Capítulo 15

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La luna ya había alcanzado su punto más alto cuando Lan Xichen y Jiang Cheng, después de ese intenso momento en el establo, decidieron regresar al salón. El frío aire nocturno los acompañaba mientras caminaban en silencio, lado a lado, pero la tensión que fluía entre ellos era palpable, casi eléctrica. Ninguno de los dos quería romper ese frágil equilibrio, esa sensación compartida que había nacido de sus confesiones y del beso apasionado que habían compartido.

El salón estaba lleno de murmullos cuando ambos regresaron. Las conversaciones se habían reanudado tras su abrupta salida, pero la atmósfera aún estaba impregnada de la tensión que su enfrentamiento había causado. Al entrar, todas las miradas se volvieron hacia ellos, y una ligera corriente de incomodidad recorrió a los invitados. Los anfitriones, Wong Lijua y su esposa, intercambiaron una mirada breve pero significativa, conscientes de la delicada situación que se desarrollaba ante ellos, el anfitrión de la reunión, los observaba con una mezcla de preocupación y diplomacia, esperando la explicación que sabía llegaría.

Lan Xichen y Jiang Cheng avanzaron con paso firme, sus semblantes serenos aunque una tensión subyacente emanaba de sus cuerpos. Cada paso que daban era un recordatorio de la confrontación que acababan de tener en el establo, y aunque la calma parecía haber vuelto, ambos líderes sabían que la tempestad no había desaparecido, solo se había trasladado al fondo de sus corazones.

Fue el Jiang quien, con su porte habitual de dignidad y autoridad, rompió el silencio al llegar frente a Wong Lijua. Con una inclinación de cabeza, su voz resonó clara y segura, aunque en su interior todavía sentía el eco de las emociones que había experimentado -Nos disculpamos profundamente por nuestra ausencia y por cualquier inconveniente que haya causado- dijo, su tono grave y respetuoso, pero con un matiz de inflexibilidad que nadie podría ignorar.

Lan Xichen, de pie a su lado, añadió con una suavidad que contrastaba con la rigidez de las palabras del menor, pero que no carecía de la firmeza propia de su posición -Lamentamos que nuestras circunstancias personales hayan interferido en esta honorable reunión- comentó -Como muestra de nuestra gratitud y para compensar cualquier molestia, nos aseguraremos de que les lleguen obsequios adecuados a su dignidad y generosidad.-

El aire en la sala pareció cambiar cuando Lan Xichen mencionó los regalos. Los rostros de los invitados se relajaron ligeramente, y Wong Lijua, siempre el diplomático, fue el primero en responder con un gesto de la mano -No es necesario disculparse, Líder de la secta Jiang, y Lider de la secta Lan- dijo con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos, pero que fue lo suficientemente cortés como para calmar los ánimos -Entendemos que los grandes líderes como ustedes llevan pesadas cargas. Apreciamos su sinceridad y nos comprometemos a mantener la discreción sobre cualquier asunto privado que haya ocurrido esta noche.-

Mientras tanto, los presentes intercambiaron miradas breves, pero no hubo oposición. Las disculpas y la promesa de regalos generosos eran suficientes para apaciguar cualquier curiosidad o indignación que pudieran haber tenido. Wong Lijua fue el primero en responder -Agradecemos su sinceridad, y pueden contar con nuestra discreción- dijeron los presentes, casi al unísono, con sonrisas medidas, e inclinándose levemente.

Después de los últimos intercambios de cortesías, Lan Xichen y Jiang Cheng se despidieron formalmente de los anfitriones y de los demás invitados, retirándose del salón con la misma dignidad con la que habían entrado. Pero mientras sus cuerpos mantenían la compostura, sus corazones latían desbocados por las emociones contenidas. 

Mientras recorrían las calles en dirección a la residencia de hospedaje, el silencio entre ellos era denso, casi sofocante. No era el silencio incómodo de la incomunicación, sino uno cargado de todo lo que no podían expresar con palabras. Sus manos, que apenas se rozaban al caminar, ardían con el deseo reprimido, y la distancia que los separaba parecía insignificante comparada con la conexión que sentían en lo más profundo de su ser.

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