𝐏𝐈𝐋𝐎𝐓𝐎: 𝐑𝐎𝐉𝐎 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎
𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈𝐎́𝐍 𝐋𝐄𝐂𝐋𝐄𝐑𝐂
𝟎𝟖/𝟐𝟏/𝟐𝟎𝟐𝟒La música retumbaba en las paredes de mármol, vibrando en el aire con una intensidad que hacía temblar los cristales. Las luces estroboscópicas se reflejaban en las copas de cristal, proyectando destellos rojos y dorados sobre las figuras que se movían al ritmo de la pesada música. El salón estaba lleno, saturado de cuerpos que se contorsionaban con deseo y lujuria desenfrenada, una mezcla de fragancias caras y sudor se alzaba en el aire, densa y embriagadora. Realmente asqueroso, pero el asco no cabia dentro de su cabeza, solo el alcohol y el sexo.
En el centro de todo, como una estrella en su apogeo, estaba Charles Leclerc. Sus ojos verdes, ahora opacados por la bruma del alcohol, recorrían la habitación con la misma intensidad que el fuego que ardía dentro de él. Las chicas y los chicos se acercaban, atraídos por su belleza o como muchos decían “Gran polla”, por el poder y riqueza que lo envolvía como un manto invisible. Charles, sin embargo, apenas notaba las manos que se deslizaban por sus brazos, los susurros que le rozaban la piel, las risas que resonaban en sus oídos, toda esa molesta gente que quiere llevarlo a la cama o atraparlo en el romance. Tontos, Charles Leclerc no ama a nadie, no tiene romances, no tiene corazón.
O eso e lo que dice el.
Levantó una copa de champagne, la burbujeante bebida reflejaba la luz carmesí que dominaba la sala. Tomó un largo trago, sintiendo el líquido quemar su garganta, pero no lo suficiente como para apagar el incendio que lo consumía. El alcohol era su aliado y su enemigo, y en ese momento, la única cosa que mantenía a raya las voces en su cabeza. Caos.
───Charles, ¡soy tuyo!───gritó alguien a su lado, un chico cuyo nombre Charles no recordaba y probablemente nunca lo haría.
Él sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y dejó que lo arrastraran de nuevo al epicentro de la fiesta. Era el rojo fuego, quemando cada rastro de sobriedad, consumido por sus propios vicios. Cada trago, cada caricia, lo llevaba más cerca del abismo, pero él no parecía preocuparse. Aquí, en medio de la decadencia, se sentía invencible, al menos por esta noche.
Pero mientras el resto del mundo se entregaba a la fiesta, había un par de ojos que no dejaban de observar. Max Verstappen, su guardaespaldas, se mantenía en un serio perfil, siempre atento, siempre vigilante. Su mirada se entrelazaba con preocupación y algo más profundo, un sentimiento que llevaba demasiado tiempo escondido, enterrado bajo capas de profesionalismo.
Max apretó los puños, sus nudillos blancos por la tensión. Ver a Charles así, desmoronándose poco a poco bajo el peso de sus demonios, le desgarraba el alma. Sabía que no podía simplemente acercarse y sacarlo de ahí, no sin querer ser despedido, no sin arriesgarse a perderlo. Pero cada segundo que pasaba, cada copa que Charles vaciaba, cada mano que tocaba su piel, las lenguas que recorrían el cuerpo del monegasco, sentía asco, rabia, quería golpear a todos y sacar a Charles de ahí. Aunque también hacían que Max deseara más que nunca poder decirle lo que realmente sentía, aunque sabía que ese día podría nunca llegar.
La fiesta continuaba, las personas seguían tocando a Charles, dejando varias marcas, quien también seguía bebiendo, quemándose en su propio infierno privado. Y mientras lo hacía, Max permanecía alejado con su compañero, Carlos, quien es el otro guardaespaldas de Charles, Ambos veían como se quemaba, Max lo hacía , el único que veía el verdadero rojo fuego que consumía a su jefe.
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𝑽𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔 𝑹𝒐𝒋𝒐 𝒇𝒖𝒆𝒈𝒐 𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒎𝒂𝒓𝒊𝒏𝒐 || 𝑳𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏
Fanfiction¡CAOS! eso era lo que Charles vivía, o más bien ocurria dentro de su cabeza, y no importa cuantas personas lo ayudasen nunca cambiaría, eso hasta que Max decide hacer o declarar lo que siempre sintió. ¿Ambos soportarán el caos a su alrededor? 13/1...