Capítulo V: Juanjo

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Jueves, 8 de mayo de 2024. Le Mans (Francia).

El mundial de motociclismo no solo era correr en una moto, por desgracia para mí implicaba mucho más trabajo. Las aburridas reuniones de los jueves antes de un Gran Premio eran tan aburridas que normalmente necesitaba dos cafés en el desayuno. Pero, esa mañana y a pesar de haber pasado semanas, todavía guardaba la felicidad de haber ganado por primera vez en Jerez. Casi fui de buen humor a la reunión. Casi.

—Buenos días, Juanji —me saludó Álvaro, ya sentado en una de las sillas de la sala de reuniones.

—Buenos días, Álvaro.

—¿Qué se siente al liderar la clasificación del mundial?

—Es la hostia —respondí, incapaz de disimular mi sonrisa. El podio en Jerez me aseguraba ser el líder en la lucha por el mundial, por delante de Rafael.

—Siento llegar tarde. Me han entretenido en el comedor.

—Gracias, Bea.

Bea me guiñó el ojo antes de ofrecerme una bolsa de papel. La abrí con rapidez con el deseo de darle un mordisco a la napolitana de chocolate.

—Una de las maravillas del mundo —exclamé.

—No creo que debas comerte eso —señaló Álvaro.

Tenía razón. Antonio me imponía una estricta dieta en la
que los dulces y la comida basura estaban prohibidos.

—Ignóralo —le pedí con la boca llena.

—También te he traído una a ti, para que no pases envidia.

—Te amo, Bea, eres la mejor amiga del mundo —dijo Álvaro, dramáticamente.

—Moriría si no pudiera comer napolitanas —aseguré.

—Siempre me tendrás a mí como tu traficante de napolitanas. 

—Y por eso eres mi mejor amiga. 

—Oye —exclamó Álvaro, indignado.

—Tú calla que solo te dedicas a regañarme.

—Encima que me preocupo por tu salud.

—Tienes una napolitana en la mano. No eres el más indicado para hablar. 

—¿Y si trabajamos un poquito porfa? Luego si queréis quemar la napolitana os corréis una maratón.

Asentí. La profesionalidad de Bea era un rasgo que me encantaba. Ella nos bajaba a la tierra a Álvaro y a mí, que compartíamos pájaros en la cabeza.

—Dadme alegrías —pedí. 

—¿Empezamos con las redes? —preguntó Álvaro.

—He subido seguidores —comenté. No me gustaban las redes sociales, por lo que no acostumbraba a meterme en las mías, eso se lo dejaba a Álvaro. Pero, después de la carrera de Jerez, me metí a ver los hashtags que se hicieron para mí. 

—Cuatrocientos para ser exactos, pero tenemos un problema con tu engagement.

—En cristiano, Álvaro. 

—Tienes muchos seguidores, pero no interactúan en tu cuenta. No dejan comentarios, ni me gustas, ni comparten tus publicaciones. 

—¿Tienes una explicación?

—Básicamente que no les gusta tu contenido. Te siguen porque eres famoso, pero no les atraen tus publicaciones.

—Y tienes una solución, espero. 

—A la gente le gusta el contenido doméstico. Conocer cómo es su ídolo fuera de las pistas.

Lo sabía. Era la estrategia de sus compañeros; Lucas subía contenido con su hermano pequeño y su perro, Naiara con su cochazo y su gato. 

El Efecto MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora