Capítulo VII

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— Divina, sos una bomba

— Gracias Euge.

— Es que parece que hubieras nacido para esto — yo agaché la cabeza.

— No, no! no me refiero a este trabajo, si no al baile del caño, lo haces re bien.

Le regale una sonrisa a lo que ella me la devolvió.

— si, si...ya entendimos Eugenia

— Celosa Micol?

— No C o n s t a n z a, por qué estaría celosa?

— Supongo porque te creías la mejor y te están bajando del trono.

— tene cuidado con lo que decis boluda —le dijo señalandola con el dedo y acercándose amenazante.

La tomé del hombro para que se alejara y quedamos cara a cara.

— Cuida tus palabras — la amenace.

— Si no ¿que?...Me vas a pegar?.

— Si tengo que hacerlo, lo hago

— Y por que lo harías?

— Si te metes con ella, te metes conmigo.

Bueno ya chicas, ya fue dijo Euge tratando de separarnos.

— Te crees la gran cosa —dijo dándose la vuelta y caminando hacia el caño

— Aprende de mi

— Si, porque de los errores se aprende, verdad? —se paró en seco antes de llegar.

Sentia las risas bajas a mi alrededor.
Se dio media vuelta y empezó a caminar hacia mí, con todas las intenciones de pegarme, cuando Santiago le bloqueó el paso.

— Salí! Hija de puta — grito Micol como loca, yo solo seguía mirándola con una sonrisa provocadora dibujada en mi rostro.

— ladra bien, que no se te entiende.

— Cuando me tengas en frente me vas a entender — aún gritando— Soltame Santiago.

— ya está, deja de perder la poca dignidad que te queda, linda —sarcásticamente— Alterarse con unas simples palabras y gritar como loca no se ve bien.

— podrás ser muy buena en lo que haces, pero te falta clase.

Tal y como esperaba, volvió a alterarse lo que hizo que Santiago la cargará sobre su hombro y la sacará de ese lugar.

Todos en aquel lugar empezaron a aplaudir y yo no pude evitar visualizar a aquel hombre de arriba, mirándome a través del vidrio desde su oficina.

Rígido.

[...]

SANTIAGO

— De que te reís?

— Yo? no de nada, de nada —dije soltando una carcajada.

— Por que la defendiste, tenías que defenderme a mi.

— Yo no defendi a nadie, te saque de ahí porque Espert me lo pidió.

— esa pelotuda si cree que esto se va quedar así está muy equivocada.

— Me tengo que ir —dándome media vuelta para empezar a caminar hasta la puerta.

— No Santi, quédate conmigo. Quiero que me cogas estas noche, sos el único que puede sacarme el estrés.

— No, ahora no puedo, tengo que preparar cosas para mañana.

— Claro, seguro que te la vas a coger a la otra, a Guadalupe.

— Que?

— te garcha mejor que yo?.

Desearía averiguarlo.

— Haber si entendes Micol, vos y yo no somos nada. Si hay algo que no soporto son tus malditos escándalos de nena malcriada.

—Que queres decir ¿que no soy la única?.

— Aca derntro sí, pero no te confundas porque tú lugar en mi vida, está dentro de esa cama; garchamos pasamos el rato y listo. Que no se te olvide que estoy casado.

— No me podes hacer esto.

Sin nada más que decir, me retirar cerrando la puerta y empezando a caminar por el pasillo. Si había pasado más de una noche con ella, era por el simple hecho de que paso más tiempo aquí dentro de mi casa, no por otra cosa.

Dirigiéndome a la oficina de Espert pase por el costado del salón de ensayo, a través del vidrio ví salir de ese lugar a Guadalupe; seguí mi camino y me frené antes de doblar por el pasillo, quedando tras la pared.

— Sos la primera.

La voz de Mariano.

— ¿Disculpa? —la escuché preguntar.

— Sos la primera que se atreve a poner a Micol en su lugar.

—Deberian hacerlo más seguido.

—La verdad que sí.

Sentí la necesidad de interrumpir aquel encuentro de una manera involuntaria.
Mariano, te llama Dan, estaba claro que mentí.
Ella se quedó estática en el lugar, sin mirar.

Tremendo culo se carga la pendeja.

— Que casualidad, pensé que Dan se había ido y que no venía hasta maña- —clave mi mirada al instante en él, indicándole que se retirara, no tardó en darse cuenta y se retiró.

De ella inmediatamente empezó a caminar. Me lo esperaba.

— Hablas en clase y ahora me ignoras — paro y se dio vuelta

— Qué es lo que querés?

Uff si supieras.

— Qué es lo que quiero?.

— Creo que fue clara mi pregunta, como también fue claro y es claro mi odio hacía ti, y hacía todo ser viviente con miembro masculino en este lugar.

— A qué punto quieres llegar?— preguntó con un tono de picardía.

— A que te ubiques en tu lugar y me dejes en paz.

— Si yo no te hice nada.

— sos un bárbaro, lo que logras cada vez que abrís la boca es que te odie aún más —puedo notar ese mismo nudo en su garganta que se formó el día de la llamada— tu trabajo, desde que me sacaste de esa ruta, me arruinaste la existencia. Que es lo que queres?

– No sé.

Mierda, no lo sé.

Deje su pregunta en el aire y me retire, dejándola atrás. Seguí mi camino.

¡La puta! ¿Que es lo que quiero?

¿Por qué sentí la necesidad de que Mariano nos deje solos? ¿O es aquella tensión que tanto había logrado ponerme, como ninguna chica antes lo había logrado?

¿Que mierda tenes Guadalupe que me pones en tensión?.

Muñeca del gobierno | Santiago Caputo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora