Tony y el neurocirujano

31 3 0
                                    

4/6

Después de lidiar con el desastre absoluto con Dormammu y aquellos que traicionaron a la Orden, Stephen se encontró en el santuario de Nueva York. Se vio obligado a seguir la regla de no tener contacto con el mundo exterior mientras se sometía a su entrenamiento, pero acababa de ayudar a salvar el mundo.

Estaba bastante seguro de que eso significaba que tenía un descanso y que iba a llamar a su novio, a quien había extrañado muchísimo estos últimos meses.

No esperaba encontrar a Tony en lo que parecía ser el medio de un colapso y se olvidó de todo excepto de su preocupación y culpa por no haber estado allí para el hombre.

Podría haber viajado por un portal hacia donde se encontraba Tony, pero no quería asustar al inventor, así que esperó los agonizantes veinte minutos que tardó Tony en llegar.

Estaba en la puerta y atrapó a su novio en el momento en que escuchó repulsores afuera.

—¿Tony? —preguntó presa del pánico.

El genio se aferró a él, con los hombros temblorosos por los sollozos. La Capa de Levitación cerró la puerta detrás de él, con el cuello rizándose mientras estudiaba con curiosidad al hombre en los brazos de Stephen. Stephen arrastró con cuidado a Tony a una sala de estar cercana y lo bajó al sofá. El genio se negó a soltarlo, por lo que se vio obligado a sentarse con él.

Stephen envolvió a Tony con sus brazos y pasó sus manos enguantadas arriba y abajo por su espalda, murmurando tonterías tranquilizadoras y tratando de averiguar qué había llevado a su novio a tal estado.

Pasó casi media hora, pero finalmente los sollozos de Tony se calmaron y sus temblores se detuvieron.

—¿Tony? —preguntó Stephen con cautela. Sintió que Tony respiraba profundamente antes de apartarse a regañadientes lo suficiente para mirarlo.

Su novio parecía exhausto, con bolsas oscuras bajo los ojos y la piel pálida. Stephen frunció el ceño y levantó una mano para acariciar la mejilla de Tony, acariciando con el pulgar la comisura de sus labios fruncidos.

-¿Qué pasó?-preguntó suavemente.

La angustia se reflejó en los ojos de Tony, pero la reprimió después de tomar otra respiración profunda.

—Todo se fue al carajo —respondió con brusquedad. Volvió a enterrar la cara en el pecho de Stephen y sus siguientes palabras fueron apagadas, pero aún audibles—. ¿Has oído hablar de Ultrón?

Stephen frunció el ceño. —Sí. La IA que se volvió rebelde debido a fuerzas externas. No fue tu culpa. —Se había enterado de la noticia en las noticias entre el caos de los últimos días.

Tony soltó una risa amarga. 

—No a los ojos de los Vengadores.

—¿Qué? —preguntó Stephen con dureza.

Entonces Tony le contó lo que había pasado. Sobre Ultrón y Maximoff, sobre JARVIS, que provocó una punzada de dolor en el corazón de Stephen. Tony le contó sobre Johannesburgo y Sokovia. Sobre las pesadillas teñidas de rojo y, finalmente, sobre lo que Rogers había intentado ese mismo día.

Stephen nunca había estado tan furioso en su vida.

—No lo quería —susurró Tony—. Te lo prometo, Stephen. Yo no... —Otro sollozo lo interrumpió y Stephen lo hizo callar.

—Lo sé, Tony. Lo sé. —Besó el cabello del inventor—. ¿Confías en mí? —preguntó después de un momento.

—Siempre —respondió Tony sin dudarlo.

Anyone But Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora