6. DELITO POR OMISIÓN DEL DEBER DE SOCORRO. (HÉCTOR)

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Aquel sábado por la mañana Héctor se encontraba en el aeropuerto rumbo a los Estados Unidos. Mientras pasaba por el control de seguridad, el chico no podía evitar pensar en todo lo que iba a tener que dejar atrás por su imprudencia. Esa noche las pesadillas le habían privado del sueño, pues en sus sueños aparecía todo el rato, el cuerpo de aquella chica inconsciente en el suelo. Héctor viaja solo y las 8 horas de vuelo en las que solo se encontraban él y sus pensamientos se le hicieron eternas.

Una vez que el chico pisó suelo estadounidense, se encontró con su hermana Helena y su marido Alan, que le recogían en el aeropuerto para llevarle a su casa. Helena le saludaba con una sonrisa, ella era una muchacha treintañera bajita, tenía el pelo castaño y rizado y usaba gafas. Alan era un poco mayor que Helena, era un hombre alto y rubio que le ofrecía la mano a Héctor a modo de saludo.

Cuando llegaron a los aparcamientos, los tres se subieron al coche y fue Helena quien comenzó una conversación para romper el hielo:

- Bueno, ¿Entonces empiezas a trabajar aquí en las oficinas de Filadelfia, no?-

- Sí, empiezo dentro de dos días- contestó Héctor de manera muy seca.

-¿Tienes ganas de empezar?- preguntó la chica intentando sacar conversación a su hermano.

-Alguien tiene que ocuparse de ello, supongo- volvió a responder el chico con el mismo tono monótono de antes.

La hermana mayor del chico empezaba a sentir un sentimiento de preocupación por su hermano, el cual a pesar de ser joven y tener la oportunidad de empezar de 0 en un país nuevo, parecía bastante deprimido. Helena, al haberse mudado a otra parte del mundo, desconocía mucho de los detalles de la vida de su hermano durante su etapa universitaria, pero le extrañaba de que su hermano quisiera mudarse voluntariamente con ella y su marido justo después de acabar la universidad. Por lo que recordaba de sus videollamadas con su hermano, él era buen estudiante por lo que no le faltarían oportunidades de trabajo sin necesidad demudarse a la otra punta del mundo, la hermana de Héctor sabía que tenía un gran grupo de amigos en la facultad y que en su tiempo libre grababa unos cortos para los que tenía mucho talento e incluso tenía una novia. La única hipótesis que le quedaba a Helena era que su padre le hubiese obligado a mudarse a Filadelfia en contra de su voluntad. Aunque Héctor admiraba mucho a su padre, ella conocía como de maquiavélico y calculador, podría ser su progenitor. Como hermana mayor siempre había hecho caso a lo que le había dicho su madre y había intentado por todos los medios no influir en la percepción que su hermano tenía de su padre, aunque su experiencia viviendo con su padre hubiera sido traumática. Helena siempre había sido la víctima de la mano dura de Emmanuel Olarte, siempre había sido un padre muy exigente, estricto e incluso violento con ella. Aunque sus sospechas de que su hermano estaba sufriendo por culpa de su padre le entristecían, ella no quiso indagar más en aquello, pues era todavía muy pronto para estropear su encuentro con su hermano después de tantos años. Helena estaba muy feliz por fin poder tener a alguien de su familia en los Estados Unidos.

Héctor odiaba guardarle secretos a su hermana, quería contarle todo lo ocurrido para no cargar solo con la culpa. Sin embargo, como era bien sabido por Héctor, para cualquier otra persona los secretos entre miembros de la familia eran algo preocupante, pero para los Olarte era un escudo que los salvaba ser señalados por la sociedad y eso era lo peor que les podía pasar. Aunque su hermana tenía muchas ganas de hablar con él, este evadió todas las conversaciones diciéndole que le disculpase, pero que estaba demasiado cansado después del viaje, así que decidió irse a la habitación de invitados que le tenían preparada. Héctor estaba a punto de irse a la cama a descansar cuando recibió un mensaje de su padre en que decía textualmente que tenían que hablar urgentemente y el chico al ver el tono tan alarmante con el que su padre le escribía decidió llamarle. Emmanuel Olarte contestó a la llamada de inmediato y la repuesta que le dio su padre le heló la sangre por completo:

- El caso de la chica ha aparecido en las noticias, cayó en coma y murió esa misma madrugada. Estás de suerte que nadie haya sido capaz de pillarte huyendo. - Respondió el padre del chico muy serio.


A Héctor le ponía los pelos de punta la tranquilidad con la que su padre hablaba de lo acontecido. El chico por un momento perdió el hilo de lo que su padre le decía y solo logro escuchar la frase "Delito por omisión del deber de socorro". En la conversación, Emmanuel Olarte le explicaba a su hijo a Héctor que lo que había hecho la otra noche podría ser juzgado como un delito por Omisión de socorro y que ahora mismo debía de mantenerse en los Estados Unidos hasta que se calmarán las aguas, pues el chico estaba en la cuerda floja. Un magnate de la talla de su padre, como era de esperar, disponía entre sus contactos unos abogados excepcionales, no solo por la calidad de su trabajo, sino también porque eran muy discretos. Para un hombre como Emmanuel Olarte la discreción era un requisito indispensable entre sus trabajadores, ya que muchas veces su manera de ejecutar sus negocios no era la más honesta o legal, pero el ojo público no tenía que saberlo. Antonio Suárez, el abogado de confianza de Don Olarte, le informó que hasta ahora no había ninguna evidencia fiable que probaran que su hijo hubiese cometido ningún delito y que fuese él quien huyó de la escena del crimen, pero debían ser precavidos.

Tras escuchar todo el discurso de su padre, Héctor se abrió con él y le confesó que esta situación lo estaba llevando a su límite, que no podía mantener más en secreto lo ocurrido esa noche y que la culpa al saber que aquella chica lo estaba matando. El muchacho estaba frustrado y no encontraba la manera de calmar su cabeza, había dejado morir a esa chica y lo único que podía hacer era intentar llevar una vida normal en los Estados Unidos sin confesar nada, de lo contrario tendría que pagar por las consecuencias de sus actos en prisión.

¡SALVEMOS EL HOSTAL HEDRERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora