⚠️: El siguiente capítulo contiene descripciones sugerentes de abuso sexual, lo cual puede no ser apto o algo difícil de leer para la audiencia. Se recomienda discreción ⚠️~Thoma POV~
Miré a Pantalone sin entender la razón de su súplica. Él mismo había propuesto este plan, pero ahora me pedía encarecidamente que lo dejara. Me levanté del sillón ante el ambiente tan tenso que sentía al estar sentado junto a él. No quería estar junto a él ahora.
—Pantalone, no comprendo. —Me giré para mirarlo desde lejos—. Tú fuiste quien propuso este plan, pero ahora me pides que deje todo y que serás mi novio. ¿No entiendes que no necesito que alguien finja, sino que sea algo real?
—Thoma…
—Además, —lo interrumpí—, Ayato me pareció el hombre más indicado para el trabajo. Es adinerado, es guapo, es… muchas cosas buenas. No había encontrado al hombre indicado para este plan hasta ahora, y realmente creo que no padeceré tanto con él, ¿por qué te opones? Te di la señal justo para que te alejaras. ¿Qué quieres, que jamás podamos volver a vernos cuando esté casado con él?
Pantalone le dio un golpe fuerte a la mesa de centro, provocando que diera algunos pasos hacia atrás por el miedo. No entendía su comportamiento el día de hoy. Me estaba dejando anonadado el nivel de violencia con el que se estaba desenvolviendo desde lo de Ayato.
—Tú realmente te veías feliz con él. —Me miró con los ojos llenos de lágrimas—. Sonreías, charlabas plácidamente y estuviste junto a él todo el tiempo. Dejaste que pusiera sus manos sobre ti. ¿Acaso te atrae Ayato? Pensé que esto sólo era un plan para que alguien te protegiera, no para que te enamoraras y te vendieras al mejor postor.
—De cualquier manera, sería mi esposo, así que, ¿no sería mejor si me enamorara de él? Todo sería menos incómodo, especialmente cuando tengamos relaciones sexuales, sería menos…
Pantalone aventó la botella de cerveza al piso, proyectando miles de fragmentos, de todos los tamaños, de vidrio. Ya no sólo me sentía confundido, sino también asustado. Pantalone solía ser reservado y sereno. Nunca lo había visto perder los estribos al punto de lanzar algo al piso completamente encolerizado.
—Thoma, ¿acaso no lo notas? ¿Todo este tiempo has sido tan ciego, o sólo quieres fingir ser ciego?
—Pantalone, no entiendo qué está pasando, pero sí puedo decirte que me estás asustando.
—¿Te asusto? —preguntó mientras se acercaba agresivamente hacia mí, con una sonrisa escalofriante—. ¿Entonces te asusta que sea honesto y te dé a entender que quiero que seas mi esposo y de nadie más? Thoma, me he estado resistiendo durante mucho tiempo, guardando mis emociones para mí, pero ya no quiero seguir callando lo que siento.
Mentiría si dijera que no había notado comportamientos extraños proviniendo de Pantalone; me negaba a la idea de que yo le gustara y fingía demencia porque no quería llegar al punto en el que no pudiéramos seguir siendo amigos. Él era mi ancla, siempre lo había sido. Amaba a mis padres, pero, aparte de económicamente, no podía esperar nada de ellos. Pantalone, en cambio, siempre estaba para mí.
No sabía en qué punto había empezado a sentir algo por mí, pero sabía que había sido en algún punto de la adolescencia. Si era honesto, a veces había llegado a pensar que tal vez podría funcionar, por el hecho de que lo quería mucho y era mi mejor amigo, nadie me conocía mejor que él, pero no lo amaba, ni lo veía de tal forma.
—Pantalone, somos mejores amigos desde niños, por favor, no lo arruines —supliqué mientras seguía caminando hacia atrás, hasta que me topé con la pared.
—Ya no quiero seguir siendo tu amigo solamente. —Pantalone siguió avanzando hasta quedar frente a mí, chocando nuestras frentes, él con los ojos cerrados—. ¿Por qué no puedes amarme? ¿Es que acaso no soy suficiente? ¡Maldita sea!
