Capítulo 4

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De lejos se ve una casa, algo particular y grande, también muchos autos a su alrededor eso parece. Mire al ojiazul con la intención de que leyera en mis ojos lo que tanto temía preguntar y lo que tanto temía que me respondiera.

— Si, ya llegamos.

Mi estómago se revolvió, quería vomitar, quería saltar de este maldito auto pero claro que no me iría sin mi amiga.

Por culpa de mi miedo y mis nervios, entre en calor, agarre su botella de whisky, al parecer, que había entre los dos, y empecé a tomar con desesperación sin importar que me estuviera quemando la garganta, él me miró no sé con que expresión pero al ver que no quitaba aquella botella de mis labios me la retiró al instante y en eso empecé a toser. Ahora con más razón quería vomitar.

— ¿Que haces nena? —freno el auto— ¿Estás loca?

—¡No pares, seguí. Quiero que se acabe esto ya!

Su mirada era confusa pero la mía estaba segura que expresaba todo lo que sentía, desesperación, miedo, tristeza, no podía ocultarlo.

—Estamos llegando tarde.

Movió la llave para encender el auto pero antes de que lo hiciera apoye mi mano en la suya, indicando que parará.
Cruzamos miradas y otra vez mi estómago.

¿Que me pasa?...

Pasaron una milésima de segundos

—¿Nos van a matar? —solté, y pude percibir como noto aquel nudo en mi garganta.

—No, claro que no —mi respiración volvió a ser normal, nuestras manos seguían pegadas y debido a la transpiración que corría por la mía, las miramos al mismo tiempo y la quite rápidamente.

Encendió el auto y seguimos adelante.

—Preferiría que lo hicieran, antes de pasar el infierno que seguramente nos espera — mi vista periférica se enfocó en la media vuelta que su cabeza dió al momento que terminara de decir eso.

[...]

Estábamos afuera de ese lugar, esa casa enorme que bloqueaba la puesta de sol y nos cubría a todos en una sombra. No quería que ese abrazo terminara, no quería soltarla y ellos se encargaron de eso; nos separaron.

— No se pueden abrazar —dijo aquel hombre de pelo negro con algunas canas, que venía en el auto con Coti.

Una risa sarcástica y llena de odio dejo mis labios mojados por las lágrimas.

— No te van a quedar ganas de reírte al entrar por ahí hermosa.

Escuché y giré para encontrarme a una rubia bien vestida, de gran imagen salir de aquel lugar

— Ah bueno, son todas hermosas,
no me defraudaron chicos, me trajeron lo que prometieron

— Te lo prometimos Sandra.

— Y así fue Ramiro — hizo una pausa y su mirada se transportó por cada una de nosotras —Soy Sandra Pettovello, abran las puertas — alguien de adentro abrió una de las dos puertas que se encontraban a la entrada; pero no sé lograba visualizar el interior — Agarren a sus chicas y entren.

Su mano tomó mi brazo de inmediato, sus dedos calientes apretando mi piel y antes de que la misma se erizará por aquella conexión, retira bruscamente mi brazo.

No lo hagas difícil Guadalupe, ya estamos acá. Empecé a caminar en dirección a la puerta y él me tomó del brazo antes de que pudiera entrar, me resigné y entramos juntos.

Estaba oscuro, sus dedos apretaron más fuerte mi brazo, al parecer fue inconscientemente porque podía ver por la poca luz que entraba de fuera, que no me estaba mirando.

Seguía viéndolo y de repente unas luces de colores iluminaron su rostro y aquel lugar; mi cuerpo se volvió hielo, mi respiración se detuvo al ver en dónde estábamos.

Un escenario, sillones, mesas, un bar con estantes llenos de bebidas, caños, aros que colgaban del tech... ja-jaulas ¡Dios mío!.

— Bienvenidas — dijo un hombre al final de la escalera — A "La Mansión" mis chicas. Yo soy Jose Luis Espert, pero pueden lamarme Jorge.

— ¿Que es esto?— dijo una chica a mi lado.

—Es un prostíbulo —dije sin ninguna expresión, veía cada detalle de aquel lugar y sentía que mi alma se moría lentamente.

—No, yo no lo diría así —dijo Espert haciendo una pausa — Más bien es un lugar de atención y diversión para hombres de clases sociales altas.

— Nosotras somos la diversión. Es la misma mierda pero con diferente nombre Espert — lo nombre sarcástico y desafiante; y pude sentir la mirada del castaño que aún sostenía mi brazo.

— mira...?

— Guadalupe

— Guidita, sólo déjo que me llame Espert los que me agradan. Vis tes cara de ser un dolor de huevo, por lo tanto llámame José preciosa.

Estaba por abrir la boca para hablar pero me interrumpió el llanto desgarrador de una de las chicas, lo que provocó que se alterarán las demás.

— Chicos llevenlas a sus habitaciones.

A las que estábamos tranquilas nos dirigin sin problema, pero como llevaban a las que estaban alteradas, parecía que estuvieran por ser internadas en un maldito manicomio.

— Una cosa más... Disfruten su estadía, coman, bañense porque mañana empiezan los entrenamientos.

— Entrenamientos de que? —preguntó Coti.

— Ya se van a enterar —dijo el hombre a su lado, soltando una risa con picardía— Imaginen que es una sorpresa.

— Ay si! Adoro las sorpresas.

— Me re calienta tanto tu sarcasmo —dijo el castaño mientras nos llevaban por un pasillo.

Muñeca del gobierno | Santiago Caputo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora