Capítulo 17

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Braza

A Braza le habían dado su propia serie de habitaciones en el Palacio de la Noche, que estaba seguro de que apreciaría mucho si alguna vez volvía a encontrarlas.

—Este pasillo me resulta familiar —dijo, dudando en otra intersección.

—¿Paredes de mármol negro y espejos cada tres pasos? —dijo Índigo. —Tienes razón. Porque así son todos los pasillos de este castillo.

—Lo del espejo es raro, ¿verdad? —susurró. —¿No soy el único que lo piensa?

—Los Alas Nocturnas son muy bonitos y muy especiales —le dijo. —Merecen que se lo recuerden todo el tiempo, dondequiera que vayan.

Se rió. Tenían suerte de que no hubiera ningún Ala Nocturna cerca para oírlos. —A Perla probablemente también le encantaría.

—Bueno, puede decorar el Palacio de Verano con todos los espejos que quiera —dijo Índigo. Empezó a recorrer el nuevo pasillo y él se dio prisa para alcanzarla.

—¿El Palacio de Verano? —se hizo eco. —Pensé que no quería tener nada que ver con ese lugar.

—Ha cambiado de opinión, ¿no te has enterado? —Índigo le echó un vistazo y luego bajó las garras como si acabara de recordar que nadie le hablaba. —Todos creen que el Palacio Isla está embrujado. No puede mantener a ningún sirviente allí, y la mayoría de los dragones que estuvieron en la... la fiesta no quieren volver allí nunca más. Así que está trasladando todos los asuntos superficiales del palacio al Palacio de Verano y abandonando el Palacio Isla.

—Oh —Braza parpadeó. Tenía sentido. Él mismo tenía problemas para caminar por el Palacio Isla sin recordar huellas de garras ensangrentadas por todas partes. El olor a jazmín a veces le revolvía el estómago, y no quería volver a ver un hibisco rojo mientras viviera.

Pero aún así... ese había sido el palacio sobre el agua de los Alas Marinas durante generaciones. ¿Había desaparecido para siempre?

Un dragón negro que llevaba una bandeja salió de una puerta unos pasos por delante de ellos.

—Disculpe —llamó Índigo. —Estamos buscando las habitaciones de los invitados.

—Puedo llevaros allí —dijo con una reverencia. —Por aquí.

Mientras le seguían, Braza observó a Índigo con el rabillo del ojo. No se lo estaba imaginando... cambiaba por completo cuando había otros dragones cerca. Enderezó los hombros y se irguió; su voz se volvió más grave y dominante. De repente, la lanza que llevaba en las garras era un arma y no un accesorio. Parecía realmente dispuesta a matar a alguien para protegerle. Como una auténtica guardaespaldas.

Eso le facilitaría mantenerla a distancia, si recordaba pensar en ella de ese modo. Sólo una guardia. No la dragona más importante de mi vida.

—Aquí tienen —dijo el sirviente Ala Nocturna, señalando con su cola una gran puerta negra que se parecía mucho a todas las otras puertas que habían pasado. —La habitación de invitados para los Alas Marinas visitantes.

—Gracias —dijo Braza. —Em. ¿Cuándo es el desayuno?

El dragón negro soltó una carcajada. —Alrededor del mediodía —dijo. —Los Alas Nocturnas nunca se despiertan antes de esa hora, a menos que la reina se levante temprano y ordene nuestra asistencia. Normalmente nos quedamos despiertos toda la noche y nos vamos a dormir al amanecer.

—Oh —dijo Braza, estremeciéndose ante la extrañeza de este reino.

El Ala Nocturna se detuvo un momento y miró a Braza de arriba abajo, como si esperara que ocurriera algo mágico. Evidentemente decepcionado, volvió a inclinarse y se marchó.

Alas de Fuego Leyendas #1: Acechador OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora