Mytheria - El Despertar del Dragón

T1:C10 El Enigma del Sabio de las Montañas

El aire en Mytheria estaba cargado de expectación cuando el grupo regresó, portando el fragmento del Espíritu, un trozo de poder ancestral que parecía vibrar con energía mística. El crepúsculo bañaba la ciudad con tonos dorados mientras se reunían alrededor de una mesa en la taberna principal. La luz de las velas lanzaba sombras danzantes sobre sus rostros mientras discutían el siguiente paso en su peligrosa misión.

Zarek, con el fragmento del Espíritu resplandeciendo en su mano, lo observaba con detenimiento, como si este fuera una respuesta, pero también un enigma. "Hemos conseguido uno," dijo en voz baja, aunque su tono estaba cargado de determinación. "Pero aún no tenemos suficiente. Necesitamos saber más sobre los otros fragmentos... y sobre los Maestros Dragón."

Linnea, siempre perspicaz y preparada, sacó de su bolso un pergamino antiguo, descolorido por el tiempo pero rebosante de promesas. "He oído hablar de un sabio que habita en las montañas del norte. Dicen que conoce todos los secretos del reino, incluso aquellos que el tiempo ha tratado de borrar. Si alguien puede ayudarnos, es él."

Lyra, con una chispa de emoción en los ojos, asintió vigorosamente. "¡Debemos ir a verlo! No podemos dejar pasar esta oportunidad. Es nuestra mejor opción."

Caius, quien se mantenía serio y calculador, apoyó su mano en el pomo de su espada y se puso de pie. "No tenemos tiempo que perder. Partiremos al amanecer, y si todo sale bien, al caer la noche habremos encontrado las respuestas que buscamos."

La mañana siguiente trajo consigo una bruma espesa que cubría Mytheria como un velo de misterio. El grupo se preparó con diligencia, llenando sus mochilas con provisiones, agua y todo lo necesario para el arduo viaje. La atmósfera estaba cargada de anticipación, y cada miembro del grupo sentía la importancia de lo que estaba por venir.

El camino hacia las montañas fue más complicado de lo que habían imaginado. Senderos estrechos y empinados zigzagueaban a través de acantilados escarpados y bosques densos. Cada paso era una lucha contra la naturaleza misma. Rocas sueltas amenazaban con hacerlos caer, y la niebla se hacía más espesa a medida que ascendían, como si las montañas estuvieran protegiendo celosamente los secretos que ocultaban.

Después de horas de caminata extenuante, finalmente divisaron una cabaña solitaria en la distancia. Rodeada por árboles centenarios que susurraban con el viento, la construcción parecía fuera de lugar, como una reliquia olvidada de un tiempo más antiguo.

Zarek se adelantó con cautela y llamó a la puerta de madera maciza. "¿Hola? ¿Hay alguien aquí?" Su voz resonó en el aire cargado de misterio.

La puerta se abrió con un chirrido lento y prolongado, revelando a un anciano de aspecto venerable. Su larga barba blanca caía hasta su pecho, y sus ojos, afilados y brillantes, parecían penetrar el alma de quien los miraba. "Soy Eldarion," dijo con una voz profunda y sabia. "Guardían de estos montes y los secretos que albergan. ¿Qué os trae a mi morada en tiempos tan oscuros?"

Zarek inclinó la cabeza en señal de respeto. "Maestro Eldarion, hemos venido en busca de sabiduría. Necesitamos comprender más sobre los fragmentos de la creación... y sobre los Maestros Dragón que, según la leyenda, los protegían."

El anciano los observó por un momento, sus ojos escrutadores midiendo la pureza de sus intenciones. Tras una pausa que pareció prolongarse durante eones, asintió levemente. "Entrad, viajeros. Las respuestas que buscáis son profundas y peligrosas, pero os las compartiré, si estáis preparados para cargar con su peso."

El interior de la cabaña estaba repleto de libros polvorientos, antiguos pergaminos y objetos misteriosos que Zarek no había visto nunca. La sala principal olía a hierbas secas y madera quemada. Se sentaron alrededor de una mesa baja mientras Eldarion se colocaba enfrente de ellos, como un guardián del conocimiento ancestral.