Capítulo 5 : Humanidad

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El día había empezado mal e Inuyasha podía saborear su final. En una masacre.

Se había despertado bajo un cielo chorreante de agua, la humedad era altísima y toda la vista desde su terraza era gris mezclada con los colores cálidos del otoño que a lo largo de las grandes avenidas de álamos, hayas y ginkos se transformaban en un desfile de Rojos hirvientes y cálidos tonos ámbar.

Esa habría sido la noche de luna nueva.

E Inuyasha nunca había estado en un lugar más peligroso que ese.

Incluso cuando era niño, perseguido y herido, siempre había mantenido una distancia saludable de los youkai en busca de comida, pero ahora, como un idiota legendario, residía en un palacio comandado por el Daiyoukai, quien más que nadie en el mundo había despreciado su naturaleza humana desde entonces. el día de su nacimiento. Sin mencionar los miles de youkai restantes que lo rodeaban.

Durante todo el día, caminando como un fantasma por los pasillos o bajo la lluvia, no había hecho más que pensar en el lío en el que se había metido: cuatrocientos veintiún años (muchas gracias) de supervivencia y había terminado. encontrándose en una trampa que él mismo eligió para curarse de una prisión peor.

Podría haber escapado, claro, pero en forma humana, ¿cuánto duraría si ese demonio sin rostro lo atacara nuevamente? No había ningún lugar al que huir donde no lo mataran o, peor aún, lo esclavizaran por un enemigo invisible. No había ninguna grieta donde refugiarse, ni una cascada que ocultara su olor humano, ni una cueva lo suficientemente profunda como para ocultar su mortalidad.

Estaba entre dos fuegos y no había escapatoria.

-¿Coss'hai?-

Bajó la cabeza cuando Tōga agarró suavemente uno de sus mechones blancos, llamando su atención. La boca del cachorro aún estaba sucia por el mochi de ciruela y aunque estaba afectando seriamente la limpieza de la bata de fuego, Inuyasha físicamente no podía quitarse esa cosita con los dedos pegajosos de encima.

- Yasha triste.-

- Es la lluvia.- respondió - ​​Me pone de mal humor.-

- Tōga cariño, no ensucies al tío Inuyasha y límpiate la cara.- dijo O'Rin, sentándose al otro extremo de la mesa, impecable como la joven princesa que era. Un contraste sorprendente con su aspecto desaliñado. Afortunadamente, el pequeño, aunque refunfuñando, siguió las órdenes de su hermana mayor para volver a ponerse cómodo sentado en el regazo del semidemonio, lugar que se le había vuelto agradable desde hacía un tiempo.

- Sin embargo, tío tiene razón, ¿algo te molesta? - preguntó O'Rin, apenas levantando la vista de su taza de té. Era solo una de las muchas reuniones a las que su sobrina solía invitarlo antes de cenar en su habitación personal donde todo gritaba omega y donde cada detalle exudaba riqueza y esnobismo youkai. Y allí estaba, a un par de horas de la luna nueva. Un ser humano en el matadero.

Sacudió la cabeza, tomó su té verde y le dio la vuelta en sus manos.

- ¿Quizás te molesta el tratamiento? -

-¿Por qué lo preguntas?-

- Tienes un extraño latido rápido hoy.- respondió la chica - ¿Naoki lo sabe?-

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