Mugello, Viernes, 31 de Junio de 2024.
—¿Este te gusta? —Escuché la voz de mi hermana a través de la videollamada del móvil de Violeta. Pinché un trozo de manzana y me lo llevé a la boca para evitar decirle a Kiki que parecía un algodón de azúcar con el vestido que llevaba.
—Me gusta la espalda desnuda, pero el color no me convence —respondió Violeta. Por suerte, no solo yo tenía buen gusto en la mesa, o vista al menos.
—Vale, pues el rosa está descartado. Ahora el siguiente, ¿negro o azul?
—Azul.
—Kiki, igual alguien quiere entrar en el probador —sugerí, mientras mi hermana se cambiaba de vestido.
—No te preocupes, no hay casi nadie en la tienda. He venido tan temprano aposta.
—Chica lista.
—A lo importante, ¿qué tal este? —preguntó mi hermana con un vestido azul eléctrico de tirantes y mucho vuelo.
—El azul es tu color sin duda.
—Martin, ¿qué opinas tú?
—Que no entiendo qué hacemos hablando de vestidos a las diez de la mañana.
—Mis dos personas favoritas me han dejado sola para ir a recorrer el mundo y ahora no tengo a nadie para ir de compras. Lo menos que podéis hacer es gastaros los datos en videollamadas. Y ahora, opina de este vestido.
—Es bonito, yo qué sé. No entiendo de estas cosas.
—Bonito no es suficiente. Tiene que ser rompedor, impresionante, maravilloso...
—Prueba con el negro —aconsejó Violeta.
—Es un poco escotado, no sé si me voy a sentir cómoda.
—Madremia —susurró Violeta al ver a Kiki con el vestido. Era negro liso con la espalda transparente y un pronunciado escote.
—Eso significa que...
—Eso significa que Vio quiere arrancarte ese vestido ahora mismo.
—¡Martin! —gritó mi amiga con las mejillas coloradas y al borde de una combustión espontánea.
—Kiki, cómprate el más sexy, seguro que es el favorito de Vio. Te dejamos, adiós, te quiero —me despedí antes de cortar la videollamada del móvil de Violeta que se había quedado muda, suponía que planeando mi asesinato en su mente.
—Te deseo que Juanjo Bona te haga trabajar hasta las tres de la mañana ordenando su ropa.
—Cabrona —reí. Lo peor es que ya había pasado y no creía que a Juanjo le quedaran ganas de repetir la experiencia de oler a cebolla por mi culpa.
—No sé por qué te empeñas tanto en picarnos con que nos liemos.
—Porque estoy harto de veros hacer el tonto. ¿Hay alguna novedad? —pregunté con una sonrisa pícara.
Después del Gran Premio de Montmeló y la caída de Juanjo, la escudería consideró adecuado que todo el equipo nos tomáramos la semana libre y volviéramos a casa. Habían sido apenas tres días porque el siguiente gran premio era el siguiente fin de semana, pero eran justo lo que necesitaba. Violeta volvió a Bilbao conmigo, salió una noche con Kiki y desde entonces las notaba diferentes a las dos.
—Ninguna en el rumbo que tú quieres. ¿Y tú?
—Yo, ¿qué?
—¿Le has contado a Kiki que tenéis una hermana?
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El Efecto Mariposa
Romance¿Puede algo tan pequeño como el aleteo de una mariposa cambiar una vida? Juanjo nunca lo había creido hasta que conoció a Martin. >.