Chapter 38: La Cena Rossa

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La mente era en verdad el mayor de los enemigos.

El más letal de los oponentes.

Incluso esa alucinación de Kagome despedía el mismo olor que su cuñada había usado durante toda su juventud antes de convertirse en madre. Qué engaño del cerebro ver a una mujer muerta desde hacía más de doscientos años en la flor de su crecimiento allí frente a él. Como un verdugo. Como un espejo.

La forma en que movía su cabello negro sobre su hombro izquierdo, la posición sentada erguida y serena inculcada en años de entrenamiento como sacerdotisa.

El golpeteo de sus uñas redondas contra cada superficie cercana, un tic que siempre lo había vuelto loco.

Incluso la sonrisa. Una vez abierto, amable, jovial.

Ahora, mientras se lo dirigía a Sesshomaru, le pareció escuchar la fricción de las garras contra la roca.

Su cabeza lo estaba matando.

Fue como ser apuñalado en la base del cuello y en la espalda, en una agonía dolorosa e incesante.

- Vamos, ¿no pensaste que sería fácil? -

Con los dedos apretando su túnica ardiente, Sesshomaru levantó sus ojos dorados hacia su difunta cuñada.

Kagome continuó sonriendo, tierna como una cuchilla en la piel.

- Al fin y al cabo, este siempre ha sido tu problema, ¿no? - preguntó la chica en voz alta, mirando a su alrededor - La facilidad con la que vas por la vida. Dios, a veces tenía tanta envidia.-

- Nunca nada ha sido fácil.-

- No recientemente.- Se rió Kagome, balanceando sus piernas expuestas - ¿Pero antes? Vamos, Sesshomaru. Aquí solo estamos tú y yo... y ella, pero ella no cuenta. Piénsalo, un poco de bondad podría haberte ahorrado años de locura y una esposa resentida y asesina, pero no fuiste capaz de reunir ni una pizca de la empatía, la paciencia y la cortesía que siempre le brindaste a Rin. Ahora que lo pienso, Tsukiko es igual que Inuyasha.-

Le enseñó los dientes y le lanzó un gruñido de advertencia.

Lo que la hizo reír más.

- Y si las cosas no salían como querías, la muerte era el desenlace más probable, ¿no? Una esposa ahogada, un hermano perpetuamente torturado porque papá no te dejó la espada adecuada y ahora aquí estás, navegando en sudor y esperma como un vulgar perro callejero.-

Bajó de la roca y comenzó a deambular alrededor de ella.

Si no hubiera sido una alucinación de una criatura humana, podría haber adivinado que era un sueño inducido por una mariposa youkai, porque sus movimientos comenzaban a parecerle borrosos.

- Ese mal carácter tuyo, Sesshomaru. Recuerdo cuando pasaste tu brazo por encima de Inuyasha. Estuve allí cuando usaste el borrador de su madre para encontrar la perla negra y robar Tessaiga, que era todo lo que podía conservar para sobrevivir. A veces pensaba que ni siquiera le habías arrancado su túnica de fuego sólo porque no te quedaba bien.-

- Siempre has hablado demasiado.- jadeó, intentando levantarse para separarse de esa visión. Falló estrepitosamente, terminando de rodillas con el haori de Inuyasha en su regazo - Hablaste sin saber cosas.-

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