recapitulación 10

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Un día robado al Destino

El sol apenas había salido cuando Kazuto, en su camino habitual a la escuela detuvo a masato queriendo comprar algo para comer de un puesto de comida, fue entonces que escuchó la conversación de un anciano en una banca cercana. Hablaba con un tono apacible, lleno de sabiduría, a un grupo de jóvenes que se había detenido a escucharlo. El anciano les contaba cómo, en su juventud, había aprendido la importancia de disfrutar los pequeños momentos y tomar decisiones inesperadas que pudieran llenar su vida de recuerdos inolvidables.

Kazuto, absorto en sus pensamientos, sintió un pinchazo de nostalgia y una sensación de urgencia que no pudo ignorar. Mientras era llevado por masato, las palabras del anciano resonaban en su mente "A veces, un día robado al destino puede valer más que todos los días planificados que puedas tener." Esa idea comenzó a tomar forma en su cabeza hasta que, sin darse cuenta, había llegado a la Escuela.

La decisión fue dura, pero era algo que siempre quiso hacer por ello ese día sería diferente.
Al ver a Nijika frente a la entrada de la escuela, se acercó a ella con una suave sonrisa y una chispa de complicidad en los ojos. Nijika levantó una ceja, algo sorprendida por su energía inusualmente vivaz.

“Buenos días” dijo Nijika, intentando leer su expresión. “¿Por qué esa cara? ¿Ocurre algo?”

Kazuto se acercó un poco más, bajando la voz como si estuviera a punto de compartir un gran secreto.

“tengo una idea loca” comenzó, dejando que la expectativa creciera “¿Qué te parece si hoy no entramos a clase?”

La joven lo miró sorprendida, no era habitual que Kazuto sugiriera algo tan impulsivo. Sabía que había un trasfondo.

“¿Faltar a clases?” repitió Nijika, un tanto incrédula, pero con una sonrisa que delataba su curiosidad. “¿Y qué propones que hagamos?”

Kazuto con un gesto le insinuó que primero se apartaran del ojo público, yéndose a un lugar más seguro y privado de la escuela.

“Nos vamos a la estación, tomamos un tren, y salimos de Tokio. Tú eliges el destino. ¿Qué dices?” le preguntó con una mirada cálida. “Solo nosotros dos, lejos de todo. Nadie nos interrumpe, nadie nos reconoce, sin la presión de escondernos”

“suena como una aventura… pero” Nijika quedó en silencio por un momento, sorprendida por la idea. La lógica y el deber le decían que debía entrar a clases además de ir a trabajar por la tarde, pero la tentación de compartir un día sin restricciones con Kazuto era demasiado fuerte. Sus ojos se iluminaron al imaginarse la libertad que ofrecía.

“me parece increíble” respondió finalmente, sonriendo con complicidad. “Siempre he querido ir a Kyoto y explorar los templos y jardines, pero nunca he tenido la oportunidad. Sería un lugar perfecto para escaparnos, ¿no crees?”

Kazuto asintió, encantado por la elección. “Entonces, Kyoto será” confirmó, tomando la mano de Nijika con firmeza. “Vamos antes de que nos arrepintamos”

Ambos en secreto, con una mezcla de emoción y nerviosismo, se dirigieron a la estación de trenes. El bullicio de la ciudad se desvaneció en el momento en que abordaron el tren bala. Mientras el paisaje de Tokio desaparecía a través de la ventana.

Por primera vez en mucho tiempo, podían ser simplemente ellos mismos, lejos de las expectativas, las responsabilidades y los ojos vigilantes del mundo.

El tren bala avanzaba a gran velocidad, dejando atrás los rascacielos de Tokio y abriendo paso a un paisaje más sereno y natural. Dentro del tren, Kazuto y Nijika se acomodaban en sus asientos junto a la ventana, disfrutando de la vista que pasaba rápidamente. El ambiente entre ellos era de tranquilidad, pero también de emoción. Sin embargo, Nijika no podía evitar sentir una ligera curiosidad sobre lo que había llevado a Kazuto a tomar una decisión tan repentina.

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