2. Tsunade

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Sarada apreciaba que todos fueran respetuosos con ellos y no mencionaran el tema.

También los odiaba, porque no podían evitar sus ojos de lástima y misericordia. Porque, aunque Naruto le dijo que harían todo lo posible para encontrar a Sasuke, sabía que no la involucrarían en el asunto.

Nunca insistió en meterse en el trabajo familiar, su padre tampoco la hubiera dejado. Pero sabía lo que se hacía, conocía los métodos y los horribles resultados. Estaba asustada como la mierda por su mamá. El terrible horror que se le instalaba en el pecho al imaginar lo que le podrían estar haciendo, lo que le pudieron hacer, lo que le podría pasar...

—¿Sarada? —Parpadeó, dejando de mirar con fijeza el cuadro que Hima hacía. Se volteó para encontrar a esa hermosa mujer pelirroja, que la miraba con la expresión que detestaba.

Pero lo dejaría pasar, porque era Karin.

Madrina... —se levantó del sofá en donde estaba con su hermano y fue directo a sus brazos, siendo recibida por ese amor maternal que necesitaba con desesperación.

No se fijó en el rubio, ni en su hermano ni en la pelinegra que observaron la escena con curiosidad.

—Lo lamento mucho, cariño. —Acarició su cabello.

¿Era un pésame?

—Yo... —se separó del abrazo, al menos un poco—. No pude hablar con mi madre. Lo último que supe es que chocaron su auto y no la encontraron. Mi padre me llamó antes de poder volver a casa, luego de una cita... —habló rápido, queriendo soltar todo lo que sabía a una persona que sabría que le prestaría los oídos—. Se escuchaba herido, habían disparos de fondo. No sé quiénes pudieron ser. Mi mamá me dijo que él había dejado todos los conflictos con los demás yakuzas cuando nací. Entonces, ¿por qué? —Las lágrimas estaban atrapadas en sus ojos—. Él... ellos... ¿quiénes? —Bajó los ojos y se tragó un sollozo.

Karin no dijo nada, solo la envolvió en un abrazo y le sonrió con pesar a Deisuke, quien miraba confundido toda la escena.

—¿Qué haré si ya no están? —Se refería a su hermano, porque si perdían a sus padres ella terminaría asumiendo el papel de madre—. ¿Qué haré con ellos? —Susurró.

Los ojos rojos de Karin se abrieron de espanto por ese tono perverso.

—Sé que no es el lugar ni el momento, Sarada —Tomó sus hombros—. Pero espero que no sigas los pasos de tu padre y quieras venganza. Aunque así lo conocí, no querría volver a ver a un Uchiha con sed de sangre —Tomó su rostro entre sus manos y la miró a los ojos—. Déjanos eso a nosotros.

Sarada no había pensado en la venganza. Estaba demasiado concentrada pensando en el por qué, cuándo y cómo. En velar por el bienestar de su hermano.

Su clan había tenido esa fama. Eran los asesinos salvadores de cuentas. Los que hacían que el ciclo de muerte no tuviera fin. Ojo por ojo, sangre por sangre.

—Por supuesto que no. —Por supuesto que sí.

No importaba la ayuda que le estuvieran dando. Ellos no eran su familia. Ellos no entenderían esto. Si hubiera derramamiento de sangre, ella pondría el cuchillo y cortaría la carne.

Volvió a abrazar a su madrina, viendo a Boruto parado en la puerta. Presenciando toda la escena.

Le roía el orgullo actuar desesperada frente a un extraño, pero no podía manejar sus intensas emociones sola.

Una vez que estuvo calmada, fue a su habitación junto a su hermano y madrina para hablar más en confianza.

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Gangsta. (BORUSARA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora