ep. 14

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Todo Incheon estaba revolucionado con la vuelta de Haerin.

Cada vez se parecía más a la niñita impecable que era antes de que Kim Minji se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que Doña Perfecta hubiera encontrado a su media naranja, ya que ella y Park Sunghoon, quien era conocido ya por todos como Don
Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.

Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Kim Minji, La Salvaje. Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Haerin y Minji, todo sería mucho más tedioso; por lo tanto, si alguien tenía que estar con Haerin, que fuera quién la hacía ser ella misma y no un clon de la perfección.

Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que los vecinos se enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas: Jihyo limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades.

En una de ellas escribió «Don Perfecto» y en la otra «La Salvaje».

A partir de ese día se admitieron apuestas: ¿Quién se casaría finalmente con la querida
Haerin? ¿El hombre perfecto o la salvaje apenas domesticada?

—¡Se aceptan apuestas, señores! —gritó Jihyo felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Doña Perfecta de nuevo a su hogar.

Beomgyu entró en el bar de Jihyo a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron expectantes hacia él. Jihyo le sirvió incluso antes de que él pidiera, y los parroquianos volvieron sus asientos hacia él esperando
impacientemente a que hablara.

—Minji lo lleva fatal —comentó Beomgyu señalando los puntos marcados en la pizarra.

—Las apuestas están cinco a uno, y por ahora La Salvaje no ha conseguido ningún tanto —señaló Jihyo.

—No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermana no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Don Perfecto.

—¿Y qué hace Minji mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?

—Sí, hacer que Jungwon y yo le acompañemos continuamente a espiar las citas de Haerin. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo de las que ha tenido jamás con mi hermana.

—Tal vez con un bonito presente consiga que la perdone.

—Compitiendo con ese tío es imposible: si Minji manda un hermoso ramo de flores silvestres, Don Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Don Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto... y así llevamos todo el mes. Y encima, como Haerin sigue furiosa con Minji, le devuelve todos sus regalos hechos pedazos: las flores las desmenuza, los peluches los apuñala...

—¿Cómo está Minji? —preguntó Jihyo preocupada.

—Pues abatida por los desplantes de Haerin y furiosa con Park Sunghoon. He tenido que
convencerla más de una vez de que no puede secuestrar a ese tío y abandonarlo en el desierto.

—Entonces, ¿por quién apuestas? —indagó interesada en anotar a un nuevo jugador.

—Por Minji, siempre por Minji—contestó apoyando a su amiga.

—Pero, por lo que me has dicho, Minji no puede ganar.

—Me da igual, mi hermana no es un juego y, a pesar de que ese tipo sea Don Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Minji.

mpsa ; catnipz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora