Arthur dió otro sorbo a su whisky, observando las cartas que alguna vez ella le escribió para él regadas por todo el suelo de su habitación, el silencio incómodo era su único acompañante en aquella madrugada, mientras esperaba que perla le contestara todos los mensajes y llamadas que había enviado, con esperanza de que ella le hablara.
Pero simplemente eso no sucedería, lo sabía, pero no lo quería admitir.
Sentía algo en su pecho, un vacío y tristeza, al leer cada letra escrita a mano, con palabras que desbordaban amor puro, las fotografías de sus noches ocultas en Milán, los dibujos que ella le hacía. Extrañaba todo eso, pero sabía que no lo volvería a tener de vuelta apesar de obligarla a estar allí.
¿Por qué siempre tenía que arruinarlo todo? Siempre había soñado con una mujer como ella, encantadora, inteligente, bonita, buena compañera y divertida, y creyó haberla encontrado en Carla hasta que apareció Perla.
Se sentía receloso de no estar con ella ahora, sabiendo que se lugar lo ocupaba Oliver.
Se sentía mal de saber, muy en el fondo, que todo era su culpa, quizá debió terminar las cosas con Carla, y luego ir por ella, quizá no estarían en todo este embrollo.
Se sintió débil al tomar una de las últimas cartas que Perla escribió, semanas antes de el viaje a Barcelona, semanas antes de que le confesara que estaba embarazada. Esta madrugada, apesar de que el silencio y la luna lo acompañaban, sus pensamientos más crudos y realistas lo hacían querer desistir de todo y pedirle perdón una vez más, lo que sentía por ella se sentía como amor, un amor confuso y destructivo que para él parecía inofensivo, pero para ella era incómodo, un amor que a Arthur le llegó cuando vio como ella trataba a Oliver, un amor que nació de los Celos. Un amor que nunca sería sano.
No pudo leer la carta, ya que el sonido de una llamada resonó en toda la habitación, haciéndolo parar al ver que era Perla.
-hola?
Sus ojos se cristalizaron al oír su voz adormilada
- lo siento
Hubo un silencio, las lágrimas bajaron por sus mejillas, y los recuerdos de sus discusiones, ese día en Barcelona, los días que la vio llorar por su culpa, todo eso vino a él de golpe.
- lo siento tanto, yo, de verdad Te amo, y te necesito, y lo siento, debí terminar con Carla, debí ser tu novio, debí hacer todo bien contigo, lo siento tanto
Ella solo pudo soltar un suspiro. Esa era la palabra que había oído de él casi todo el tiempo, y ya no se sentía valiosa ante sus oídos.
- ¿que hiciste ya?
Las palabras frías de perla se sintieron como un valde de agua cayendo sobre él, ¿tan malo era para pensar que había hecho otra cosa?.
- no eh hecho nada, me puse a leer tus cartas-. Soltó una risa amarga - extraño mucho cuando íbamos a milán y nos emborrachabamos, extraño eso, te extraño
- oye, no hagas cualquier cosa borracho, llama a joris, no estés manejando ebrio
- ¿te preocupas por mí después de tenerlo a él en tu cama?
Los celos se hicieron evidente en sus palabras y ella no respondió.
- ¿como no quieres que beba sabiendo que a él le gustas?
