Capítulo 9

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Clarividente

Clarividente se sintió aliviada cuando Omnisciente por fin los liberó y pudo encontrar el camino al aula 3A. Era una clase preciosa, espaciosa y luminosa, con plantas y pequeños juegos de agua por todas partes. La profesora le enseñó el aula y la ansiedad de Clarividente fue desapareciendo poco a poco.

—Estas son nuestras mascotas carroñeros —dijo la profesora, radiante, mientras palmeaba la parte superior de una gran jaula de cristal. —Dos hembras. Son bastante feroces, así que no metas las garras en la jaula, por seguridad. Nos turnamos para darles de comer y estamos estudiando su comportamiento durante un año. No sólo son adorables, sino también fascinantes.

Las dos criaturitas que había en los montones de hierba del interior no parecían fascinantes; parecían dormidas. Clarividente se preguntó qué comerían.

—Mucha fruta —dijo una dragona que revoloteaba cerca —frutos secos, semillas y, a veces, trozos de carne si se los asamos.

—Oh, Oyente —dijo la profesora. —¿Cuidarías de nuestro nueva estudiante por el resto del día?—

—Claro —dijo Oyente, animándose. Era grande para tener tres años, con curvas que sugerían que había sido una cazadora muy exitosa. Y tenía las escamas plateadas de los lectores de mentes junto a los ojos.

Oh, oh —pensó Clarividente. Una lectora de mentes. Justo lo que necesito.

La otra dragona se miró las garras, con las alas ligeramente caídas.

—Lo siento —dijo Clarividente rápidamente. —No estoy acostumbrada a los lectores de mentes. No sé cómo proteger mis pensamientos o pensar sólo cosas agradables o algo así. Probablemente pensaré muchas cosas horribles y acabarás odiándome muy rápido. O muchas cosas locas y entonces pensarás que estoy loca.

—Ya sé que estás loca —dijo Oyente riendo un poco. —Cuando entraste, miraste alrededor del aula e inmediatamente clasificaste a cada estudiante en "seguro para ser amigo" y "condenada si hablo con ellos". ¿A qué viene eso? Y por si acaso, yo no estoy en el bando de los condenados, ¿verdad?.

—No por lo que puedo ver —dijo Clarividente. De hecho, la mayoría de los caminos en los que participaba Oyente eran mucho más cálidos que los caminos sin ella, con más risas. Esta amistad sería definitivamente un giro hacia el futuro correcto. Siempre y cuando evitaran esa pelea sobre los pergaminos de la línea temporal de Clarividente, y esa otra pelea sobre Acechador Oscuro, y, oh cielos, todas las peleas sobre los enamoramientos de Oyente con varios...

—¡Por el Abrasamiento, muy bien, muy bien! —gritó Oyente, levantando las alas. —¡Eres una de esos! Me mantendré tan lejos de tu cerebro como pueda, lo prometo. No quiero saber nada de mi futuro.

—¿Nada? —preguntó Clarividente con curiosidad. —Incluso si eso significaba que pueda evitar que...

—¡Nada! —gritó Oyente. Se llevó las garras delanteras a las orejas. —¡No te atrevas!

Qué extraño, pensó Clarividente, parpadeando ante su nueva amiga.

—¿Pero por qué? —preguntó. —Podría cambiar tu futuro y hacerlo mejor.

—Mi familia es supersticiosa respecto a los videntes —dijo Oyente, bajando cautelosamente sus garras. —Preferimos que la vida nos sorprenda a saber demasiado.

Era un concepto tan desconcertante y desconocido que Clarividente se quedó en silencio, mirando fijamente a los carroñeros. Una de ellas se estaba despertando, bostezando, estirándose y frotándose la nube de pelo oscuro de su cabecita.

Alas de Fuego Leyendas #1: Acechador OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora