4. Torcedura

149 22 18
                                    

Sarada estaba sentada en la oficina de Boruto, con su pierna moviéndose en un gesto ansioso. Acariciaba la piel de su nudillo abierto y miraba cómo Boruto y el hombre a su lado estaban hablando un ruso tosco y rudo de su situación actual.

No podían saber quién había realizado la llamada, había sido demasiado corta y el número era privado. Pero podían armar sus preguntas y conclusiones.

¿Por qué Sakura? ¿Por qué la llamada a Sarada?

Era tortura, querían herir a Sarada y volverla más vulnerable. Que no hubiera un deseo de intercambio, amenazas o palabras... Era mero sadismo en querer causarle sufrimiento.

¿Y Sasuke? ¿Por qué nada de él?

Lo más lógico para Boruto, es que no lo habían atrapado aún. Y qué si hubiera estado en el poder de los secuestradores, hubieran hecho gritar a ambos.

¿Por qué?

Tal vez el objetivo no era el señor y la señora Uchiha. Porque, aunque tenían a Sakura, querían que Sarada lo escuchara. 

También, si la llamada había sido recibida... Ellos sabían que Sarada estaba en Rusia, y no creía que fuera una coincidencia que la llamada había sido justo cuando no estaba en la mansión. ¿Querían verla romperse? Debían tener hombres ya en el país.

—Oye —Tomó su mano suavemente, para no causar más presión a su herida abierta. Sarada alzó los ojos a él, a su mirada blanda—. Tenemos que ver esa herida —apartó su mano y la de ella, viendo detenidamente la sangre seca y la piel roja e hinchada—. Te curaré. —se enderezó, pero enseguida ella se puso de pie y tiró de su mano.

—¿Qué puedes hacer? —Sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar, su labio roto de tanto morderlo y su nariz levemente enrojecida—. Mi mamá... —llevó su mano a su pecho, tomando respiraciones—. Mi mamá.

—Lo siento tanto, Sara —apretó sus labios. ¿Qué carajos podía hacer?—. Te juro que estoy haciendo todo lo posible, pero... No hay mucho con lo que pueda trabajar. —levantó una mano y acunó su rostro, sintiendo la impotencia crecer en su pecho.

Ella asintió, cerrando los ojos y agachando la cabeza.

—Me quiero morir —susurró, comenzando a tirar de un mechón de su cabello, envolviéndolo en su dedo en un gesto ansioso—. Quiero estar en su lugar, quiero cambiar papeles —llevó ambas manos a su cabeza y empezó a tirar desde la raíz—. ¿Por qué le tiene que estar pasando esto? —su susurro fue tan silencioso que pareció un grito, empezando con las desastrosas lágrimas.

Boruto le dirigió una mirada a Shikadai, diciéndole que los dejara a solas. Una vez que la puerta se cerró, el rubio tomó ambas manos de la chica y forzó sus dedos a soltar sus mechones.

—Sara —acarició su cabello, peinando el desastre que hizo y tirando al piso los mechones que logró arrancar—. Siéntate —ordenó con suavidad, y ella dejó ceder sus rodillas a la silla acolchada—. Sé que lo que debes estar sintiendo es horrible —inició, limpiando sus lágrimas con sus pulgares, viendo cómo ella seguía mirando al piso—. Mis padres también han sido secuestrados en algún momento de mi vida —ella lo miró, más atenta—. No he tenido que oír lo que tú, y no he tenido que hacerme cargo de tanta ansiedad solo. Pero quiero que te concentres en una cosa: ella está con vida. Sí, lo que le están haciendo es horrible. Pero sigue con vida, puede luchar, está consciente —sentía que su discurso era terrible, pero no habían muchas palabras de aliento en estos casos—. Esperamos que recibas dos o tres llamadas o mensajes similares de amenaza antes de que empiecen con sus demandas. —Esperaba, si es que no era pura tortura para Sarada.

Gangsta. (borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora