El Enamorado De Mi Enemigo Es Mi Amigo

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Checo estaba descansando en su habitación después de un día largo en el paddock cuando su teléfono vibró. Al ver que era un mensaje de Lando, se sorprendió. No esperaba recibir nada de él, especialmente después de cómo habían sido las cosas entre ellos. Con cierta cautela, abrió el mensaje y comenzó a leer.

A medida que sus ojos recorrían las palabras de Lando, Checo sintió una mezcla de emociones: sorpresa, alivio y una leve molestia. No esperaba que Lando se disculpara de esa manera, y menos que reconociera su comportamiento arrogante. Cuando terminó de leer, se quedó un momento en silencio, procesando lo que acababa de leer.

Después de reflexionar, decidió mostrarle el mensaje a Max. Sabía que su esposo se pondría protector, pero también confiaba en su juicio.

Amor, mira esto —dijo Checo, entregándole el teléfono. Max tomó el dispositivo, y mientras leía, su expresión se endureció. Sus ojos se movían rápidamente de una línea a otra, y cuando terminó, suspiró profundamente, devolviendo el teléfono a Checo.

—Está bien que se disculpe, pero no me gusta que haya sido tan fácil para él —dijo Max con el ceño fruncido—. No quiero que pienses que porque te envió un mensaje ya ha cambiado. Sabemos cómo es Lando.— Checo asintió. Entendía perfectamente las preocupaciones de Max. Sabía que Lando podía ser impredecible, pero también creía en dar segundas oportunidades, especialmente cuando alguien se mostraba genuinamente arrepentido.

—Lo sé, Max. No estoy diciendo que todo esté perdonado y olvidado —respondió Checo—. Pero creo que aceptar su disculpa es lo correcto. No voy a abrirle las puertas de par en par, pero si alguien se toma el tiempo de disculparse sinceramente, merece que al menos se le reconozca.—  Max lo miró por un momento antes de asentir, aunque seguía con reservas.

—Haz lo que creas mejor, Liefje, pero ten cuidado. No queremos que se haga de ideas.— Checo sonrió, tocado por la preocupación de Max.

—Lo tendré en cuenta, Maxie. Solo le responderé para aceptar su disculpa, nada más. Tomó su teléfono nuevamente y, después de pensar por unos segundos, escribió una breve respuesta:


SP11: Aprecio la disculpa.


Era una respuesta corta, pero lo suficiente para hacerle saber a Lando que había leído su mensaje y que aceptaba sus disculpas, sin dejar espacio para malentendidos ni dar señales de una reconciliación inmediata.

Una vez enviada la respuesta, Checo dejó el teléfono a un lado y se volvió hacia Max, buscando su mano. Era conciente de que la situación con Lando no se resolvería de la noche a la mañana, pero por ahora, había dado el paso que consideraba correcto.

Detenidamente Checo observaba a Max, admirando cómo mantenía la compostura frente a la situación con Lando. Sabía que su esposo era capaz de volverse un torbellino de celos, pero hasta ahora, Max había manejado todo con una calma sorprendente. Sin embargo, esa tranquilidad no lograba apaciguar la inquietud que Checo sentía en su interior.

Había algo en la situación que lo mantenía en vilo, un presentimiento de que las cosas en Monza podrían desbordarse. Quizá era el temor de lo que Lando pudiera intentar, o tal vez era la expectativa de cómo Max reaccionaría si las cosas se salían de control. Pero, más allá del miedo, había una parte de Checo que casi anhelaba esa explosión de celos por parte de Max. Quería ver esa chispa de posesión en los ojos de su esposo, quería sentir la intensidad de sus emociones desbordándose en la intimidad de su habitación.

Checo sabía que ese deseo era un arma de doble filo. Era consciente de que jugar con los celos de Max podía ser peligroso, pero no podía evitar la atracción que sentía hacia ese lado apasionado y feroz de su marido. En el fondo, ansiaba ser reclamado por Max, sentir cómo el neerlandés reafirmaba, una y otra vez, que él era suyo, y solo suyo.

Max sabía que su celosía era una parte importante de su relación con Checo. Esa intensidad emocional, esa necesidad de sentir que su presencia y su afecto eran los únicos en el corazón de Checo, era algo que alimentaba y mantenía viva su conexión. A Max le gustaba ver esa pequeña sonrisa de autosatisfacción en el rostro de Checo cuando él se mostraba posesivo, sabiendo que eso hacía que su esposo se sintiera amado y respaldado.

Deja Que Los Perros LadrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora