Hola, Soy Emiliano

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13EL ARTE DE LA VELOCIDAD: LECCIONES DEL PASADO

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EL ARTE DE LA VELOCIDAD:
LECCIONES DEL PASADO

Desde que tenía memoria, Emiliano Pérez había sentido una profunda conexión con la velocidad. No era simplemente el acto de correr o manejar rápido; era algo más visceral, casi como si su sangre estuviera en sintonía con el rugido de un motor. Y este amor por la velocidad tenía una fuente clara: su hermano mayor, Sergio Pérez.

De niño, Emiliano siempre había seguido a su hermano como una sombra, maravillado por cada una de las hazañas que Checo lograba en el mundo del karting. Mientras otros niños jugaban con carritos de juguete, Emiliano prefería estar en las pistas, observando a su hermano, absorbiendo cada detalle, cada consejo. A pesar de que la diferencia de edad entre ellos era considerable, Checo nunca trató a Emiliano como un simple niño. Siempre lo incluyó en su mundo, enseñándole a reconocer cada sonido del motor, a sentir el asfalto bajo los pies, a entender que la velocidad no solo era un juego, sino una pasión que demandaba respeto.

Fue en esas pistas de karting donde Emiliano aprendió sus primeras lecciones sobre el arte de la velocidad. Checo solía llevarlo con él a sus entrenamientos, dejando que Emiliano corriera en un kart más pequeño mientras él practicaba con los demás pilotos. Aunque el pequeño kart no alcanzaba la misma velocidad que los demás, para Emiliano, cada vuelta era una oportunidad de demostrarle a su hermano mayor que tenía la misma pasión por las carreras.

—Recuerda, no se trata solo de ir rápido —le decía Checo, inclinándose hacia él después de cada sesión—. Se trata de sentir el coche, de entender cada curva, de anticiparte a lo que viene. La velocidad sin control no sirve de nada.

Con esas palabras grabadas en su mente, Emiliano creció no solo como un amante de la velocidad, sino también como un joven que respetaba profundamente el deporte. Y a medida que pasaban los años, su relación con Checo se fortaleció. Aunque su hermano mayor había alcanzado la fama en la Fórmula 1, siempre encontraba tiempo para su hermanito, compartiendo sus experiencias, enseñándole sobre la vida en el circuito y, más importante aún, sobre la humildad necesaria para manejar la fama.

Sin embargo, la vida de Emiliano cambió de manera irreversible el día que conoció a Max Verstappen.

Era un día caluroso de verano, en uno de los Grandes Premios más emocionantes del calendario. Emiliano había tenido la suerte de acompañar a Checo al paddock, una experiencia que siempre le emocionaba. Pero ese día en particular, todo parecía más intenso, como si el aire estuviera cargado de electricidad.

Checo estaba ocupado con sus compromisos de prensa, así que Emiliano decidió explorar un poco por su cuenta. Caminaba por el paddock, observando el bullicio de los equipos, cuando lo vio. Max Verstappen, el joven prodigio, estaba a unos metros de distancia, revisando algunos datos en una pantalla junto a su coche.

Emiliano se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. Había visto a Max en la televisión, había escuchado las historias sobre su destreza al volante, pero verlo en persona era una experiencia completamente diferente. Había algo en la forma en que Max se movía, una confianza innata, un aura que emanaba poder y control. Para Emiliano, Max representaba todo lo que aspiraba a ser: un piloto implacable, enfocado, y con un talento que parecía casi sobrenatural.

Decidido a acercarse, Emiliano caminó hacia Max, sin pensar demasiado en lo que diría. Pero cuando estuvo a pocos pasos de él, las palabras simplemente se evaporaron. Max levantó la mirada de la pantalla y lo vio, su expresión inicialmente neutral, pero luego se suavizó con una pequeña sonrisa.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó Max, su tono cortés pero un tanto distante.

Emiliano, sintiéndose como un niño en un parque de diversiones, apenas logró articular una respuesta coherente.

—Soy... soy Emiliano, el hermano de Checo —dijo, un poco nervioso—. Solo quería saludarte.

Max asintió, como si entendiera el nerviosismo del chico frente a él.

—Encantado, Emiliano —respondió, extendiendo su mano para un apretón rápido—. Checo habla mucho de ti, felicidades por lo de la Fórmula 2.

Ese simple gesto, esa pequeña interacción, fue suficiente para que Emiliano quedara completamente fascinado. Desde ese momento, Max Verstappen no solo era un piloto a seguir, sino una figura que ocupaba su mente de una manera que ni siquiera él mismo entendía del todo.

El tiempo pasó, pero la fascinación de Emiliano por Max solo creció. Observaba cada carrera, analizaba cada movimiento de Max en la pista, tratando de aprender lo más posible. Y aunque nunca se lo dijo a su hermano, sabía que ese interés por Max era algo más que simple admiración por su habilidad como piloto. Había algo más profundo, algo que lo impulsaba a querer estar cerca de él, a querer comprenderlo, a querer... algo que no podía expresar con palabras.

Y así, el joven Emiliano, que había crecido con la velocidad en sus venas gracias a su hermano, se encontró en un nuevo tipo de carrera. Una carrera para descubrir sus propios sentimientos, para entender qué era lo que realmente sentía por Max, y cómo ese sentimiento cambiaría su vida para siempre.

Pero si había algo que Emiliano había aprendido de Checo, era que las carreras no se ganaban solo con velocidad, sino con paciencia, estrategia, y un corazón que latiera al ritmo de la pista. Y en ese nuevo desafío que enfrentaba, Emiliano estaba más que dispuesto a poner en práctica cada lección que había aprendido, sabiendo que, al final, lo que importaba no era solo la meta, sino el viaje que lo llevaría hasta ella.

Mi Nuevo Vicio ▬▬ Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora