Tanti Aguri A Te

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Lando se esforzaba por no mirarlo. Había llegado el jueves y, con él, el día de los medios. El nuevo formato del panel, introducido después de las vacaciones de verano, lo tenía sentado casi directamente frente a Checo. El largo sofá blanco semicircular tenía espacio para tres pilotos, y Alex Albon se sentó en el medio, separándolos, pero la distancia entre ellos solo hizo que se sintiera más incómodo.

No ayudó que lo que Albon estaba chismorreando con Sergio hiciera reír al mexicano, esa maldita sonrisa iluminando su rostro. Esa sonrisa que hacía que Lando quisiera darle el mundo solo para mantenerla allí.

Cuando le preguntaron a Lando sobre las posibilidades de McLaren en el campeonato ahora que Red Bull parecía estar en problemas, apenas logró balbucear una respuesta. Trató de no sonar arrogante o demasiado confiado, pero su mente no estaba en eso. Todo estaba enfocado en el hombre frente a él.

Luego, la pregunta se dirigió a Checo, pidiendo la perspectiva de Red Bull. Lando observó cómo la sonrisa se desvanecía del rostro de Checo y era reemplazada por un intento forzado de mostrar confianza. Sergio habló sobre cómo el equipo había identificado los problemas con el auto y confiaba en que podrían solucionar las cosas. Pero para Lando, la respuesta parecía ensayada, artificial, no pudo evitar el pequeño tic que tiraba de sus labios.

¿En qué estaba pensando? Antes, todo lo que le importaba era ganar. Pero ahora... ahora se encontraba deseando que Checo también tuviera éxito. Le dolía ver al mexicano luchando, escondiendo su decepción detrás de una fachada. Lando se sentía tan en conflicto, dividido entre su naturaleza competitiva y estos nuevos y confusos sentimientos. Metido en sus propios pensamientos ni siquiera se dio cuenta de que el panel había terminado hasta que Alex le tocó el hombro, sacándolo de su aturdimiento.

Las sesiones de entrenamientos libres habían sido frustrantes para Max y Checo. El equilibrio del coche era totalmente inconsistente, oscilando violentamente entre el sobreviraje y el subviraje. Cada vuelta parecía una batalla, en la que ninguno de los dos pilotos era capaz de encontrar la consistencia necesaria para marcar un tiempo decente. A medida que luchaban en cada sesión, se hizo evidente que el fin de semana se les escapaba de las manos.

La clasificación no hizo más que confirmar sus temores, ya que tanto Max como Checo acabaron en unos decepcionantes P7 y P8. Sus esperanzas de conseguir un buen resultado el domingo se vieron frustradas, y todo lo que pudieron hacer fue consolarse mutuamente con palmaditas en la espalda, encontrando consuelo en su frustración compartida.

Mientras tanto, Lando había conseguido la pole position, un logro notable, pero la sensación de éxito era hueca. La extraña decepción que había comenzado dos días antes persistía, carcomiéndolo. No podía quitarse de encima la impotencia que sentía por la situación de Checo. Daniel le había aconsejado que esperara, que fuera paciente, pero quedarse de brazos cruzados lo estaba volviendo loco. Lando quería hacer algo, cualquier cosa, para devolverle la sonrisa a Checo.

Recordando lo que su padre solía hacer para alegrarle el día a su madre, Lando decidió arriesgarse. Nervioso, envió un enorme ramo de flores a la suite del hotel de Checo. Decidió mantener su identidad en secreto, pensando que sería más sutil, pero no pudo resistirse a dejar una pequeña pista: exactamente cuatro de cada tipo de flor en el ramo.

Pensaba Lando que sería un detalle inteligente y lo suficientemente sutil.

El ramo venía acompañado de una nota impresa, simple pero sincera: "¡Tú puedes! ¡Nunca te rindas!". Lando esperaba que fuera suficiente para levantarle el ánimo a Checo, aunque fuera solo un poco. Mientras enviaba las flores, una mezcla de ansiedad y anticipación se revolvía en su estómago, preguntándose cómo reaccionaría Checo y si siquiera se daría cuenta de quién eran.

Deja Que Los Perros LadrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora