Hani se encontraba recostada en los barrotes de la jaula observando a Cabaji practicar su puntería. Lanzaba cuchillos y cualquier cosa que tuviera filo a una especie de ruleta de la muerte.—Me pregunto a quién te estarás imaginando ahí —dijo en tono burlón—. Se ve que es algo muy personal.
—Cierra la boca o tú serás el siguiente blanco.
—Qué malote. Atrévete a tocarme y terminarás calvo.
—No te preocupes. Cuando vengan los demás invitados me encargaré de que Buggy cierre tu boca para siempre —amenazó mientras continuaba lanzando cuchillos a la ruleta.
—Sí, sí. Suerte con eso —se acomodó en la angosta jaula y cerró sus ojos para dormir un rato.
Mientras la castaña descansaba, Cabaji fue llamado para recibir a los nuevos prisioneros con un show de bienvenida.
Eran tres personas que no podían ser más diferentes entre sí: un hombre joven y de cabello verde con tres espadas a su lado, una mujer pelirroja de aspecto astuto, y otro joven de sombrero de paja y una expresión despreocupada, incluso en medio del peligro.
El de sombrero se quedó en la carpa con Buggy mientras que los otros dos fueron llevados a la misma habitación de tortura en donde Hani dormía despreocupadamente. La de cabello naranja fue encerrada en otra jaula mientras que el espadachín fue amarrado en la ruleta.
—siiltin sis irmis y til viz lis diji vivir —la chica imitó a Zoro con tono de burla—. ¿Es enserio? ¿Qué pensabas hacer desarmado? ¿Te falla el cerebro?
—Lo hubiéramos logrado si no nos hubieras dejado a nuestra suerte —miró a la pelinaranja desafiante y fastidiado.
—Estábamos rodeados y sin armas. Era una batalla que no podías ganar —se defendió.
—Conozco a los de tu tipo, si no hay nada qué ganar, huyen.
—¿Quién lo dice? El cazarrecompensas errante, vendiendo vidas por unos cuantos berries.
—¡Yo tengo un propósito!
—¡Oh! Por supuesto que lo tienes —rodó los ojos.
—¿Podrían bajar la voz? Trato de dormir —la mirada de ambos se dirigió a Hani quien se refregaba los ojos con fastidio—. Cuando me dijeron que tendría compañeros, esperaba gente más silenciosa.
Su mirada recorrió la escena. Hani sintió que el tiempo se detenía por un momento al ver a Zoro de nuevo. Su última pelea con él había sido feroz, pero también había sido interrumpida. Los recuerdos de ese día, la lucha intensa, la explosión y la separación, todo regresó a su mente en un torrente.
Los ojos de Zoro se encontraron con los de Hani. Por un breve instante, una mezcla de sorpresa, reconocimiento y algo más pasó por su rostro.
Nami, a su lado, notó el cambio en la expresión de Zoro y frunció el ceño, preguntándose quién era la mujer que había captado la atención del espadachín de esa manera.
—Nunca pensé que nos volveríamos a ver en circunstancias tan... interesantes, Zoro —dijo, con una ligera sonrisa—. ¿No te cansas de meterte en problemas?
Zoro dejó escapar una risa corta, reconociendo el tono familiar en su voz.
Nami frunció el ceño por la interacción de ambos.
—¿Quién eres? ¿Se conocen? —preguntó.
—Sí.
—Eso no importa.