Pantalone le dio un puñetazo a la pared, justo a la izquierda de mi rostro. Había sentido el aire rozar mi rostro mientras su puño avanzaba vertiginosamente para golpear la pared. Mi cuerpo no paraba de temblar, y comencé a sentir náuseas. Mis ojos comenzaron a aguarse, probablemente a causa del miedo.
—Hoy pensaba planteártelo, pensaba confesarte que he estado enamorado de ti durante mucho tiempo y que yo quería ser el hombre que te desposara para poder protegerte, pero entonces llegó Kamisato Ayato con su enorme fortuna y gran aspecto y te deslumbró. —Pantalone puso su mano derecha sobre mi mejilla—. ¿Por qué no puedes siquiera considerarme como candidato. Tengo dinero y tengo poder, ¿por qué no me eliges a mí?
—Pantalone, eres mi mejor amigo. —Aparté su mano de mi rostro—. Nunca ha sido mi intención perderte. Te quiero demasiado como para perderte. Incluso llegué a considerar en el pasado, cuando éramos muy jóvenes, intentarlo.
—¿Y por qué no lo hiciste? —Se separó de mí y me miró con esperanza—. ¿Por qué no me dijiste que notabas mis intenciones?
—Porque hubiera sido un mentiroso y hubiera estado jugando contigo y con tus sentimientos, también habría jugado con tu tiempo. —Pantalone me miró confundido—. Pantalone, yo no te amo, no siento lo mismo que tú sientes por mí. Lo siento.
—Pero yo puedo cambiar eso, si me das una oportunidad, yo puedo hacer que me ames y que sea la única persona en la que pienses. —Parecía querer convencerme de una manera un tanto desesperada—. Si tan sólo intentas…
—Pantalone, no.
—¡¿Por qué no?! —Gritó mientras me tomaba con excesiva fuerza los brazos—. ¡¿Qué más puedo hacer para que me ames?!
—¡Claramente esto no! —Intenté zafarme—. No solamente estás borracho desde antes de llegar a la sala vip de Ayato, sino que ahora también estás actuando mal debido al alcohol. ¡Me estás lastimando, Pantalone!
—¡¿Y qué más da?! —Con su fuerza, me giró hasta llevarme al sillón y me empujó para que me sentara, poniéndose sobre mí—. ¡Me he portado bien y no ha servido de nada!
—¡Pantalone, basta! —grité, intentando empujarlo con toda mi fuerza—. ¡Me lastimas! Si sigues así, te arrepentirás de esto mañana.
—No, yo sé que jamás me arrepentiré de finalmente hacer lo que quiero. —Colocó sus manos sobre mis brazos para dejarme sin forma de defenderme—. Te amo, Thoma, desde hace mucho tiempo. Me he portado bien para que me ames, pero tal vez fue la fórmula incorrecta.
—Pantalone, por favor, basta —supliqué llorando—. Me estás asustando mucho. Por favor, no hagas esto, no me hagas daño.
—Thoma, déjame amarte. —Su rostro comenzó a acercarse peligrosamente.
—Pantalone, no.
Intenté alejar mi rostro del suyo, pero era imposible. Pantalone tenía mucho más fuerza que yo, y no sólo eso, también estaba sobre mí. Comenzó a besarme, si es que así se le podía llamar, ya que yo estaba metiendo mis labios para que no pudiera forzarme. Lo intentaba con esmero, pero no lograba nada.
Al no lograr nada, su cabeza bajó hacia mi cuello y comenzó a lamerlo y morderlo. Yo no dejaba de sollozar y moverme tanto como me era posible. No quería imaginar en qué acabaría esto, porque podía hacerme una idea, pero me causaba mucho miedo, más viniendo de una persona a la que tanto quería.
Una vez más, la vida me demostraba que, para las personas a mi alrededor, no era una persona, sino un producto que podían utilizar y consumir a su antojo. Las personas a las que yo más había querido, me habían utilizado para hacer de mí una persona miserable. Primero habían sido mis padres, al venderme a un hombre malo, y ahora era Pantalone, quien estaba a punto de destrozar mi alma al tomar mi cuerpo a la fuerza.
—Vecino. —Llamaron a la puerta múltiples veces—. Vecino, por favor abra la puerta.
Pantalone me miró amenazante, diciendo, con la simple mirada, las siguientes palabras: “si dices algo, me encargaré de causarte más daño”. Cerré mis ojos, mientras las lágrimas recorrían mis sienes. Aquel vecino mío, llamando a mi casa, había causado que una llama de esperanza naciera en mí, pero Pantalone rápidamente la había apagado.
—Vecino, abra o llamaré a la policía —gritó mientras tocaba la puerta con más insistencia.
—Puedes abrir, —musitó—, pero si mencionas algo o intentas hacer una estupidez, me aseguraré de hacer tu vida aún más miserable, ¿entendiste?
Asentí con la cabeza, mientras él me liberaba de su agarre. Comencé a caminar hacia la puerta, con las piernas temblorosas y el corazón latiendo con mucha fuerza. Sentía que estaba a punto de desmayarme del miedo que aún recorría cada centímetro de mi cuerpo. Ni siquiera podía describir con exactitud el proceso que estaba llevando a cabo mi sistema. Quería correr y huir lejos. Pero no huí lejos, sólo abrí la puerta y miré a mi pelirrojo vecino, quien miraba hacia mi apartamento con discreción y me miraba a mí.
—Vecino, lamento molestarlo, pero su bote de basura está estorbando en la entrada —me reclamó molesto.
—Lo siento mucho, pero yo…
—No aceptaré sus disculpas hasta que me siga y arregle la situación —me interrumpió sin que me dejara explicarle y comenzó a alejarse ligeramente del departamento—, así que por favor, venga conmigo para que le indique dónde va su bote.
En cuanto se alejó de la puerta abrí la boca para intentar explicarle que el bote de basura no era mío, pero antes de que hablara, me hizo una seña de que lo siguiera y me callara. No entendía qué pasaba, pero ahora ya no parecía molesto.
—Eh… sí, está bien. —Me giré y miré a Pantalone observándome molesto desde el sillón, pero aceptando que no podía levantar sospechas, por lo que me tendría que dejar ir—. No me tardo.
Seguí a aquel hombre hasta llegar a planta baja, donde se encontraban los botes de basura. Comencé a caminar hacia ellos, pero en vez de eso, el hombre me jaló hacia la puerta de la salida y me dio algo de efectivo.
—¿Qué… demonios?
—Escuché todo, vivo arriba de usted, y sé qué es lo que sucede. —Me abrió la puerta, mirando hacia atrás—. El taxi que está afuera es para usted. Huya ahora mismo y no mire atrás. Me encargaré de explicarle a la policía, a quien ya llamé, lo que pasó.
—Vecino, —mis ojos se aguaron al ver su amabilidad—, muchas gracias. Le prometo regresar un día y pagarle esto.
—No te preocupes por ello, por favor. Ahora vete, antes de que aquel tipo sospeche. —Me acompañó y me abrió la puerta del taxi—. Mi nombre es Diluc, y el nombre de mi pareja es Kaeya, ambos vivimos en el piso de arriba. Si algún día regresas, sabes que podemos ayudarte. Ahora vete.
—Muchas gracias, Diluc.
Sin más titubeos o plática, subí al coche y Diluc cerró la puerta. Le indiqué al taxista la dirección de la casa de mi mejor amiga de la universidad, a la cual Pantalone no conocía y el taxista arrancó. Miré hacia atrás, con el miedo de que Pantalone saliera furioso corriendo tras de mí. No hubo un sólo segundo en el que no sintiera que el corazón saldría huyendo de mi pecho. No paraba de sudar y temblar, ni tampoco paraba de mirar atrás. Sin embargo, en todo el momento en el que yo miraba, Pantalone jamás salió, y yo pude escapar de ahí.
El resto del trayecto parecía eterno y lleno de su rostro y de su figura en todos lados. Sentía que en cualquier momento lo vería y que todo cambiaría para mí. Sentía que mi suerte llegaría a su fin tan pronto como él encontrara que yo estaba huyendo. Sabía lo obsesivo que podía volverse ante este tipo de situaciones.
—Llegamos, señor —mencionó el taxista, haciéndome notar el tiempo que había perdido pensando en Pantalone.
—Gracias. —Miré cuánto era y le di el dinero al taxista—. Que tenga buena noche.
—Gracias, igualmente.
Salí del taxi y comencé a caminar apresuradamente hacia el interfón para llamar al piso de mi amiga. Tocaba cada dos segundos para que abriera rápido. No paraba de mirar a mi alrededor para asegurarme de que Pantalone no estuviera atrás de mí. Cada segundo que pasaba y que mi amiga no respondía, generaba más ansiedad dentro de mí.
—¿Quién mierda llama a mi piso a esta maldita hora? ¿Acaso eres un bromista de…?
—¡Eula! ¡Eula! ¡Soy yo! —La interrumpí antes de que siguiera—. Soy Thoma. Sé que es tarde, pero por favor, sólo por esta noche, ¿podrías darme asilo?
—¿Thoma? ¡Sí, pasa!
La puerta se abrió y yo entré corriendo, cerrando la puerta tan pronto como pasé y subí las escaleras corriendo. Aún no entendía cómo podía tener la fuerza para subir hasta el sexto piso con las piernas aún temblorosas, pero lo había logrado. Eula me esperaba con la puerta abierta y con preocupación escrita por todo su rostro.
—¿Thoma? —Me acerqué corriendo a su puerta—. Thoma, ¿qué sucede?
—Por favor, cierra la puerta, por favor. —Supliqué, tirándome al piso tan pronto como entré a su penthouse—. Por favor, ciérrala con llave y con todo lo que sea posible, no te tardes, por favor.
—Sí, tranquilo. —Cerró la puerta y colocó un código para que no pudiera abrirse ni siquiera conociendo el código, sólo se podría abrir desde adentro—. Thoma, por favor cálmate, ¿qué sucede?
Eula se sentó a mi lado en el piso y comenzó a acariciarme la espalda. La miré, y sólo entonces noté la angustia que sentía al verme así. Me tiré a sus brazos, abrazándola, mientras que a la vez lloraba desesperadamente. Parecía un niño pequeño, pero poco me importaba.
—Tranquilo, Thoma, todo está bien —me acariciaba mientras me abrazaba—. Ya estás a salvo, todo está bien. Nadie vendrá a hacerte daño, tranquilo.
La abracé con más fuerza al recordar todo lo que había pasado. El momento se repetía en mi cabeza una y otra vez. ¿Cómo era posible que las cosas cambiaran tanto de un momento a otro? Creía conocer a Pantalone, pero ahora ya no estaba seguro de ello. ¿Siempre había sido así? ¿Cómo podía haber cambiado tanto? En la tarde todo iba tan bien que era incluso poco creíble para mí que fuera verdad, ¿por qué todo se había tornado tan oscuro? Mi mejor amigo se había convertido en un monstruo.
—¿Estás más tranquilo? ¿Quieres un té?
—No, no quiero dar molestias. —Me separé de ella—. Perdón por venir a esta hora, es que yo…
—No me estás dando molestias, Thoma. —Acarició mi espalda—. No necesitas contarme si no lo quieres. Esta es tu casa, ¿de acuerdo? Puedes quedarte el tiempo que lo necesites.
Eula se levantó del piso y se dirigió hacia algún lugar de su casa. No se giró para observar qué estaba haciendo. Era como si realmente estuviera en casa. Sentí tranquilidad al darme cuenta lo mucho que confiaba en mí, y también sentí que no estaba solo.
ESTÁS LEYENDO
Reditos de un Engaño || Ayathoma/Thomato AU ||
FanficThoma, un joven en sus veintes, se ve obligado a buscar a un hombre adinerado después de ser vendido a un prestamista pervertido que buscará la manera de obtener lo que ha comprado. ¿Podrá Thoma llevar a cabo su engaño y librarse de su propio infier...