𝟐𝟎

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La pelinegra se mantuvo con la mirada fija en Jennie, sus ojos oscuros viajando por el cuerpo expuesto de la chica, como si quisiera memorizar cada detalle. Aún apoyada en sus brazos, Lisa se tomó su tiempo para recuperar el aliento. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración acelerada, mientras el silencio cargado de intimidad se extendía entre ambas. Al final, se inclinó hacia atrás, quitando su peso de encima y moviéndose despacio. Deslizó sus manos con cuidado y, después de una última mirada a los ojos de Jennie, sacó su polla de su interior con una lentitud que parecía un susurro. La calidez de sus cuerpos aún latía en el aire.

A pesar de su respiración entrecortada y el temblor leve que recorría sus piernas, mantenía su mirada fija en Lisa. Observaba cada movimiento que hacía, entre una mezcla de curiosidad y algo que no lograba descifrar del todo. Lisa, siempre tan cuidadosa, se quitó el condón y lo lanzó hacia un lado sin decir una palabra. Se levantó lentamente, dándole tiempo a Jennie para procesar todo lo que acababa de suceder. El cuarto se llenó de ese silencio, uno cargado de sensaciones, en el que ambas parecían estar sumergidas, intentando entender la intensidad que acababan de compartir.

El ambiente se sentía denso, casi como si el aire vibrara con la tensión contenida entre ellas. Cada respiración parecía provocar una chispa que amenazaba con prender el deseo que ambas habían mantenido, deliberada o inconscientemente, a raya. Las palabras sobraban; bastaba con la forma en que se miraban, con el leve temblor en sus cuerpos, esperando.

Lisa, segura de su decisión, avanzó con la misma calma controlada que la caracterizaba, sus pasos apenas resonando en la habitación. No había dudas en sus ojos, y eso solo intensificaba el efecto que tenía sobre Jennie. Lisa había estado considerando este momento desde hacía mucho tiempo, explorando cada rincón de sus pensamientos en busca de algo que siempre la atraía de Jennie, algo que la tentaba a seguir adelante. Ese día había sido diferente; ya no se trataba de intenciones escondidas o deseos disimulados. Se trataba de una determinación que Lisa no planeaba abandonar.

Se acercó a Jennie, posando sus ojos en el abdomen expuesto de la chica, y de allí dejó que sus dedos rozaran su piel con una suavidad que contrastaba con la intensidad de su mirada. Lisa podía sentir la calidez bajo su tacto, un calor que encendía aún más su respiración. Sin despegar los ojos de Jennie, sus dedos dibujaban ligeros trazos sobre su piel, explorando como si fueran las primeras veces. Cuando finalmente sus miradas se encontraron de nuevo, la intensidad en sus ojos decía más de lo que las palabras podrían expresar. Era como si, en ese intercambio silencioso, ambas estuvieran respondiendo preguntas que llevaban mucho tiempo sin atreverse a formular.

Sin desviar la mirada, Jennie aceptó el peso de esos ojos sobre los suyos. Podía sentir cómo algo en su interior temblaba, atrapado entre la emoción y la expectación. Sin decir una sola palabra, compartieron un entendimiento tácito, una promesa que solo ellas podían comprender, perdida en el silencio denso de la habitación.

Lisa dejó que sus manos recorriesen el cuerpo de Jennie como si estuviera trazando un mapa sagrado, cada centímetro de piel descubierta se convertía en un espacio donde podía volcar la delicadeza de sus caricias. Al tomar su cintura, sus dedos la rodearon con una seguridad suave, una certeza callada. Sus manos se deslizaron hacia arriba, lentamente, rozando las costillas como si pudiera sentir los latidos de su corazón al tocarla. Jennie cerró los ojos un instante, dejándose envolver por la intimidad de cada movimiento, respirando en sintonía con Lisa.

El roce de sus dedos llegó al borde de sus senos, donde se detuvo por un segundo, solo para saborear el efecto que causaba en la piel de Jennie, que parecía responder como una llama encendida bajo su toque. Sin prisa, Lisa dejó que sus manos continuaran su ascenso hasta el cuello de Jennie, donde sus dedos se aferraron con suavidad, una muestra de poder contenida en una caricia tan cuidadosa. Finalmente, al llegar a las mejillas de Jennie, la acarició como si su piel fuera de cristal, como si cada toque pudiera capturar en él un suspiro.

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