PARTE 2 | Capítulo 15

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Acechador Oscuro

La primera invitación al palacio llegó dos meses después de que Ártico descubriera que Acechador Oscuro era un animus.

Acechador Oscuro sabía lo que se avecinaba, y no por ninguna visión profética. Lo esperaba desde la noche en que Ártico se lo contó todo a Sanguinaria, en la cena después de que Clarividente se hubiera ido. Llevaba toda la noche escuchando cómo Ártico se debatía entre contárselo a alguien o no. En realidad le hizo que le cayera bien su padre un poco cuando Ártico finalmente decidió que no podía soportar para mantenerlo de Sanguinaria.

—¿Sabías —había dicho Ártico clavando sus garras en el conejo de la mesa —que nuestro hijo nos ha estado ocultando un secreto?

—Sé que hoy ha venido una chica —había respondido Sanguinaria. Sonrió a Acechador Oscuro. —¿Cómo se llama?

—Clarividente —dijo Acechador Oscuro, devolviéndole la sonrisa. —Te gustará, Madre.

Ya no había necesidad de esconderla. Ártico estaba demasiado desconcertado por su profecía como para molestarla o intentar arruinar su relación.

—Tiene toda la razón —dijo Nívea. —Definitivamente azul en el interior. Me gusta cómo teje.

Acechador Oscuro no tenía ni idea de lo que eso significaba. Nunca había visto tejer a Clarividente. Pero el hecho de que a su hermana le gustara era todo lo que necesitaba saber.

—¿Cuándo vamos a conocerla? —había preguntado Sanguinaria, con los ojos brillantes.

—Ese no es el secreto —ladró Ártico. —Presta atención. Acechador Oscuro es un animus. Probablemente lo ha sabido durante años sin decirnos. Y está usando su magia.

Sanguinaria dejó caer su conejo y miró fijamente a Acechador Oscuro.

—Hermano mágico —dijo Nívea pensativa. Extendió la pata por encima de la mesa, levantó una de las patas de Acechador Oscuro y le dio la vuelta, trazando las líneas de las escamas. —Está bien; no va a nevar durante un tiempo.

—Gracias —dijo Acechador Oscuro con una sonrisa, resistiendo el impulso de abrazarla. Percibió un nuevo miedo en sus dos padres, pero nada diferente en el paisaje estelar de la mente de Nívea. No sabía lo que estaba pensando, pero sabía que lo amaba con toda su rareza, del mismo modo que él la amaba a ella.

Se encogió de hombros ante Sanguinaria. —No es para tanto.

—Sí lo es, en realidad —dijo. Se frotó el hocico entre los ojos. —Oh, Madre se va a poner muy contenta.

Acechador Oscuro y Nívea rara vez veían a su abuela, que solía ser una de las consejeras más cercanas de la reina Vigilancia. Había sido ascendida después del fracaso con Sanguinaria y su visita diplomática al Reino Helado, aunque la reina había perdonado oficialmente a Sanguinaria. La abuela siempre había mirado por encima del hombro a la descendencia híbrida de Sanguinaria, murmurando que la única forma de que este lío hubiera merecido la pena era que uno de ellos hubiera resultado ser al menos un animus.

Va a ser muy bonito, pensó Acechador Oscuro. La abuela tendría que admitir que tal vez el amor prohibido de Sanguinaria no era el mayor error que un Ala Nocturna había cometido. Porque si trajo sangre animus a la tribu Ala Nocturna... ¿seguramente eso valía una pequeña guerra con los Alas Heladas?

Y entonces tal vez incluso tendría que ser amable con su hija de vez en cuando. Acechador Oscuro disfrutaría viendo eso.

—Se va a comer la lengua —asintió Nívea.

Alas de Fuego Leyendas #1: Acechador OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora