22

94 18 1
                                    


Gemini había dicho que se quedaría despierto toda la noche, pero en cuanto cruzó los brazos sobre el borde de la camilla y apoyó su mejilla en ellos, se quedó dormido. Fourth no se dio cuenta al principio, pero cuando su relato fue interrumpido por un ronquido, lo miró con sorpresa.

— ¿Gemini? ¿Es en serio?

Recibió un ronquido como respuesta. Fourth rió un poco y acarició el cabello de su novio. Le encantaba lo suave y largo que era; tal vez era algo simple para admirar, pero no podía evitarlo.

— Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Gemini— murmuró, viéndolo dormir tan tranquilo y hermoso, casi como un bebé. Lo encontraba adorable con su mejilla aplastada, la nariz inclinada, y el pliegue que se formaba en uno de sus ojos, con los labios en un puchero—. Eres hermoso, te amo mucho, Gemini.

¿Está mal que me ponga cursi contigo durmiendo?

Fourth se sorprendió de que no se despertara. Aunque habían dormido juntos muchas noches y sabía que Gemini tenía el sueño pesado, no sabía hasta qué punto. Fourth bostezó, sintiéndose cansado, y un extraño frío lo invadió, haciéndolo estremecerse.

Con un suspiro, salió de la camilla para buscar la manta que estaba guardada en un pequeño mueble con sus pocas pertenencias: los regalos de Gemini, un par de ramos de flores medio secos, lana y agujas, su cuaderno, y una muda de ropa para cuando saliera de allí. Acomodó la manta sobre la camilla, asegurándose de no taparle la cara a Gemini para que no se asfixiara... Sí, quizás era paranoico, pero tenía ese miedo desde pequeño.

Volvió a acostarse para dormir, un poco más abrigado, apagando la luz, y se hizo una bolita. Sacó una mano para tomar la de Gemini y le sonrió por última vez antes de dormirse.

— Gracias por todo— murmuró.

🌸


Fueron varios días después cuando Gemini, como siempre, fue al hospital. Había comprado un ramo de flores para Fourth. Eran pequeñas y bastante simples, pero tenían unas lindas flores azules que llamaron su atención.

Caminó por los pasillos, saludando a las enfermeras que en algún momento lo habían atendido. Entró a la habitación de Fourth, abriendo la puerta de par en par. Ya tenía su sonrisa preparada, pero su ceño se frunció al notar la cama vacía y perfectamente tendida.

Buscó por la habitación y se encontró con una enfermera que estaba guardando las pertenencias de su novio en una caja. Junto a ella, había un carrito con cosas de limpieza que ya había utilizado, y se notaba porque la habitación estaba como nueva.

Como si nadie hubiera estado allí.

— ¿D-Disculpe? — la voz de Gemini tembló un poco—. El paciente que estaba aquí, Fourth... ¿Dónde está?

La mujer iba a hablar, pero cerró la boca y negó, poco convencida.

— Lo siento, no sé nada— dijo—. Yo solo limpio las habitaciones, no puedo ayudarte, ve a preguntar en recepción— añadió.

Gemini no se detuvo más tiempo. Al principio quiso disimular caminando rápido, pero terminó corriendo, mientras en su cabeza se repetía una y otra vez que no estaba pasando lo que realmente pensaba.

Fourth no podría haberse ido sin avisar. Alguien le habría dicho, lo habrían llamado, muchas cosas serían distintas.

Al llegar a la recepción, se congeló. Las palabras no salieron de su garganta, y rompió en llanto. Sus piernas comenzaron a temblar, y se sentó en el suelo con el rostro entre las rodillas mientras abrazaba sus piernas, rogando y recordando el día anterior, cuando también había pasado todo el tiempo con su chico bonito.

Esa no podría haber sido la última vez. Necesitaba otra vez, otras veces, necesitaba más tiempo con el amor de su vida.

Se sintió romper por dentro, y estuvo largos minutos llorando sin consuelo.

Hasta que alguien se paró a su lado y suspiró pesadamente.

— Me dijeron que un niño estaba llorando en la recepción. ¿Eres tú?

Gemini alzó la vista rápidamente hacia Fourth, quien estaba con ropa normal: unos pantalones oscuros, una sudadera amplia y un gorro rosa con orejas de gato sobre la cabeza.

— ¡Fourth! — Gemini se levantó de un salto y lo abrazó con fuerza, llorando nuevamente en su hombro.

— Hey, hey, tonto— Fourth habló con una risa—. ¿Qué pasó?

— Me asusté... — murmuró el pelinegro.

— No me pueden dar el alta y yo ir a saludar a los médicos por dos minutos sin que ya te pongas nervioso y llores. Te pondré un cascabel para saber dónde estás y dejar de perderte y hacerme pasar vergüenza.

— ¡Fourth~~! ... No me estás ayudando— se quejó el mayor, sorbiendo su nariz—. Cállate, dime que me amas y hazme mimos.

El menor rió por lo tonto que se había puesto Gemini, así que comenzó a acariciar su espalda y su cabello, mientras el pelinegro soltaba lo último de su llanto.

Fourth se sintió realmente mal por él, porque no podía imaginar cómo se debió haber sentido con un susto como ese. Tonto, sí, como muchas cosas, pero que le hizo mal igual.

Así que dejó besos en su mejilla y en sus labios para calmarse a sí mismo de la ligera culpa que sentía por haber provocado eso, hasta que Gemini comprendió que Fourth no se iría, y no se iría nunca, a ningún lado.

Chemo | Geminifourth Where stories live. Discover now