𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟓: 𝐀́𝐍𝐆𝐄𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃𝐀
𝟎𝟗/𝟎𝟓/𝟐𝟎𝟐𝟒
𝐋𝐔𝐍𝐀 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐄𝐀𝐃𝐀La gran mansión Leclerc, que alguna vez había sido un refugio de tranquilidad o eso era antes de que Charles perdiera todo, ahora estaba llena de luces neón brillantes, música ensordecedora, y cuerpos que se movían al ritmo de una fiesta sin fin. Charles había organizado una de sus famosas fiestas, un evento que reunía a las personas, a los que buscaban un poco de la magia que irradiaba el monegasco, aunque para él, esa magia hacía tiempo que se había desvanecido, pero aun tenia su cuerpo, aprovecharía eso, quería que lo desearan, que lo aclamaran, aunque después de eso el mismo se asqueara de su propio cuerpo por estar tan sucio.
El alcohol fluía como ríos dorados, y las risas llenaban el aire, pero todo eso pasaba desapercibido para Charles. Se encontraba en medio de la multitud, con la mirada perdida, apenas consciente de las personas que lo rodeaban, que besaban su piel, que lo tocaban como si de un trofeo se tratase. Estaba vestido con su habitual perfección, pero su semblante era el de un hombre al borde del abismo. Max y Carlos se mantenían cerca, vigilando cada movimiento de las personas que intentaban sobrepasarse, echando a cada persona que se atrevía a acercarse demasiado.
Max sentía la furia arder en su interior con cada contacto que alguien hacía con Charles, con cada mirada lujuriosa que se posaba sobre él. Veía cómo las personas, desconocidas y superficiales, se acercaban para tocarlo, para besarlo, aprovechándose de su estado, y esa visión era un puñal que se clavaba en su corazón una y otra vez. Pero sabía que no podía hacer nada. Su trabajo era proteger a Charles, mantenerlo a salvo, pero no podía evitar que la rabia creciera cada vez más con cada toque, cada susurro al oído del monegasco.
Charles, por su parte, estaba perdido en una nebulosa de alcohol y drogas. Sus risas eran huecas, sus movimientos torpes, y aunque por fuera aparentaba estar disfrutando, por dentro solo había un vacío inmenso, un abismo que parecía no tener fin. En algún momento de la noche, un hombre, mucho mayor que él, se acercó demasiado, sus intenciones claras en cada gesto. Max lo vio desde el otro lado de la habitación, sus ojos llenos de ira al notar cómo ese hombre intentaba llevar a Charles hacia los baños, aprovechándose de su estado vulnerable.
Fue la gota que colmó el vaso.
Max atravesó la multitud con pasos apresurados, apretando los puños, lastimándose con la presión que hacía, su mandíbula tensa, su furia se hacía relucir con cada paso que daba, tirando a más de algún invitado. No le importaba que estuvieran en medio de una fiesta, no le importaba que todos los ojos estuvieran sobre él. Solo había una cosa en su mente: proteger a Charles de cualquier amenaza, incluso si esa amenaza venía disfrazada de manos aparentemente amigas. Cuando llegó a los baños, encontró al hombre mayor sujetando a Charles, sus manos recorriendo su cuerpo con descaro.
Sin mediar palabra, Max lo golpeó con toda la fuerza de su furia contenida. El hombre cayó al suelo, sorprendido por la rapidez y la violencia del ataque. Charles, que apenas podía mantenerse en pie, miró a Max con ojos vidriosos, y en ese momento, algo dentro de él se rompió. Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro del monegasco, lágrimas de desesperación, de tristeza, de odio hacia sí mismo por haber caído tan bajo, por haberse puesto en una situación tan degradante, y si es cierto que se había acostado con muchas personas, pero o eran de su edad o solo 2 años mayores que él, pero alguien que podría ser su padre, era asqueroso.
───¡Lárgate ahora!───Grito el rubio, asustando mas al hombre, Charles solo seguía ahí tirado, sin saber que hacer, sin poder moverse, el alcohol no lo permitía.
Max, al ver a Charles así, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Se arrodilló junto a él, tomando su rostro entre sus manos, limpiando las lágrimas que caían sin cesar.
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𝑽𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔 𝑹𝒐𝒋𝒐 𝒇𝒖𝒆𝒈𝒐 𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒎𝒂𝒓𝒊𝒏𝒐 || 𝑳𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏
Hayran Kurgu¡CAOS! eso era lo que Charles vivía, o más bien ocurria dentro de su cabeza, y no importa cuantas personas lo ayudasen nunca cambiaría, eso hasta que Max decide hacer o declarar lo que siempre sintió. ¿Ambos soportarán el caos a su alrededor? 13/1...