El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Los cuatro se habían acomodado en distintas partes del bote, cada uno disfrutando del tiempo.Hani, recién integrada al grupo, observaba todo con una sonrisa mientras se recargaba en el borde, dejando que la brisa marina acariciara su rostro.
El sonido de pasos rápidos la sacó de sus pensamientos, y cuando miró hacia atrás, vio a Luffy acercándose con su característica sonrisa despreocupada.
—¡Hani! —Luffy se dejó caer a su lado, sin preocuparse en lo más mínimo por la proximidad—. ¿Qué haces?
Hani sonrió, no pudo evitar sentir la calidez que emanaba del capitán. Luffy tenía una energía que parecía contagiar a todos a su alrededor.
—Oh, ya sabes, sólo contemplando la vista. Tal vez pensando en algún plan maestro para dominar el mundo o algo así —dijo con un tono exagerado, como si fuera lo más obvio.
Luffy soltó una carcajada, genuina y alegre, como siempre. Era fácil ver que él no tomaba nada demasiado en serio, al menos no cuando se trataba de bromas.
—¡Eso suena genial! Pero primero, ¡seré el Rey de los Piratas! —exclamó, y sus ojos brillaban por su emoción.
Hani lo miró por un momento, su sonrisa suavizándose. Había algo en la pureza de su convicción, en su confianza infantil pero inquebrantable, que la hizo sentir algo que no esperaba: seguridad.
—¿Sabes, Luffy? —dijo ella, su tono más suave ahora—. Eres un poco raro, pero raro de los buenos. Creo que nunca he conocido a alguien tan optimista como tú.
Luffy ladeó la cabeza, como si estuviera procesando lo que ella decía, pero su sonrisa no se desvaneció.
—¡Gracias! —respondió simplemente, como si fuera lo más natural del mundo—. Tú también eres genial, Hani. ¡Me alegra que estés con nosotros!
Hani no pudo evitar reír suavemente ante la sinceridad de sus palabras.
—¿Enserio? Puedo ser insoportable a veces —bromeó, arqueando una ceja con una sonrisa juguetona.
Luffy la miró directamente, con una seriedad que no solía mostrar a menudo.
—Sí. Eres fuerte y divertida, y sé que podemos contar contigo. Y si alguna vez necesitas algo, ¡estoy aquí! —dijo, golpeándose el pecho con confianza.
Las palabras de Luffy, tan simples pero tan llenas de significado, tocaron una fibra sensible en Hani. Ella no acostumbraba a que otros confiaran en ella tan fácilmente, y mucho menos a que alguien le ofreciera su apoyo de esa manera.
—Eres realmente muy tierno, ¿sabes? —dijo, pero esta vez sin ningún rastro de sarcasmo. Había un cariño genuino en su voz.
Luffy la miró, desconcertado por un momento, antes de sonreír aún más.
—¡Sí! Eso me lo han dicho antes.
Hani dejó escapar una risa auténtica, una que resonó en el aire fresco del mar. No podía creer lo rápido que Luffy había comenzado a sentirse como un hermano para ella. Alguien con quien podría contar, incluso en los momentos más oscuros.
Zoro, por su parte, había encontrado un rincón tranquilo en donde había decidido aprovechar el momento para echarse una siesta. Con los brazos cruzados sobre su pecho, se dejó caer contra la pared.
Pero Hani, notando su soledad, no podía resistir la tentación de acercarse. Había algo irresistible en la combinación de la seriedad y la aparente indiferencia de Zoro que la incitaba a provocarlo.