~Thoma POV~A pesar de lo difícil que había sido despedirme de Eula, aclaré mi mente, me cambié en el baño del hospital, me cubrí el rostro y salí del hospital a tomar un autobús que me llevara a la casa de mis padres. Debía ser rápido para que nadie viniera a buscarme y no pusiera a ninguna persona en peligro. Ni siquiera me tomaría la molestia de ir por mis cosas al penthouse de Eula. De cualquier manera, si lo llevaba con aquel hombre sólo serían tiradas a la basura o quemadas, y algunas de esas cosas tenían un valor sentimental para mí.
Mientras esperaba, sólo podía pensar en qué pasaría por la cabeza de Ayato cuando supiera que me había desaparecido sin despedirme en persona. ¿Pensaría en mí alguna vez? En mi cabeza sí existiría su recuerdo. Sus atenciones y su comportamiento cálido habían marcado un antes y un después en mi vida. Ahora no sabría cómo vivir sin ello.
Una vez que el autobús llegó, abordé y continué mi camino. Estaba tan vacío que, de alguna manera, combinaba con mi sombrío sentimiento de soledad. Sabía perfectamente que podría haber presionado a Ayato para que se casara conmigo y así ejercer presión sobre esa gente, pero a la vez, no quería que se viera envuelto en una situación que pusiera en riesgo su vida. Tal vez, después de todo, había llegado a apreciarlo más de lo que suponía.El autobús arribó a su destino después de unas cuantas horas. No había nadie esperándome en la central, de la misma manera en la que nadie me había detenido en la central de camino hacia acá. Una parte de mí, anhelaba que alguien llegara a detenerme, que alguien hubiera detenido mi brazo y me dijera que no podía ir allá... Quería un héroe; al final, sólo había gente extraña en la central, pero nadie que detuviera mi camino.
De la central, tomé un taxi con dirección a mi infierno personal, a la que sería mi cárcel por el resto de mis días. Aún no sabía si quería morir o no, lo único que sabía era que, si las cosas se ponían muy feas y no podía soportarlas, terminaría con mi vida. No quería morir, ni tampoco quería el sufrimiento de mis padres, por malos que fueran.
Durante el trayecto, comenzó a nevar. No se esperaban nevadas en esta época, sin embargo, habían llegado, al igual que los problemas. Parecía que el clima había sido contagiado por las circunstancias de mi vida. Mis días se habían vuelto grises, en todos los aspectos posibles.
—Llegamos al destino, señor.
—Sí... llegamos. —Miré el taxímetro y saqué la cantidad de dinero correspondiente—. Aquí tiene. Gracias por traerme.
—Que tenga un buen día.
El frío hacía que temblara peor de lo que ya estaba temblando por la ansiedad. No sólo no quería ver a mi padre con algunos dedos cortados, sino que también tendría que soportar su odio hacia mí, cuya razón desconocía, y cuyo resentimiento comprendía. Inhalé hondo antes de avanzar hacia delante.
—Padre, —dije sin llamar a la puerta, sólo acercándome hasta quedar pegado a ella—, estoy aquí.
La puerta se abrió rápidamente. No era mi padre, sino mi madre. En sus ojos pude ver el odio que había acumulado durante todo el tiempo que no nos habíamos visto. Ni siquiera parecía sorprendida, sólo parecía sumamente furiosa. Mi corazón iba tan rápido que me pregunté si me daría un infarto. Sentía la adrenalina moverse en mi estómago. Quería salir corriendo, pero en vez de eso, sólo miré a mi madre.
—Eres un maldito desagradecido. —Me dio una bofetada—. ¿Piensas que regresando a esta casa para entregarte vas a enmendar lo que has provocado?
—No, madre, sé que no. —Me jaló dentro de la casa y cerró la puerta—. Vine a entregarme para que ya no tengan problemas por mi culpa. Supe lo que le pasó a mi padre.
—Ahora mismo está en el hospital, así que no esperes verlo. —Mi madre tomó el teléfono y comenzó a marcar un número—. Ni siquiera se te ocurra moverte, basura, o te prometo que yo misma me encargaré de matarte.
Era evidente que no esperaba fanfarrias ni un gran banquete por mi regreso, ya que sabía lo que me esperaba, pero tampoco pensaba que mi madre me diría que podría ser capaz de matarme si intentaba huir. Escucharlo me hizo reflexionar si realmente debía salvar la vida de mis padres con un precio tan alto para mí. Nadie en su sano juicio daría su integridad por alguien tan malvado.
—Sí, ella habla —dijo mi madre—. Estoy buscando a Pierro, ya que su pago está en casa. Vengan por él antes de que suba su precio.
—¿Puedo preguntarte algo? —Esperé su respuesta, pero no la hubo, por lo cual decidí continuar—. ¿Alguna vez... me amaste?
—Ya que te he vendido, lo mínimo que puedo hacer es hablarte con franqueza. —Madre continuó preparando algo de comida, cosa que supongo hacía antes de que llegara—. Nunca quise ser madre, ni siquiera quería casarme. Mis padres me obligaron a casarme cuando resulté embarazada en mi adolescencia, pero me casaron con un tipo al que ni siquiera conocía, al cual conoces como tu padre. Ni siquiera sé quién es tu padre, Thoma, y ni siquiera yo te di ese nombre.
Mi corazón se encogió. Sabía que mi madre no sentía mucho afecto por mí, pero ahora que me había enterado de una manera tan cruda que, aquel hombre por el que estaba dando mi vida, ni siquiera era mi padre, era devastador.
—¿Realmente crees que podría amar a la persona que destruyó mi vida? Ni siquiera me dejaron abortarte. He sido infeliz cada segundo desde que tu maldita existencia apareció en mi vida. Sólo quería estar vagando en fiestas y divirtiéndome con hombres, pero tú tuviste que aparecer. —Me miró, pero ni siquiera había desprecio en sus ojos, sólo parecía una mirada vacía—. No, no te amo, ni jamás te amé. Jamás creo amarte tampoco. Aunque, para ser honesta, creo que tu padre sí te llegó a querer en algún momento. No llegué a amarlo nunca, tampoco, pero me dio una vida cómoda, así que cuando menos hizo algo productivo.
—¿Planeas destruirme antes de mandarme a un infierno? —pregunté con la voz quebrada y lágrimas bajando por mis mejillas—. ¿Planeas destruir más mi vida de lo que ya está?
—Bienvenido a la realidad. Sólo te estoy haciendo lo mismo que tú me hiciste a mí.
—¡Era un bebé! —grité con rabia—. Sólo debiste haberme abandonado o debiste haber hecho algo para matarme. ¿Por qué... por qué no sólo me mataste cuando era un bebé?
—Lo traté, pero te aferraste a la vida y a mi vientre como el maldito parásito que eres, así que ahora sólo sufre las consecuencias de hacer mi vida miserable.
Había regresado a destruir y arruinar mi existencia. Estaba aquí para hacer mi vida más miserable de lo que ya había sido. Durante un tiempo, realmente pensé que mi madre me amaba, aunque sea un poco. Me engañaba a mí mismo diciendo que habíamos sido felices, que las idas a parques, a museos y algunos viajes, habían sido porque mi madre tal vez comenzaba a amarme. No importaba cuánto lo intentara, ella jamás me amaría.
¿Debía quedarme? ¿Debía preocuparme por la vida de esta mujer que incluso había intentado terminar con mi vida cuando ni siquiera tenía conciencia. ¿Realmente valía la pena dar mi vida por el hombre que me había criado y que ni siquiera era mi padre? Sabía la respuesta, pero no tenía el suficiente valor para tomar esa decisión. Era una desgracia que yo no tuviera la misma mentalidad y el mismo corazón perverso que ellos.
Tocaron la puerta. No podía moverme, no podía hablar, no podía mirar hacia otro punto que no fuera la manija del viejo refrigerador; mi mirada estaba viendo un punto, pero mi mente ya no estaba presente en este plano. Sabía quién estaba detrás de la puerta, y no quería abrir.
—Ni siquiera eres bueno para abrir la puerta. —Abrió la puerta—. ¿Y usted quién es? Si está aquí queriendo comprar la casa para una remodelación del barrio déjeme decirle que...
—Vine aquí por mi prometido. —Giré la vista hacia la puerta al escuchar la voz.
—Entonces se equivocó de casa.
Mi madre azotó la puerta, pero una mano la detuvo, y empujó a mi madre hacia un lado, quien lo miró molesta. Vi a aquel hombre de cabello celeste y de ojos tan azules como el mismo cielo, cuya valentía y determinación le habían hecho venir hasta este basurero.
—No me equivoqué, señora. —Ayato se acercó a mí y me tomó la mano—. Este hombre es mi prometido.
—¿Cómo? —Mi madre estaba boquiabierta—. Pero él...
—¿Creyó que podía vender a la persona que amo así como así y que nadie haría nada por él? Su comportamiento carece de las aptitudes de una madre. Usted no es, ni será mi suegra. Le agradezco por traer a la vida a un hombre tan maravilloso, pero sepa que jamás podré perdonar ni olvidar lo que le ha hecho.
—Ayato... —Llamé su nombre por accidente.
—Nunca pienses que puedes desaparecer de mi vista. No pienso permitir que nada ni nadie te aparte de mi lado, y eso incluye a tu madre y a cualquier delincuente que se meta en mi camino. —Uno de sus guardaespaldas le entregó un abrigo y una bufanda, los cuales Ayato me colocó con sus propias manos—. Me encargaré de cuidarte siempre y de hacerte feliz. No pienses que alguien tan insignificante podría hacerme daño jamás, ¿me entendiste?
—Sí...
—Vámonos.
Ayato tomó mi mano y me jaló para que fuera junto con él, pero otra mano tomó mi brazo libre, deteniendo mi trayectoria hacia afuera. Me giré para ver a mi madre molesta y desesperada. Su respiración estaba agitada y su mirada parecía querer asesinarme.
—Ni se te ocurra largarte, Thoma.
—Suéltelo, señora, o tendré que usar la fuerza y mis influencias nuevamente. —Ayato tomó el antebrazo de mi madre y lo empujó para que me soltara, interponiéndose entre mi madre y yo—. Nunca, ni siquiera por accidente, se le ocurra tocar un solo cabello de la cabeza de Thoma, o prometo que acabaré con todo lo que usted valora, si es que hay en usted un corazón que sienta, porque al hacer esto me demuestra que ni siquiera puede amarse a usted misma.
Mi madre dio tres pasos hacia atrás, con una mirada que demostraba el dolor que había sentido al escuchar esas palabras. Miré a Ayato nuevamente, quien tomó mi mano y me hizo caminar a su lado hasta llegar al coche. Dos de sus guardaespaldas se subieron en los asientos delanteros, mientras que nosotros nos fuimos en los asientos traseros. Una camioneta y otro coche venían en caravana detrás de nosotros, cuidando que nadie se nos acercara mientras nos alejábamos.
—¿Te importa que algo malo les pueda acontecer? —preguntó Ayato mirándome.
—¿Sería estúpido si te dijera que sí? —Mi labio inferior temblaba mientras contenía mis ganas de llorar—. ¿Me creerías un débil y un idiota si te digo que no quiero que nada malo les pase?
—No, nunca creería, ni me atrevería decir tales cosas de ti. —Ayato acarició mi mano con los ojos cerrados—. Por el contrario, pienso que eres el hombre más maravilloso con el que me he topado, un hombre de buen corazón, que está dispuesto a ser un sacrificio en un altar por las personas que ama. Aunque, debo admitir que estoy molesto contigo.
—¿Molesto? —Era probable que ya supiera que lo había utilizado—. ¿Puedo preguntar por qué?
—Hablaremos en cuanto estemos a solas. Ahora debo hacer una llamada. —Ayato sacó su celular y comenzó a marcar un número—. ¿Hola? Sí, sólo para decirte que las personas de la casa 2510 son testigos de los delitos, no involucrados directos... Fue algo más circunstancial... Sí... Exacto... Encárgate de ponerles vigilancia para que nada les suceda, ¿de acuerdo? Gracias.
—¿Quién era? —pregunté al ver que terminó su llamada.
—Era mi secretario, quien se encarga de todos estos asuntos directamente con el alcalde.
—¿El... alcalde?
—Sí, lo que pasó no fue para menos. El alcalde es mi amigo íntimo, así que me hizo el favor de mover a la policía para meter a aquellos delincuentes a la cárcel durante una buena cantidad de tiempo. En un principio, pensé en también destruir la vida de tus padres, pero quise escuchar primero cuál era tu posición al respecto. Quise respetar tu espacio y tus deseos personales. —Ayato podía ser sádico algunas veces a su manera, pero me conmovía un poco su manera de actuar y de protegerme—. Si te soy sincero, yo hubiera preferido hacerles tanto daño como ellos te hicieron a ti, pero quiero tu tranquilidad antes que nada, así que respetaré tus deseos.
—Ni siquiera sé cómo puedo agradecerte lo que estás haciendo por mí... No tengo manera de pagarte, ni siquiera he sido un buen novio. —Lo mínimo que podía hacer ahora mismo era ser honesto con él, así volviera a cavar mi propia tumba—. Ayato hay muchas cosas que no sabes, muchas cosas que debes...
—Shh, no hables y duerme un poco. Iremos a mi penthouse y llamaré a un doctor para que acondicione una de las habitaciones para que puedas recuperarte ahí.
—Pero, Ayato...
—Dijiste que no sabías cómo pagarme. Págame de esta manera, Thoma. —Ayato introdujo su mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una argolla, entonces la colocó en mi dedo anular—. Quédate a mi lado. Vive en mi penthouse y hagámoslo nuestro hogar. Y otra cosa, mejorate pronto... para que podamos casarnos y ya nadie se atreva siquiera a tener el pensamiento de tocar un solo cabello de tu cabeza.
Miré a Ayato, con los ojos llorosos y con el corazón lleno de un sentimiento nuevo que nunca creí sentir: calor de hogar. Me acerqué a él lentamente, colocando con cuidado mi mano en su mejilla. Miré sus labios y luego miré sus ojos, quería saber de antemano si me permitía besarlo. Él cerró los ojos y se acercó ligeramente, entonces yo también me acerqué y lo besé. Era nuestro primer beso, y se sentía como tocar el cielo con las manos. Agradecí que hubiera una división entre los asientos delanteros y los traseros, o los guardaespaldas hubieran visto este momento. Ayato colocó una de sus manos detrás, en mi nuca, mientras que la otra la colocó sobre mi brazo.
—¡Ouch, espera! —Ayato se apartó de inmediato.
—¿Qué sucede? —preguntó asustado, examinándome.
—Apretaste mi brazo en una zona donde tengo una herida y me dolió. Perdón, rompí la magia de nuestro primer beso —me disculpé avergonzado.
—No rompiste ninguna magia, al contrario, este momento le dio realismo a mi determinación. —Tomó mi mano en la cual se encontraba el anillo, y su otra mano la colocó en mi mejilla—. Thoma, te protegeré de todo lo que pueda hacerte daño. Nunca permitiré que esto vuelva a sucederte. Nunca.
—Ayato... —Tomé su rostro y le di un corto beso en la nariz—. No sé qué hice para merecer un hombre como tú en mi vida, pero jamás podré agradecer lo suficiente el conocerte.
Me acerqué nuevamente y lo besé. Esta vez, Ayato tuvo sumo cuidado de en dónde colocaba sus manos. El beso era más mágico que el primero. Me daba miedo la velocidad vertiginosa con la que se estaban dando las cosas, pero a la vez, tenía confianza en que estaba tomando una buena decisión al dejar que esto pasara y siguiera su propio ritmo. Esta había sido mi meta, pero ahora era diferente, porque él había tomado la decisión sin sentirse presionado.
Una vez que estuviéramos a solas, le contaría la verdad. Claro que ahora tenía en la mente el claro pensamiento de que realmente sentía algo por Ayato, de que lo quería, pero si de verdad lo quería, debía ser honesto con él y velar por su propio bien antes que el mío. Sin importar las consecuencias, esa era mi decisión.
Ayato parecía saber algunas cosas ya, parecía tener lagunas en la información, pero parecía saber las cosas más importantes, como que mis padres me habían vendido y que yo había escapado para protegerlos. Probablemente había movido sus influencias para averiguar un poco sobre mi pasado y sobre todo lo que me rodeaba. Probablemente ahora tenía una idea más clara de quién era yo y de mis orígenes. Tal vez, incluso podía hacerse a la idea de que conquistarlo había sido una maquinación mía desde un inicio. Ayato era inteligente, así que seguro lo imaginaba.
Por ahora, no me enfocaría en esos pensamientos y me permitiría disfrutar este momento y este beso, así fuera el último que hubiera entre nosotros. Si esto sería una despedida... una lluvia pasajera... Entonces me permitiría mojarme hasta que la nube se desvaneciera en el aire. Me permitiría sentir algo por alguien, así después todo fuera sufrimiento, llanto y recuerdos perdurantes de lo que alguna vez fue mi felicidad, del que alguna vez fue mi héroe.
—Thoma, —se separó de nuestro beso—, no me diste una respuesta, sólo nos besamos, pero ¿sí te casarás conmigo? Sé que es precipitado y...
—Ayato, me casaré contigo. —Iba a besarme, pero lo detuve—. Pero primero tienes que escuchar lo que tengo que decirte, y después podrás tomar una decisión.
—¿Te digo algo? Creo que piensas que con esas palabras me asustarás y piensas que yo comenzaré a sobrepensar la situación que nos espera cuando estemos a solas, pero quiero decirte que nada me hará cambiar lo que ya elegí como mi destino. Thoma, te elegí a ti como destino, y no pienso cambiar eso, no pienso permitir que nada ni nadie me haga apartarme del camino que ya elegí recorrer. Eres todo lo que quiero en esta vida, y sin importar lo que me puedas decir, sé que mi decisión estará intacta y seguiré a tu lado. Sólo puedo esperar que tú también sigas a mi lado y no te alejes por el miedo o la inseguridad de un futuro incierto.
La determinación y firmeza de sus palabras me hicieron sentir seguro y confiado en que no sería fácil quitármelo de encima. No importaba cuanto me alejara o huyera de él, él vería la forma de traerme de regreso a sus brazos, a casa. Tal vez, a su lado, siempre tendría un lugar al cual regresar, un refugio... un hogar.🦊: Capítulo más cortito de lo acostumbrado y con algo de drama, pero también con cositas bonitas 🩶😌. No sabemos qué pasará en el futuro, pero mientras tanto, hoy Ayato y Thoma son felices 🫰🏻. Gente encerrada (no sabemos por cuánto tiempo 👀), y drama por venir, pero cuando menos tuvimos algo bonito en este capítulo y evitamos cosas malas 👀🩶.
Espero les esté gustando la historia 🩶. No olviden dejar un MG y un comentario, recuerden que esa es mi fuente de inspiración 🩶. Los tqm 🫶🏼
ESTÁS LEYENDO
Reditos de un Engaño || Ayathoma/Thomato AU ||
FanfictionThoma, un joven en sus veintes, se ve obligado a buscar a un hombre adinerado después de ser vendido a un prestamista pervertido que buscará la manera de obtener lo que ha comprado. ¿Podrá Thoma llevar a cabo su engaño y librarse de su propio infier...