Dales de que Hablar

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Sergio "Checo" Pérez siempre había sido un piloto que prefería dejar que su rendimiento hablara por él. Sin embargo, tras meses de lidiar con las críticas constantes de la prensa y la incertidumbre sobre su futuro en Red Bull, algo dentro de él cambió. Decidió que si iban a hablar de él, al menos les daría algo verdaderamente interesante de qué hablar.

Después del parón de verano, el Checo que regresó a las pistas era casi irreconocible. Lo primero que llamaba la atención era el arte que ahora adornaba su piel: una majestuosa serpiente emplumada que se enroscaba desde su cuello hasta el dorso de su mano derecha, símbolo de poder y transformación. Sus rizos, antes cuidadosamente controlados, ahora caían libremente, formando una melena que le daba un aire casual y juvenil.

 Sus rizos, antes cuidadosamente controlados, ahora caían libremente, formando una melena que le daba un aire casual y juvenil

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Pero no solo su apariencia había cambiado. Su vestimenta, aunque seguía siendo cómoda, había adquirido un toque refinado y chic. Sergio no se había convertido en ícono de la moda como Lewis Hamilton, pero definitivamente había evolucionado. Sus pantalones, ajustados justo lo suficiente, parecían ser diseñados a medida para resaltar su figura, algo que no pasó desapercibido en el paddock.

Mientras caminaba por el paddock, Checo disfrutaba de la sensación de las miradas que lo seguían. Podía sentir la sorpresa en el aire, el murmullo de las conversaciones que surgían a su paso. Lo que no esperaba era la reacción que provocó en la parrilla.

Los pilotos, acostumbrados a verlo como un rival más en la pista, ahora no podían apartar la vista de él. El cambio en su apariencia no solo había captado su atención, sino que había despertado algo más. Entre todos ellos, Lando Norris, conocido por ser uno de los más críticos con Pérez, no pudo evitar quedarse embobado. Lo que antes había sido un desprecio encubierto por el piloto mexicano ahora se transformaba en una mezcla de admiración y deseo.

Lando, que había pasado meses señalando cada error de Checo, ahora se encontraba perdido en el magnetismo que irradiaba el piloto. Los roles se habían invertido; mientras Sergio se mostraba seguro y desinhibido, Lando luchaba por mantener su compostura cada vez que sus miradas se cruzaban.

Sergio notó el cambio en el joven piloto británico. La intensidad en los ojos de Lando no era la misma que antes, y aunque no había sido su intención despertar esa reacción, una parte de él disfrutaba el giro inesperado de los acontecimientos. Ya no se trataba solo de demostrar su valía en la pista; ahora, Pérez estaba jugando un juego mucho más complejo, uno en el que sabía que tenía la ventaja.


Lando Norris no podía concentrarse.


Desde que Checo Pérez regresó de sus vacaciones, con aquella nueva apariencia y esa confianza desbordante, el británico no lograba sacárselo de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía: el tatuaje que recorría su piel morena, esos rizos rebeldes que caían con naturalidad, y, sobre todo, esa sonrisa—una sonrisa genuina que irradiaba una calidez a la que Lando no había puesto mucha atención antes.

Deja Que Los Perros LadrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora