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El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, bañando Mónaco en tonos cálidos. George, con esa sonrisa que siempre dejaba a Checo en una mezcla entre incomodidad y fascinación, lo había convencido de acompañarlo a un parque cercano. Era un lugar apartado, con senderos serpenteantes, árboles altos y una brisa que suavizaba la tarde.

-Vamos, Pérez, no seas tan serio -dijo George, dándole un ligero empujón en el brazo. Checo rodó los ojos, pero no pudo evitar que sus labios esbozaran una sonrisa.

-No soy serio, Russell, solo... estoy pensando -respondió Checo, con su habitual tono calmado, aunque en el fondo sabía que con George siempre era difícil mantener esa fachada.

-¿En mí? -pregunto con una sonrisa juguetona el británico.

El mexicano rodo los ojos con fastidio. George soltó una risa ligera y, de repente, atrapó la mano de Checo en un movimiento inesperado. Checo parpadeó sorprendido, mirando la mano de George enlazada con la suya. El toque era cálido, seguro, y de algún modo hizo que su corazón diera un vuelco. Intentó soltar la mano, pero George la sostuvo con firmeza, sin intención de dejarlo ir tan fácilmente.

-¿Ahora también te molesta un simple toque? -bromeó George, con una mirada pícara. Checo solo resopló, fingiendo molestia, aunque una leve sonrisa luchaba por asomarse en sus labios.

Caminaban en silencio por momentos, disfrutando de la tranquilidad del entorno. George, siempre observador, notó cómo Checo se relajaba poco a poco. En uno de los senderos, George vio un carrito de helados y se desvió hacia él.

-No puedes decir que no a esto -dijo George, entregándole a Checo un helado de chocolate.

Checo aceptó, sin evitar reírse ante la insistencia de George. Ambos continuaron caminando, disfrutando de la simplicidad de la tarde, mientras George se lanzaba a una serie de historias de su infancia, intentando hacer reír a Checo. Cada vez que lo lograba, sentía una pequeña victoria. Mientras reían, George se acercó un poco más, aprovechando la risa para dejar un beso rápido en la mejilla de Checo.

Checo se detuvo por un instante, sorprendido, con un rubor que rápidamente subió a su rostro. George solo sonrió con picardía y siguió caminando como si nada.

-No puedes simplemente... -comenzó Checo, pero George lo interrumpió, aun sonriendo.

-Claro que puedo. Y debería hacerlo más seguido, si vas a reaccionar así -replicó George, divertido.

Finalmente, llegaron a un pequeño claro con una vista perfecta hacia el mar. George dejó caer su cuerpo sobre el césped, mirando el cielo.

-¿No es perfecto? -preguntó, mirando de reojo a Checo.

-Supongo que sí -respondió Checo mientras se sentaba a su lado. El sonido de las olas llegaba suavemente desde la distancia.

George se quedó en silencio por un momento, dejando que la tranquilidad del lugar los envolviera. Luego, con un tono un poco más serio, rompió el silencio:

-Sabes, siempre estoy haciendo bromas y tonterías, pero... últimamente me he dado cuenta de que hay más en ti que esa fachada de tipo serio. Quiero conocerte más, Checo. De verdad.

Checo sintió un nudo en el estómago. No estaba acostumbrado a que la gente intentara ir más allá de su máscara, y menos alguien como George, quien solía mantener las cosas ligeras. Se obligó a mantener la mirada fija en el mar, luchando contra la sensación de vulnerabilidad que lo invadía.

-No soy tan interesante como crees, Russell -dijo finalmente, con una sonrisa forzada.

-Eso no lo decides tú, Pérez. -George sonrió de lado y se acercó un poco más, dejando que sus hombros se rozaran. El contacto fue mínimo, pero Checo lo sintió como una chispa recorriéndole la piel.

El silencio se extendió entre ellos mientras el sol descendía lentamente, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas. George no dijo nada más, solo disfrutó del momento, sintiendo que no era necesario hablar cuando todo parecía estar en su lugar.

Checo, por su parte, dejó que el ambiente lo envolviera. No podía negar que había algo en la compañía de George que le hacía bajar la guardia, aunque fuera solo por unos minutos. Se permitió un pequeño suspiro, dejando que la tensión se desvaneciera mientras apoyaba ligeramente su cabeza en el hombro de George.

-Sabes que me gustas, ¿verdad? -susurró George, aunque esta vez su tono no era de broma.

-No lo hagas más incómodo de lo que ya es -respondió Checo con una risa nerviosa, pero no se movió de su posición.

George sonrió, complacido, y se permitió disfrutar del pequeño triunfo. Sabía que, con Checo, las cosas iban paso a paso. Pero momentos como ese eran suficientes para él, al menos por ahora.

Antes de levantarse, George decidió probar su suerte una vez más. Con la mano aún entrelazada con la de Checo, se inclinó hacia él, plantándole un beso suave y rápido en los labios. Checo lo miró con los ojos muy abiertos, pero George solo se encogió de hombros.

-Considera eso una pequeña recompensa por dejarme acercarme tanto hoy -dijo George, dándole un guiño mientras se levantaba.

El sol se perdió en el horizonte, y la noche comenzó a abrazar el parque. Ambos se levantaron para regresar, caminando lado a lado mientras George hacía una última broma.

-Si seguimos teniendo citas tan románticas como esta, la gente va a empezar a hablar, Pérez.

Checo solo sacudió la cabeza, ocultando una sonrisa, mientras se alejaban del parque. La tarde había sido simple, casual, pero también tenía esa chispa que indicaba que algo más estaba comenzando a florecer entre ellos.

Give me a chance | George & ChecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora