Los meses que siguieron a la muerte de Delores y el bebé fueron una neblina oscura para Número Cinco. El mundo, ya devastado por el apocalipsis, se tornó aún más desolado. La ruinas del hogar en ruinas que había sido su refugio ahora era un sepulcro de recuerdos dolorosos, cada rincón impregnado con la presencia ausente de Delores. La vida que habían construido juntos, la esperanza que habían alimentado, se desmoronó como una frágil torre de naipes, dejándolo solo con su dolor.
Cinco se aferró a la única cosa que creía que podía salvarlo: las ecuaciones. Pasaba horas, días enteros, garabateando números y símbolos en las paredes, en trozos de papel, en cualquier superficie que encontrara. Sus manos estaban llenas de cortes y quemaduras, resultado de sus desesperados intentos por volver a domar sus poderes que lo habían llevado allí. Pero las ecuaciones no le obedecían, los números se volvían caóticos en su mente.
Cada intento fallido de regresar al pasado era un golpe más a su ya frágil cordura. El sueño comenzó a eludirlo, y cuando finalmente caía en un agotado descanso, las pesadillas lo perseguían. Delores estaba allí, en cada sueño, a veces riendo, a veces gritando, pero siempre fuera de su alcance. El peso de la culpa, la desesperación y la soledad lo aplastaba, consumiéndolo lentamente.
Con el pasar de los meses, Número Cinco dejó de cuidarse. Su barba creció desordenada y su ropa estaba raída. Apenas comía, y el agua escaseaba en su refugio. Las incursiones en busca de suministros se convirtieron en un deber mecánico, sin propósito. La vida, para él, se había reducido a una rutina vacía, un intento fútil de encontrar sentido en un mundo que ya no tenía nada que ofrecerle.
2054
TREINTA Y CINCO AÑOS EN EL APOCALIPSIS
(13 años después de la muerte de Delores)Cinco se encontraba vagando por las ruinas de una ciudad en busca de comida o cualquier cosa que pudiera usar para sobrevivir. Entró en lo que una vez había sido una tienda de ropa. Las vitrinas estaban rotas, la ropa esparcida por el suelo cubierto de polvo. Era un lugar que habría evitado en el pasado, pero su mente ya no distinguía entre lo útil y lo inútil.
Mientras caminaba entre los escombros, algo llamó su atención: un maniquí. Estaba inclinado contra una pared, vestido con un elegante vestido rojo de lentejuelas que, sorprendentemente, había sobrevivido al paso del tiempo. El maniquí tenía un rostro simplificado, sin rasgos distintivos, pero algo en su postura o tal vez en la forma en que la luz se reflejaba en él, hizo que Cinco se detuviera.
Sus ojos, vacíos y desorbitados, se fijaron en el maniquí, y algo en su mente rota hizo clic. En su estado trastornado, el maniquí dejó de ser una figura inanimada; para él, era Delores. Su Delores. Vestida con el hermoso vestido que jamás había podido darle. La figura rígida y sin vida cobró un nuevo significado para él, como si el universo, en su cruel ironía, le hubiera devuelto a su amada de una forma distorsionada.
— ¿Delores? — murmuró, su voz ronca por la falta de uso. Dio un paso hacia el maniquí, con el corazón latiendo con fuerza. En su mente, ella estaba ahí, mirándolo con la misma dulzura que siempre había tenido.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras caía de rodillas frente al maniquí. Extendió una mano temblorosa y la posó en la fría superficie de plástico. — Lo siento tanto... No pude... no pude salvarte...
En los días y semanas que siguieron, Número Cinco llevó el maniquí de vuelta a las ruinas de la Academia, tratando de convencer a su mente fragmentada de que Delores había regresado. Hablaba con el maniquí como si fuera ella, le contaba sus días, le preguntaba su opinión sobre las ecuaciones que nunca lograba resolver. Vestía al maniquí con la ropa que Delores había dejado atrás y la sentaba a la mesa durante las comidas.
Los años pasaron y la cordura de Cinco se desintegró por completo. El maniquí se convirtió en su mundo entero, su única compañía en la soledad que lo había consumido. Para él, Delores estaba viva, sonriendo, escuchándolo, incluso amándolo de la misma manera en que lo había hecho antes de su muerte.
2064
CUARENTA Y CINCO AÑOS EN EL APOCALIPSISEra época primaveral, Número Cinco, ahora ya un hombre de 58 años sentía que estaba apunto de lograr decifrar la ecuación, ahora más tranquilo creyendo que su fallecida esposa ahora representada en un maniquí seguía ayudandole en ello incluso diciendole de errores en las ecuaciones.
Justo ahora se encontraban teniendo "Una conversación" en las ruinas de una biblioteca de lo que quedaba de la ciudad.
— ¿Recuerdas aquella, eh, pequeña mansión justo en las afueras de los límites de la ciudad? — Cinco dejo salir una risa y continúo hablando — Sí, bueno, resulta que la bodega estaba intacta. Recogí algunas cajas de tu tinto favorito. — Dice mientras bebía de la copa de vino en sus manos como si fuera un simple refresco, miró por un momento al maniquí como si este le estuviera diciendo algo — Ah, eso es una exageración. No bebo demasiado, Ya sabes, trabajo duro todo el día.
Su mirada se fijó una vez más en el maniquí con atención, como si la estuviera escuchando.
— Eh... ¿Por qué dices que...? — En ese momento Número Cinco escuchó pasos entre los escombros, tomó el arma de inmediato y apuntó hacia una mujer, la mujer lucia una larga chaqueta negra, cabello corto blanco, tacones rojos, lentes de sol y un maletín negro. La mujer se veía bastante presentable como para ser otra sobreviviente más del apocalipsis ¿Cómo era posible? pensó el.
— ¿Quién diablos eres? — Vociferó el sin dejar de apuntar a la mujer.
— Estoy aquí para ayudarte. — Habló la mujer caminando hacia él
— ¡Dime por qué no debería meterte una bala en la cabeza ahora mismo!
— Porque... Si lo hicieras, No escucharías la oferta que estoy a punto de hacerte. Lo cual sería bastante trágico, dadas tus circunstancias actuales. — Habló la mujer tomando asiento en un bloque de los escombros — Trabajo para una organización llamada la Comisión.
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𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋𝐎 𝐌𝐈𝐎 | Una historia de Cinco Hargreeves y Delores
Fanfiction❝ - Todos esos años solo... Debió afectarte la cabeza... - Bueno... No estuve solo. - Oh... ¿Con quien? - Su nombre era Delores. ❞ ... Una historia donde Delores... Nunca fue un simple maniquí, ni una simple jugada de la mente p...