5. Tatuaje

106 17 7
                                    

Cuando tocó la puerta de la habitación de Sarada, para comprobar cómo estaba, se encontró con ella ya en pijama y somnolienta.

—Boruto. —no traía sus lentes, parecía que la había despertado.

El rubio movió su muñeca izquierda para revisar la hora, eran apenas las diez de la noche.

—¿Dormida tan temprano? —tal vez él debía seguir su ejemplo, sus ojos le pesaban todo el tiempo y tenía migrañas que estaban siendo dolorosas.

—Un día pesado. —su rostro estaba inamovible, probablemente por el shock.

—¿Puedo pasar? —estaba seguro que no usó ningún tono extraño que pudiera hacerlo ver cómo un pervertido.

—Oh... No, perdona. Mi hermano está adentro —salió por completo de la habitación y cerró la puerta—. No le gustaba estar solo antes, ahora mucho menos.

—Es entendible —podía sentir una semejanza entre el niño y él mismo. Cuando lo intentaron matar por primera vez, a los diez años, le rogó a su madre que durmiera a su lado por un mes entero—. Mañana sería prudente que te reúnas con mi padre para conversar del tema —hizo una pausa—. ¿Fue la primera vez?

—¿Ah? —estaba extrañamente distraída, pendiente de sus manos, que se cerraban y abrían en puños.

—Mataste. —la observó tensarse.

—No, yo... —tragó saliva—. Eso fue... —sintió un jadeo salir de su garganta—. Creo que necesito aire. —murmuró.

Boruto le extendió una mano, y ella la tomó después de dudar unos segundos. Los llevó a ambos a la terraza de su primera conversación privada, y se sentaron en el modesto comedor que usaban con Kawaki cuando querían fumar.

Sarada tomó respiraciones largas y suaves, cruzando sus brazos sobre su pecho como un intento de cubrirse de la pesada mirada de Boruto. Él pensaba que se veía bonita, más de lo normal sin los lentes obstaculizando sus intensos ojos.

—Por lo que veo, fue la primera vez —comentó después de un extenso silencio. Ella asintió—. ¿Te arrepientes?

—Por supuesto que no —dijo de forma precipitada—. Iba a lastimar a mi hermano —volvió por otra respiración—. Esto es tan jodido. —susurró.

—Cuando le clavaste el cuchillo ¿fuiste a dónde querías? —sus ojos estaban atentos a ella.

—¿Qué? —se notaba confundida. ¿Por qué tenía que ser tan críptico?

—¿No recuerdas lo que me dijiste? —¿Cómo podía no hacerlo? Él recordaba sus palabras de una manera enfermiza.

—Estás siendo poco específico. Digo demasiadas cosas...

—Cuando me acuchillaste a mi, y tu padre hizo que te disculparas ¿no recuerdas lo que dijiste? —sus palabras habían sido importantes para él.

Sarada dudó un instante, nerviosa. sus dedos palmeaban sus brazos en un ritmo suave.

—Creo que... Si hubiera acertado un poco más a la izquierda, en realidad le hubiera dado a tu arteria carótida y te hubiera matado —sus mejillas se pusieron rojas—. Debí sonar como una lunática.

—Un poco. —sonrió.

—De cualquier forma ¿qué tiene eso de...? —dejó la pregunta a medias—. Si, Boruto. Hice lo que no te logré hacer a ti esa vez —suspiró—. ¿Estoy arrepentida? No ¿Me gustó? No ¿Lo volvería hacer? Si, mil veces sí. —se había adelantado a todas sus posibles preguntas.

—Uno de ellos está con vida, al que inyectaste. Sigue demasiado drogado para una interrogación adecuada, así que mañana llevaremos todo a cabo.

—¿Tortura?

Gangsta. (BORUSARA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora