Una mañana animada

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Chessi y Kendo estaban de pie en la sala, habiendo terminado su breve descanso. Chessi se giró hacia su madre, quien estaba terminando de lavar algunos platos en la cocina.

Chessi: Mamá, iremos a mi habitación a practicar —anunció Chessi con una sonrisa, tratando de sonar lo más natural posible.

La madre de Chessi levantó la vista y la miró con una ceja arqueada y una sonrisa burlona.

Aurora: Confío en ti, Chessi, pero espero no ser abuela tan pronto —respondió su madre, lanzando una risita juguetona.

Chessi se puso roja como un tomate, sus ojos se abrieron de par en par mientras sus manos temblaban de la vergüenza. Kendo, que había escuchado todo, también se sonrojó y se quedó en silencio, claramente incómodo por el comentario.

Chessi: ¡MAMÁAAAA! —gritó Chessi, llevándose las manos a la cabeza, su voz cargada de vergüenza y frustración, como si eso pudiera borrar lo que su madre acababa de decir.

La madre de Chessi simplemente se río entre dientes, divertida por la reacción de su hija.

Chessi, aún con las mejillas encendidas, tomó rápidamente a Kendo del brazo y lo arrastró hacia su habitación, murmurando una serie de disculpas.

Ya en su habitación, Chessi cerró la puerta de golpe, apoyándose contra ella para recuperar la compostura. Kendo miró alrededor, notando lo acogedora y ordenada que era la habitación de Chessi. Había una cama cubierta con una colcha suave y mullida, un escritorio lleno de libros y cuadernos, y un par de guitarras apoyadas en una esquina.

Chessi: Lo siento por eso... —dijo Chessi con una risa nerviosa, evitando mirar a Kendo directamente.

Kendo: No te preocupes, estoy acostumbrado a cosas así —respondió Kendo, tratando de aliviar la tensión. Pero ambos seguían sonrojados.

Chessi suspiró y caminó hacia su cama, sentándose en el borde y dándole unas palmaditas al espacio a su lado, invitando a Kendo a unirse a ella.

Chessi: Bueno, volvamos a practicar. Esta vez, quiero que te concentres en las notas altas —dijo Chessi, retomando su tono más serio, aunque aún quedaba un rastro de vergüenza en su voz.

Kendo asintió, sentándose a su lado. Tomaron las guitarras y comenzaron a trabajar en las melodías, Chessi guiando a Kendo en los puntos donde debía ajustar su tono.

El tiempo pasó volando mientras ambos se sumergían en la música. Las horas se desvanecieron sin que ninguno de los dos se diera cuenta, atrapados en la concentración de mejorar. Sin embargo, el cansancio comenzó a hacer mella en ellos.

Sin darse cuenta, Chessi se fue inclinando hacia Kendo, y él también se recostó ligeramente hacia ella. La música que habían estado tocando se detuvo, reemplazada por un suave y rítmico silencio. Ambos terminaron acostados sobre la cama, y sin ser conscientes de ello, Chessi rodeó a Kendo con sus brazos, abrazándolo instintivamente mientras ambos caían en un sueño profundo.

El cuarto se llenó de una calma pacífica, el único sonido era el de sus respiraciones sincronizadas. Chessi, aún dormida, se aferró a Kendo con más fuerza, como si temiera que se alejara.

Aurora estaba en la cocina preparando algo ligero cuando pensó en su hija y Kendo. Se preguntó si estarían cansados o hambrientos después de tanto tiempo practicando. Con una sonrisa maternal, decidió subir a la habitación de Chessi para ofrecerles algo de comer.

Subió las escaleras con pasos suaves, llevando consigo una bandeja con algunas galletas y vasos de leche. Al llegar a la puerta de la habitación, Aurora la abrió despacio para no interrumpirlos si seguían concentrados en su práctica.

¿Un delincuente puede cambiar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora