1. El inicio de lo desconocido

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2006/07

La noche estaba cargada de tensión. En una casa común de Beacon Hills, el sonido de cristales rotos y gritos llenaba el aire. Las sombras de una discusión intensa se proyectaban contra las paredes, mientras Rose Lahey, con la mandíbula apretada y lágrimas en los ojos, tomaba una decisión que cambiaría su vida para siempre.

El señor Lahey la miraba con una mezcla de furia y desesperación. Ella no había esperado que las cosas llegaran a este punto, pero algo en su interior le decía que no había vuelta atrás. El peligro en el que se encontraba su familia era demasiado grande, demasiado oscuro. No podía seguir allí, no cuando el hombre que había jurado protegerla se había convertido en una amenaza.

Con el corazón latiendo con fuerza, Rose recogió a su bebé, Erik, de la cuna. Sabía que no podía llevarse a los otros niños. La situación era demasiado peligrosa para todos ellos, pero al menos podría salvar a uno. Erik aún era demasiado pequeño para entender lo que estaba ocurriendo. Ella, en cambio, entendía todo demasiado bien. Con un último vistazo a la casa, que ahora parecía más una prisión que un hogar, Rose salió a la noche, llevándose a su hijo consigo y dejando atrás todo lo que conocía.

Dejó Beacon Hills en busca de un nuevo comienzo, un lugar donde los recuerdos y las heridas no pudieran alcanzarla. Y así, su camino la llevó a Willow Street, un pequeño pueblo donde la esperanza de una vida diferente parecía posible. Allí, Rose encontró un hombre llamado George Miller, un hombre amable y cariñoso que, sin saber mucho de su pasado, aceptó a Rose y a Erik como parte de su vida. A lo largo de los años, George se convirtió en el padre que Erik necesitaba, y juntos construyeron una familia. Con el nacimiento de Sarah, todo parecía estar en su lugar. Pero el pasado rara vez desaparece por completo, y en las sombras de Willow Street, los secretos seguían acechando.

Actualidad, 2019

Los primeros rayos del sol se filtraban a través de las cortinas de la habitación de Erik, iluminando suavemente el espacio. El chico de dieciséis años se desperezó en su cama, tratando de olvidar el dolor que sentía desde que fue mordido por aquel lobo misterioso hace apenas unos días. Aunque la herida había sanado rápidamente, la sensación de que algo dentro de él había cambiado no lo abandonaba.

Se levantó con lentitud, pasando una mano por su cabello castaño claro mientras miraba el reflejo de sus ojos en el espejo. Algo en su mirada parecía diferente, pero no podía precisar qué era. Intentó ignorar la sensación extraña que lo había acompañado desde aquella noche, el leve brillo dorado que había aparecido en sus ojos durante ciertos momentos, y decidió continuar con su día como si nada fuera diferente.

Al salir de su habitación, Erik fue recibido por el olor a tostadas y café recién hecho. Bajó las escaleras de dos en dos, intentando sacudirse la inquietud que lo seguía.

— ¡Buenos días! — Dijo, tratando de sonar despreocupado mientras se sentaba a la mesa de la cocina.

Rose estaba de pie, sirviendo café en dos tazas, mientras George, su padre adoptivo, hojeaba un periódico local. Sarah, su hermana menor, estaba entretenida con una caja de cereales, haciendo un pequeño desastre en la mesa. Erik sonrió al verla, la pequeña siempre lograba iluminar su día.

— Buenos días, dormilón. —Respondió George con una sonrisa, sin apartar la vista del periódico—. ¿Dormiste bien?

— Más o menos. — Contestó Erik, encogiéndose de hombros.

Rose lo observó con una mirada que mezclaba ternura y preocupación. No había sido ajena a los cambios en Erik desde esa noche, pero él no le había contado nada sobre lo que realmente había pasado en el bosque. Todo lo que sabía era que había llegado a casa herido, aunque se había negado a ir al hospital. Y aunque la herida parecía haber sanado sorprendentemente rápido, la inquietud persistía en su mirada.

— Me alegra verte despierto a tiempo. — Dijo Rose, tratando de sonar alegre mientras le pasaba un plato con tostadas. — Hoy es un gran día. No quiero que llegues tarde a la escuela.

Erik sonrió de manera forzada y comenzó a comer. George lanzó un vistazo curioso hacia él.

— ¿Cómo va esa herida, hijo? —Preguntó, su tono casual pero atento.

— Bien. — Respondió Erik rápidamente. — Ya está casi como nueva.

George asintió, satisfecho con la respuesta. Pero Rose sabía que algo no estaba bien. Había visto cómo Erik se despertaba en medio de la noche, cómo sus manos temblaban ligeramente cuando pensaba que nadie lo observaba. Y aunque no sabía exactamente qué había pasado en el bosque esa noche, tenía la sensación de que no era algo común.

Después del desayuno, Erik tomó su mochila y salió de casa, despidiéndose de su familia como todos los días. Mientras caminaba hacia la escuela, su mente volvía a la mordida. El recuerdo del lobo atacándolo, el dolor desgarrador que sintió cuando los colmillos atravesaron su piel, todo estaba grabado en su mente. Había intentado buscar respuestas, pero todo lo que había encontrado en línea eran rumores y leyendas. Hombres lobo, transformaciones bajo la luna llena... cosas que sonaban ridículas, pero que, después de lo que había vivido, ya no parecían tan imposibles.

Su vida en Willow Street siempre había sido tranquila, casi rutinaria. George había sido un padre maravilloso para él, y Sarah, su hermana pequeña, siempre lograba arrancarle una sonrisa. A veces, Erik se preguntaba por su verdadero padre, pero siempre había sido reacio a preguntar demasiado. Rose evitaba hablar del pasado, y él no quería incomodarla. Además, George había llenado ese vacío paternal con tanta naturalidad que nunca sintió la necesidad urgente de buscar respuestas.

Mientras caminaba hacia la escuela, Erik intentó convencerse de que nada había cambiado, que la mordida del lobo era solo una mala experiencia que eventualmente dejaría atrás. Sin embargo, había una parte de él, una parte cada vez más insistente, que sabía que su vida estaba a punto de dar un giro irrevocable.

El día comenzó como cualquier otro. Erik saludó a sus amigos en los pasillos, asistió a las clases y trató de concentrarse en lo que el profesor decía, pero sus pensamientos seguían volviendo a esa noche. Algo en su interior se sentía diferente, como si su cuerpo estuviera al borde de algo que no podía controlar.

Mientras las horas pasaban y el sol comenzaba a descender, una extraña sensación de anticipación se apoderó de él. Se sentía inquieto, más alerta de lo normal, y cada pequeño ruido lo hacía saltar. Algo se estaba gestando en su interior, y aunque no sabía qué era exactamente, temía descubrirlo.

Erik no lo sabía aún, pero los eventos que lo llevaron a ser mordido no habían sido un accidente. En Willow Street, las sombras se movían con intenciones ocultas, y pronto descubriría que tanto su pasado como su futuro estaban ligados a secretos que ni siquiera su madre había podido enterrar por completo. Su vida pacífica estaba a punto de desmoronarse, y su conexión con Beacon Hills, el lugar que su madre había intentado olvidar, iba a resurgir de maneras inesperadas y peligrosas.

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