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Las lágrimas habían comenzado a brotar de sus ojos mientras estaba recostada en su cama. La tristeza y la soledad se apoderaban de Jennie, haciéndola sentir pequeña en su propio mundo. No había querido que las cosas terminaran así con Lisa, pero la situación se había salido de control. Hacía apenas unos 20 minutos que Lisa se había ido, y desde entonces, la culpa la estaba carcomiendo.

Jennie intentó secarse las lágrimas, aunque el nudo en su garganta seguía apretando. Estaba tan absorta en su angustia que casi no escuchó los golpes fuertes en la puerta. Al principio pensó que era su vecina, quizás para quejarse del ruido o pedir algo prestado. Se levantó con desgano, arrastrando los pies hasta la entrada. Sin mucho ánimo, abrió la puerta, preparada para cualquier interacción molesta.

Pero lo que encontró al otro lado la dejó sin palabras.

Era Lisa, de pie frente a ella, con un montón de bolsas en las manos, cargadas hasta el borde. Parecía que había arrasado con un supermercado entero. Jennie parpadeó, aun con rastros de lágrimas en sus ojos, intentando procesar lo que veía.

Lisa la miró con una mezcla de determinación y ternura. Sin darle tiempo a reaccionar, cruzó la puerta y comenzó a dejar las bolsas en la mesa de la pequeña cocina. "No me mires así, Jennie", dijo mientras organizaba las cosas. "Sabía que no ibas a aceptar el dinero, así que fui a comprar todo lo que sé que necesitas".

Jennie seguía paralizada, sin saber qué decir. No podía entender como Lisa, después de haberse marchado visiblemente molesta, había vuelto con esa carga de provisiones.

Lisa se giró hacia ella, con los brazos cruzados y una expresión que decía que no iba a aceptar un "no" como respuesta esta vez. "Antes de que empieces con tus excusas, escucha. Sé que lo tuyo y lo mío no es nada serio, pero me importa que estés bien. No puedo irme tranquila sabiendo que apenas tienes para comer".

Jennie sintió que las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, esta vez no solo por la tristeza, sino por la mezcla de emociones que la invadían. Lisa, quien siempre mantenía esa actitud despreocupada y distante, estaba allí, haciéndole ver que le importaba más de lo que nunca habría imaginado.

Lisa se acercó a Jennie y, con un gesto sorprendentemente suave, le acarició la mejilla para limpiar una lágrima que resbalaba. "No llores, ¿vale? No tienes que enfrentarlo todo sola."

Jennie, con la voz entrecortada, murmuró: "Lisa, yo... no sé qué decir. No esperaba que volvieras".

Lisa esbozó una pequeña sonrisa. "¿Y dejarte así? No iba a poder dormir tranquila. Ahora, vamos, ayúdame a guardar todo esto y luego comemos algo. Estoy segura de que no has comido en todo el día".

Jennie asintió en silencio, sintiéndose abrumada por la mezcla de gratitud y cariño que comenzaba a asomar entre ambas. Sin decir nada más, comenzó a ayudar a Lisa a organizar las cosas en su excusa de cocina. Aunque no se dijeron mucho en ese momento, la tensión que había flotado en el ambiente antes de la partida de Lisa se disipaba poco a poco.

Con cada bolsa que vaciaban, Jennie sentía que, de alguna manera, no estaba tan sola como creía. Pero cuando empezaron a sacar todo lo que Lisa había comprado, la magnitud de la situación la abrumó. Lisa no había llevado solo lo esencial; había llenado la cocina de Jennie con prácticamente un buffet de alimentos.

Había carne de todo tipo: cerdo, pollo, filetes de res, carne molida, alitas de pollo, jamón, e incluso pepperoni. Luego, Jennie vio que Lisa había comprado varios tipos de queso: en crema, en lonjas, de bola. Las bolsas también contenían una variedad de panes: hogazas, baguettes, y hasta bollos pequeños. Había jugos naturales, yogur, y una montaña de galletitas. Café, chocolate en polvo, dulces, leche, huevos, arroz, y varias latas llenaban las encimeras. Un frasco de helado resaltaba entre la mezcla de alimentos, junto con paquetes de pasta, aceite, y salsas para todos los gustos: de tomate, para nachos... todo lo que uno podría imaginar. Lisa no se había detenido ahí. Había vegetales frescos, mantequilla, azúcar, pescado, y hasta botellas de agua. Entre las bolsas, Jennie también encontró productos de higiene como papel de baño y pasta dental.

get me started - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora