restaurantes extravagantes. —Me sentí sumamente incómodo—. Pero contigo es especial, lo hago porque me gustas y realmente quiero algo contigo a futuro. Quiero saberlo todo de ti, lo que te gusta y te desagrada, lo que te hace feliz y lo que te pone triste.
    ¿Había persona sobre esta tierra a la que no se le conmoviera el corazón con tales palabras? Mi corazón se aceleraba y mis piernas parecían haber abandonado su trabajo. No quería... No, no debía involucrar emociones en este asunto de negocios, pero no estaba siendo una tarea difícil. Sus encantos eran algo difícil de resistir. Pero siempre podría evadirlos con el pensamiento claro en la cabeza de que él podría simplemente estar jugando conmigo porque no me podía tener con tanta facilidad, y que sólo quería poseer aquello que no era fácil de obtener. Tal vez era un reto para él, más que algo real. Tal vez era el juguete que un niño no podía obtener de sus padres, un juguete que después de obtenerlo sólo sería uno más en una alacena llena de ellos.
    —Yo... —Claro que había movido mi mundo, y tenía que dejárselo ver, pero con mi personalidad—. Yo no seré conmovido con palabras encantadoras, ya te lo había dicho. Pero, puedo responder tu pregunta. Me gustan muchas cosas, una de ellas son las ruedas de la fortuna; no suelo subirme a los juegos mecánicos, pero la rueda de la fortuna es mi excepción. Me gusta únicamente el helado sabor algodón de azúcar.
    —Bien, —dijo con una sonrisa mientras me observaba—, sigue. ¿Qué más te gusta?
    —Mmm... Me gusta la obsidiana; me gustan los paseos por el parque, sobre todo si es el parque central; me gusta estar bajo una noche estrellada junto a algún cuerpo de agua. —Intentaba pensar en más cosas, pero no podía pensar en tantas cosas como quisiera—. Y... no lo sé, los restaurantes no tan costosos, los que tienen menú para niños.
    —¿Menú para niños? —preguntó extrañado.
    Esto era un tema difícil de expresar para el Thoma real, el que era inseguro y tenía miedo de todo lo que existía a su alrededor, pero ahora mismo, el Thoma frente a Ayato era un Thoma seguro de sí mismo, sin temor a lo que los demás puedan decir de él, firme conforme a lo que él creía y a lo que él quería. Debía mostrar el Thoma firme en lo que él quería ahora.
    —Sí, no me gustan muchas comidas. La mayoría de comida para adultos tiene algunas consistencias asquerosas.
    El chofer de Ayato llegó con el coche y aparcó el coche frente a nosotros. Le entregó las llaves a Ayato y luego se dirigió a la Cadillac Escalade negra que estaba detrás del coche de Ayato, en la que probablemente se encontraban el resto de sus escoltas. Ayato abrió la puerta para mí, y después de que subiera, me cerró la puerta. Entonces se subió del lado del conductor, y comenzó a manejar, aunque no parecía llevar un rumbo fijo.
    —Bien, ahora estoy realmente intrigado, ¿a qué tipo de consistencia te refieres?
    —La gelatinosa dura. —Ayato me miró desconcertado—. Un buen ejemplo sería la cebolla cocida, aunque también soy alérgico a ella si está cruda, así que ni de broma puedo comerla. Otros ejemplos son: el cuero de bistec, ya sabes esa cosa blanca que va alrededor y que es grumosa. Otro buen ejemplo, sería el pulpo, jamás lo he probado, pero parece baboso y gelatinoso, no podría con ello.
    Sin notarlo, había puesto cara de asco y me había sacudido al pensar en aquello que me resultaba tan nauseabundo. Ayato comenzó a reír, genuinamente, a carcajadas. Me resultaba sorprendente verlo reír de esta manera, como si no fuera el heredero rico de una compañía, sino un compañero del trabajo que lucha por su día a día. No pude evitar reír junto con él.
    —Lo siento, —se disculpó con una amplia sonrisa aún en su rostro—, pero tu cara de horror ante el pensamiento de ingerir pulpo ha sido sumamente graciosa.
    —No te preocupes, me ha gustado verte reír de una manera tan natural.
    Nos frenamos por un semáforo en rojo y miré hacia la ventana. Mi comentario debía parecer algo que había dejado salir por accidente, según mi personalidad, pero no podía evitar decirlo de corazón y dejar mi personalidad actuada a un lado. No era un mal tipo, así que, ¿qué importaba si involucraba un poco de emociones? Sólo no debía dejar que llegaran a un nivel romántico. Podía considerarlo como un amigo.
    —¿Te gusta mi risa? —preguntó con sus mirada fija en mí.
    —Sí, es agradable no verte tan "tieso" y "correcto", como siempre actúas. Incluso hablas con palabras rimbombantes, al punto en que pareces un robot. Así que verte reír porque algo te ha hecho gracia y no por etiqueta es... agradable.
    —Oh, Thoma. —Lo miré con un claro signo de interrogación escrito en mi rostro—. ¿Qué voy a hacer?
    —¿Qué vas a hacer de qué? —pregunté riendo.
    —Creo que caeré yo antes que tú. —Mi corazón se saltó un latido—. Incluso creo que soy el único que se enamorará, en un futuro, en esta relación.
    Lo miré atónito. «Amas esta personalidad, Ayato, pero este Thoma no existe —le dije en mi cabeza—. Esto es una actuación, esto no soy yo. Probablemente, si hubiera ido siendo mi verdadero "yo" a ese club, jamás habrías puesto tus ojos sobre mí... pero, realmente me gusta imaginarme un escenario en el que hubieras puesto tus ojos sobre mí por quien realmente soy. ¿Te enamorarías aún sabiendo que la persona frente a ti no existe? Si hubiese sido yo... ¿me habrías visto?».
    —Pon los ojos en el camino. —Pretendí no inmutarme ante él—. El semáforo ya está en verde.
    —Está bien.


Reditos de un Engaño || Ayathoma/Thomato AU ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora