parte 2

7 1 2
                                    

Inuyasha salió del bosque maldiciendo tanto como pudo, no es que hubiera dejado de hacerlo desde el momento en que Sesshomaru le había recordado que era una noche de luna nueva y ahora, con la cálida luz aún acariciando la tarde, se encontró arrastrando el El último cadáver del jabalí que había cazado para sus abuelos en medio del bosque transformado en humano, con los dientes castañeteando por el frío.

Fantástico.

Aún mejor cuando, un poco más tarde, caminó penosamente bajo Goshinboku sudando y maldiciendo su naturaleza para ver un enorme demonio inu transformado en su forma bestial plana prácticamente dentro del Refugio.

Los gritos llegaron como de muerte, seguidos por la llegada de Kirara.

Cuando llegó a casa estaba completamente oscuro, se había caído boca abajo en la nieve unas diez veces y no solo lo esperaba el rostro enojado, pedante y obstinado de su hermano, sino también Yamato, quien todavía estaba aferrado a Tōga y evidentemente había sido la víctima de un intento de exorcismo por parte de Nana quedó cubierta de pies a cabeza con sal sagrada y papiros evocadores de protección que no habían resuelto, evidentemente, una maldición bendita.

Si hubiera llegado alguien más de la familia, a Nana realmente le habría dado un infarto.

Había demasiados, incluido el medio demonio que entró a la casa después de ser arponeado por el mokomoko de Sesshomaru.

Tenían que irse a primera hora de la mañana o Hachiro, el señor de esas grandes pollas, comenzaría un verdadero alboroto.

- No lo escuché pidiendo permiso para entrar.- Exclamó Inuyasha, cuando Yamato se dignó mirar a su alrededor.

- ¡Tío! ¿Estás bien?-

Inuyasha respondió con una mirada, mucho menos suave que la ya más amenazante que le dio su padre por haber salido del Palacio sin permiso.

- Asustaste a todos hasta la muerte.- lo regañó, antes de colocar sus ojos láser en Ran - Y ni siquiera deberías estar de pie.-

- ¡O en esta casa! - Ladró Nana desde la cocina, asomando apenas la cabeza junto con las jovencísimas miko, Mao y Kaori - ¡Estamos llenos de youkai aquí, es un escándalo! ¡Es indecente! Nuestra reputación...-

Ran mostró los dientes, riéndose - Vamos abuela, ¿qué reputación? ¡Todos te tienen miedo!-

La abuela Mao, más tímida pero más cortés, se atrevió a salir de su pequeño reino mientras Nana le gritaba al escorpión como una poseída - ¿Es este otro nieto tuyo, Inuyasha? ¿Podemos ofrecerle algo?

Antes de que Yamato mostrara la cortesía que la propia O'Rin les había inculcado a él y a su gemelo, Sesshomaru respondió por el beta desde la puerta.

- Mi hijo puede ofrecer sus disculpas por su comportamiento cuestionable. Entrar en el reino humano de esta manera es aceptable para las masas, no para un príncipe de Occidente.

- Dijo el que entró aquí sin siquiera llamar.-

Sesshomaru ignoró a su hermano menor, envolviendo su figura congelada en mokomoko mientras Yamato, debidamente reprendido, se inclinaba medio cuerpo, presentándose con un título y agradeciendo, efusivamente, a quienes habían cuidado de su hermano pequeño. Afortunadamente para él, Ran también, de una manera mucho más alegre, se disculpó por haber entrado al Refugio sin permiso, explicando que habían estado viajando a lo largo y ancho en dirección opuesta cuando escucharon el llamado de Tōga.

IkigaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora