⚠️: Capítulo con contenido explícito más adelante. Será un poco explícito, así que si no quieren leerlo en público o si son menores de edad, es un buen momento para huir ⚠️
~Thoma POV~
El penthouse de Ayato, a pesar de parecer imposible, era más grande que el de Eula, o cuando menos eso me parecía a mí. No era bueno con las dimensiones, pero el espacio parecía ser mayor. Tal vez también era por la falta de muebles. El penthouse de Eula tenía muchos más muebles y estaba mejor decorado. Este penthouse era... el penthouse de un hombre soltero.
—¿Cuál será mi habitación? —pregunté.
Recobré la compostura e hice mi expresión conforme a como era mi personalidad falsa. Por un momento, me porté seco y hablé molesto, así que ahora debía fingir que sólo había sido percepción suya en caso de que lo notara, incluso sonreí un poco. No podía negar que me había dolido enterarme de lo anterior, pero debía mantener la compostura y seguir fingiendo, por mi bien cuando menos.
—Bueno, tengo una habitación de huéspedes, otra para mi familia y... la mía. —Ayato se agachó ligeramente para quedar cerca de mi rostro—. ¿Cuál prefieres? No suelo ser alguien a quien le gusta lo moderno en cuanto a las relaciones, pero si lo quieres, podemos quedarnos juntos en mi habitación.
—Kamisato Ayato, me tardé demasiadas citas en darte un beso, ¿y piensas que me entregaré a ti sólo porque me diste un techo? —Alcé una ceja como si estuviera decepcionado—. No me trajiste aquí para cobrarme de esa manera, ¿o sí? Porque si es así, prefiero irme con Eula.
—¡No! Lo siento, Thoma, no quería que esto se malinterpretara. —Ayato tomó mi mano, en un intento desesperado por evitar que me fuera—. No voy a negar que mis deseos de intimar contigo son altos, pero sabré esperarte. Sé que cuando el momento llegue, seremos muy felices, porque será por amor.
«Por amor... Sí, claro. —Contesté con ironía mentalmente—. ¿El contrato también me lo mandaste con mucho amor, perro infeliz? Tal vez sí, pero no amor a mí, sino amor al dinero de tus padres y a la empresa que te heredarán». Lo mucho que deseaba decirle esas palabras... Pero debía mantenerme firme y fingir, no debía costarme trabajo, puesto a que era lo que había estado haciendo desde un inicio. ¿Por qué ahora era diferente? ¿Por qué me dolían sus palabras ahora que sabía la verdad? ¿Acaso no era mejor para mí saber esto para que así no me sintiera culpable de estarlo utilizando?
Me limité a sonreír y asentir. Actuar era lo que mejor se me daba, así que debía dejar de lado mis pensamientos y emociones. Tragarme mi orgullo era lo mejor que podía hacer últimamente. Si quería vivir una vida tranquila, sólo tenía que lamer sus pies y mover la cola para mi nuevo amo, tal como un perro lo haría. No podía darme el lujo de sentir, sólo podía darme el lujo de escoger al mejor amo, porque si no lo hacía, uno de ellos, sin que me gustara, acabaría poseyéndome.
—¿Thoma? ¿Está todo bien? —preguntó, aunque fue demasiado observador para mi gusto—. No pareces muy feliz, ¿es por lo que pasó antes? ¿Hay algo en lo que pueda...?
—No te preocupes por mí, por favor. —Mi personalidad falsa se podía dar el lujo de contestarle así, afortunadamente—. Sé que hoy pasaron muchas cosas y que todo es extraño, pero quiero que sepas que no dejaré que mis emociones influyan en nuestra relación que... ha avanzado a pasos agigantados. No tenía una buena relación con mis padres y he decidido cortarla de raíz, así que no debes preocuparte porque sean un estorbo más adelante.
—No me preocupa eso, me preocupas tú.
Maldito... mil veces maldito. Odiaba que me dijera ese tipo de cosas que provocaban que mi corazón se acelerara y sintiera de manera desenfrenada. Quería arrancarle los dientes, pero más quería arrancarme el corazón para que no siguiera susurrándole a mi cerebro que deberíamos creerle... para que no siguiera cayendo con palabras dulces y gestos de amabilidad.
—¿Yo? Yo soy muy fuerte, así que no debes preocuparte por estupideces.
—No son... estupideces. —Ayato pareció molesto al escuchar mi comentario, con una mirada que escasas veces había visto en su rostro—. Estás completamente golpeado, Thoma. Cuando me enteré de todo lo que había sucedido... quise correr hacia ti, quise auxiliarte y sacarte de las llamas del infierno. Mi mayor sorpresa fue llegar y no encontrarte ahí, pero aún así, hice lo que me fue posible por ir hacia ti y sacarte de aquellas llamas que te consumían.
—Ayato...
—No he terminado. —Lo miré asombrado—. Thoma, nunca en toda mi vida había deseado acabar con alguien tanto. ¿Sabes las ganas inusitadas que sentía de matar de manera tortuosa a todos los que se habían atrevido a ponerte un dedo encima? Quería... quería torturarlos, quería matarlos.
No parecía mentir, pero ¿podía seguir asegurando que él no mentía y que conocía sus sentimientos? Según mis aún deficientes habilidades para leer lenguaje corporal, él no mentía, él incluso parecía sentirse mal por tener tales deseos tan sangrientos, pero luego recordaba el contrato y todas sus palabras eran quemadas por el aire.
—Thoma, —tomó mis manos, poniéndolas sobre su rostro, como si anhelara que lo acariciara—, nunca en mi vida sentí algo tan... extremo por alguien. Sé que siento algo por ti, algo fuerte, algo que me mueve a tener pensamientos impetuosos. Pero por otro lado, aunque no sintieras algo por mí, te protegería.
—¿Cómo? —pregunté confundido.
—Suena absurdo, ¿no es así? —Ayato rió irónicamente—. Sé que es absurdo, sé que suena a locura, pero desde que te conocí siento que debo protegerte, Thoma. Parezco embrujado por tus encantos desde que te miré a lo lejos. Me convertiste en un esclavo tuyo. Soy esclavo de tus caricias, de tus miradas, de tomarte de la mano, y ahora que lo he probado... soy esclavo de tus besos y de tus labios.
Ayato se acercó a mí, posando su mano izquierda sobre mi mejilla, la cual, con lentitud, se deslizó hacia mi cuello. Parecía una caricia, pero era el infierno para mí. Sus muestras de cariño físicas estaban vacías, completamente huecas. El contacto de su piel con la mía me hacía sentir completamente indefenso. Era como el ratón que se acerca a comer un pedazo de queso envenenado; las consecuencias de comerme este queso podrían resultar en mi muerte.
—Ayato... —Desvié la mirada, intentando evitar que esto sucediera—. Espera.
—Thoma... —Colocó su dedo índice derecho debajo de mi barbilla y alzó mi rostro al de él—. Soy tu esclavo, soy tuyo. Prometo protegerte siempre, sin importar si tú ya no me amas o si aún me amas. No me importa que te vayas de mi lado, yo seré tu ángel guardián. No quiero que lo dudes, quiero que grabes estas palabras en tu corazón. Soy tuyo, Thoma.
—Ayato...
Este tipo y sus malditas palabras, siempre abriéndose camino hacia mi corazón. Sabía que eran falsas, pero aún así me gustaba escucharlas. Me gustaba el sonido de su maldita voz diciéndome mentiras suavizadas con miel. En ninguna parte del contrato decía que yo no podía disfrutar de su contacto físico, después de todo. Sólo por hoy creería sus mentiras, sólo por hoy... sólo por hoy.
Su rostro se acercó lentamente al mío hasta que nuestros labios se encontraron. Besaba de una manera sensacional, y su aliento era fresco, con un sútil sabor a menta. Su respiración chocando con mi rostro hacía que mi corazón prácticamente volara por los cielos. Su lengua se abría camino por mi boca, enroscándose con mi lengua, haciendo movimientos circulares. Su mano bajó lentamente de mi cuello a mi brazo, y de mi brazo a mis caderas. Una vez que llegó a mis caderas, colocó su otra mano en el otro extremo de las mismas y me repegó a él, haciendo que nuestras pelvis rozaran. Mi respiración se agitó al sentir su evidente erección, aunque yo no estaba precisamente "bajo control".
—Ayato, espera. —Me despegué de él, con la respiración agitada y el cabello despeinado—. No quiero que vayamos tan rápido.
—No te preocupes, sólo estaba besándote. —Pasó su lengua sobre mis labios, divertido por mi reacción, burlón—. Claro que dejé que el beso fuera un poco intenso. ¿Pensaste que haría un movimiento sucio contra ti?
—¿Quién diría que el gran Kamisato Ayato sería tan libidinoso? —No planeaba dejarme, así que bajé mi mano y agarré su miembro—. ¿Crees que no me doy cuenta de las intenciones que tenías con lo tieso que tienes lo que cuelga entre tus piernas?
Ayato pareció avergonzarse, pero a la vez parecía haber disfrutado mi toque. Sólo hasta que soltó un suave gemido noté lo errónea que había sido esta pelea de poder contra él. Retiré mi mano lentamente, apreciando hasta ahora que su pene no era una broma, era grueso, y grande, no exagerado, pero sí yo era el que recibiría, sin duda me haría ver el cielo.
—Thoma, ¿por qué?
Su respiración agitada, su mirada intimidante y desorbitada, sus mejillas rosadas, sus labios hinchados por el beso anterior, su erección marcada en el pantalón y su cercanía, estaban volviendo imposible que me concentrara en cualquier otra cosa.
—¿Por qué qué? —pregunté avergonzado.
—¿Por qué dejaste de tocarme? —Tomó mi mano y la colocó nuevamente sobre su miembro—. Por favor, Thoma, tócame.
—Ayato...
—Yo también te tocaré, pero si no quieres que lo haga, sólo retira mi mano. —Su mano se posó sobre mi miembro, encima del pantalón, provocando que arqueara ligeramente mi espalda—. Aunque algo me dice que no lo harás.
Su voz susurrante en mi oído mandó un escalofrío por lo largo de mi espina dorsal. Comencé a sentir que ya no podía seguirme aferrando a los pocos fragmentos de pensamiento lógico que me quedaban; su mano, desabrochando mis pantalones con una dolorosa lentitud, poco a poco se adentraba a mis interiores, mandando cada pensamiento racional lejos de mi mente.
—Ayato, para —gemí su nombre.
—¿Realmente quieres que pare? —preguntó, susurrando en mi oreja, dejando una pequeña mordida en ella.
—No, pero no me siento listo para ir más allá.
—No te preocupes, no la meteré. —El pensamiento hizo que me estremeciera de placer—. Cuando menos no hoy.
—Está bien...
Ayato bajó mis pantalones hasta mis rodillas, dejándome en ropa interior. Su mirada parecía desnudarme por completo, haciéndome sentir avergonzado por un segundo. No podía dejarlo tomar la delantera, no con mi "personalidad", la cual era competitiva y desafiante. Llevé mis manos hasta sus pantalones, desabrochándolos con rapidez y bajándolos hasta sus rodillas. Ayato pareció felizmente impresionado con mi actuar. No esperé más y bajé su ropa interior también, dejándolo completamente desnudo.
Había leído una y mil veces de este momento, tanto en novelas como en mangas, pero a decir verdad, todo estaba demasiado romantizado. Los protagonistas solían decir que "los penes eran hermosos", y para mí no lo eran. Ese pedazo de carne, que usualmente colgaba entre nuestras piernas, podía llegar a lucir atemorizante cuando lo mirabas bien, y no era hermoso, parecía un hotdog con venas. Sin embargo, lo que podía llegar a provocar una vez que entraba en ti, era un tema diferente. No me parecía hermoso, pero me excitaba.
—Por mucho que me pueda excitar tu mirada, —dijo Ayato con una sonrisa juguetona en el rostro—, me gusta más lo que haces con las manos.
—Entonces permíteme continuar, pero, no planeo dejar que seas el único que se divierta.
Junté ambos miembros entre mis manos y comencé a frotar de arriba a abajo, pasando mis dedos por las puntas de ambos en algunas ocasiones. Ambos debíamos sentir placer, y esta era la manera más rápida de hacerlo. Jugueteaba con ambos miembros, bajando y subiendo las manos, luego haciendo una pequeña presión y dando círculos en la punta con mis pulgares.
Ayato parecía disfrutarlo demasiado, arqueaba su espalda y lanzaba su cabeza hacia atrás, gimiendo placenteramente. Dejó de apoyar sus manos sobre la mesa que estaba detrás de él y las colocó en mis glúteos, dejando que sus manos se hundieran en mi piel con fuerza. Su firme agarre causó que no pudiera resistirlo mucho más, me sentía en mi límite, pero si yo lo estaba, él también.
Me lancé a su lóbulo izquierdo, mordisqueando suavemente, pasando mi lengua por el lóbulo completo y bajando a su cuello. Gimió con más placer, y su respiración se agitó de manera anormal. Su miembro comenzó a palpitar en mi mano mientras eyectaba un líquido blanquecino sobre mi pecho y vientre. Me sentí feliz al ver que había provocado que se corriera con mis manos y mi manera de provocarlo.
—¿Qué? —preguntó con la respiración agitada en cuanto terminó de eyacular—. ¿Acaso no dijiste que la diversión era para ambos?
—¿A qué te...? ¡Ngh!
Retiró mi mano y comenzó a masturbarme, haciendo los mismo movimientos que yo había hecho. Iba de arriba a abajo hasta llegar a la punta, haciendo círculos, entonces bajaba lentamente hasta apretar firmemente su agarre entre mi pene y los testículos. Tiré mi cabeza hacia atrás por el placer. Su otra mano dio un tirón brusco, pero no hiriente a mi cabello, y acercó mi rostro al suyo, besándome de manera desenfrenada. Había llegado a mi límite. No pude resistirlo más y me vine sobre su pecho y abdomen, incluso un poco llegó a caerle al rostro. Llevé mi mano a su mentón y limpié mi semen que había caído ahí.
—Thoma... —Continuó besándome durante unos segundos hasta que nos quedamos sin aire—. Eres... hermoso. Cada día... sigo confirmando... lo mucho que me gustas.
—Y yo... —hablábamos pausado por nuestra falta de aire—. También... confirmo que... cuando se trata de ti... no puedo resistirme. Siempre encuentras la... manera... de convencerme.
Ayato me dio un beso corto en la mejilla, tomándome por sorpresa. Lo miré con los ojos bien abiertos, sin saber por qué había hecho eso. Me sonrió cálidamente, como si, frente a sus ojos, estuviera la vista más hermosa que jamás hubiera visto. Cuando él me veía así, me sentía débil y frágil, como si fuera lo más preciado para él. Sabía que era una relación por contrato ahora, yo sabía la verdad ahora, pero esa mirada me hacía mandar al demonio todo lo que pensaba sobre no sentir algo por él. Cuando él me miraba así, no podía evitar sentir que era lo más importante en el mundo entero para él. Sus miradas hacían que este corazón de piedra volviera a latir y se convirtiera en algo tan blando como el barro.
—Ayato... —No quería fingir, no ahora, no cuando me miraba así—. No me lastimes, por favor.
Ayato me abrazó con fuerza contra él, y aunque me dolía aquel abrazo por las múltiples contusiones que me habían provocado aquellos tipos, se sentía como un hogar. Quería llorar en sus brazos, realmente quería hacerlo, pero no podía. Cerré mis ojos con fuerza mientras suplicaba que este abrazo durara más minutos. Quería quedarme así durante horas.
—No te lastimaré, Thoma. Y aunque no puedo prometerlo, te prometo que siempre veré la manera de reparar cualquier daño que pueda hacerte, pero no quiero que me perdones si llego a lastimarte más de lo que puedas soportar.
«Ya lo hiciste. Cuando mandaste a tu abogado con aquel sobre beige que contenía el sobre, hiciste mi corazón pedazos, pero como yo también te estoy utilizando no puedo reclamarte». Eso quería contestarle, pero en vez de ello, lo abracé con fuerza, con mucha fuerza.
—¿Y si yo soy el que te lastima? —pregunté mientras recargaba mi cabeza en su hombro—. ¿Y si yo soy el que termina lastimándote?
—No me lastimarías de no tener un motivo. —Me separé del abrazo para mirarlo—. Ahora te conozco mejor. Sé que nunca tendrías motivos ocultos con la intención de dañar. Una persona que ha sido tan lastimada como lo fuiste tú, sabe lo que es el dolor provocado por alguien que amas, así que sé que no lo harías intencionalmente jamás. Si me lastimas... lo soportaré, y permaneceré a tu lado. Aunque me lastimes una y otra vez no me alejarás, porque me he prometido a mí mismo cuidarte por siempre. Lastimame una y otra vez, rompe mi corazón en mil pedazos y destroza mi alma tanto como gustes. Yo repararé mi alma y mi corazón, y me quedaré a tu lado, porque sé que sólo de esa manera podré reparar tu corazón y tu alma también.
—No digas cosas que no sientes, porque si lo sigues haciendo pensaré... —ladeó su cabeza, mirándome con curiosidad—. Si sigues diciendo esas cosas pensaré que me amas.
—¿Aún piensas que existe la posibilidad de que no lo haga? —preguntó mientras acariciaba mi mejilla—. ¿Piensas que no siento algo tan fuerte por ti? Está bien, me lastima, pero entiendo que tengas miedo, y comprenderé lo que pienses. Dejaré que el tiempo te demuestre la verdad, que te diga por sí sólo qué es lo que siento por ti.
Mi corazón latía con fuerza. El contrato decía todo lo contrario a lo que él me estaba diciendo, pero aún así, mi razonamiento no le podía ganar a la fuerza con la que bombeaba mi corazón al escuchar lo que salía de sus labios. ¿Por qué creía en este hombre y le entregaba mi corazón si sabía que me haría pedazos? ¿Por qué no podía frenar esto? No, yo tampoco me comprendía últimamente, pero sí comprendía una cosa, y eso era que ya no había marcha atrás, porque por mucho que quisiera no creerle, una parte de mí realmente quería darle una oportunidad.
—Cinco años —dije, tomándole por sorpresa—. Si en cinco años me sigues amando y me sigues tratando de esta manera, entonces te creeré.
—¿Tanto tiempo estarás dudando de mí? —preguntó riendo—. Está bien, entonces tendré que demostrarte durante 1825 días lo mucho que significa tu vida para mí. Te demostraré de una y mil maneras lo especial que eres para mí, Thoma.
—Estaré esperando ansioso.
—Ahora ven, cinco años. —Me tomó entre sus brazos y me cargó con la misma facilidad que cargaría una bolsa de pan—. Debemos darnos una ducha y luego iremos a la cama.
—¿A la cama?
—Thoma, ya vi tu cuerpo desnudo, así que no tienes nada que temer. No haré nada contigo sin tu consentimiento. Quiero dormir abrazado a la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida, ¿es mucho pedir? —Negué con la cabeza—. Bien, entonces tomaremos una ducha y luego iremos a dormir a mi cama... No, a nuestra cama.
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Reditos de un Engaño || Ayathoma/Thomato AU ||
FanfictionThoma, un joven en sus veintes, se ve obligado a buscar a un hombre adinerado después de ser vendido a un prestamista pervertido que buscará la manera de obtener lo que ha comprado. ¿Podrá Thoma llevar a cabo su engaño y librarse de su propio infier...