2. "Diversión responsable"

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Leigh, Lysandro y Rosalya acababan de bajar de la plataforma donde se tomaban las fotografías, luego de un par de tomas serias, nada fuera del común. Las individuales, una de Leigh y Rosalya, y otra de los hermanos, todas con poses aburridas que no daban de qué hablar.

Era el turno de Castiel y Nathaniel. Pasadas las individuales, Castiel se hizo junto a Nathaniel para la foto de acompañante que le correspondía al rubio, tomándolo de gancho. A la señal del fotógrafo, ambos pusieron medias sonrisas. Para la segunda fotografía, unos brazos serpentearon desde atrás del ojimiel hasta rodearlo. El pelirrojo reposó su barbilla en el hombro del otro chico y Nathaniel se sujetó al par de brazos que lo sostenían. A la segunda señal del fotógrafo, Castiel hizo una mueca con la lengua afuera, mostrando la perforación en la punta de ésta, y una sonrisa más abierta que le hacía fruncir sus ojos amarillentos se dibujó en el rostro de Nathaniel.

El rubio estuvo a punto de zafarse para bajarse de la plataforma, pero el fuerte agarre del chico detrás suyo se lo impidió.

― Ya pasaron las dos fotos que nos correspondían ―dijo Nathaniel sin voltearse, tratando de soltarse.

― Oiga, señor fotógrafo ―exclamó Castiel y el aludido levantó el rostro de la computadora―. Pagaré otra, si no es molestia. ―El hombre de pasados los cuarenta asintió y recuperó su posición detrás del trípode, alzando su mano para hacer el conteo.

Nathaniel no tuvo tiempo de decir nada cuando Castiel lo tomó de la barbilla y lo giró hacia él hasta que sus labios se unieron. Impulsivamente, el rubio había cerrado los ojos y le había correspondido, con una de sus manos entrelazada a la que Castiel no estaba utilizando para sostenerle la mandíbula. Se empezaron a escuchar silbidos y aullidos, de esos que hacen cuando se ve algo cursi o comprometedor, pero ellos no se separaron hasta que sintieron la luz del flash, que era lo suficientemente fuerte como para atravesarles los párpados cerrados. Para cuando habían abierto los ojos, todos los observaban con sonrisas en el rostro.

Hace tiempo que su relación había dejado de ser un secreto para un pequeño círculo de amigos. No supieron cuándo, no supieron cómo, pero alguien había esparcido el rumor de que había algo entre esos dos. Pasó una temporada en que la gente murmuraba cada que los veían pasar, y ambos fingiendo que sólo habían recuperado su vieja amistad.

Un día, dejaron de ser conversaciones en susurros y miradas furtivas para hacerse un verdadero confrontamiento. En un cambio de clase en el que todos los estudiantes se encontraban en el pasillo principal, yendo por sus libros, Peggy los abordó, acorralándolos con un montón de preguntas y su micrófono en alto. Todos los demás los habían rodeado, esperando las respuestas como buenos chismosos que eran en esa escuela. Cuando, finalmente, la pecosa cerró la boca, Castiel se preparó para lanzarle un par de buenas reprimendas cargadas de insultos sobre no entrometerse en la vida de la gente.

No iba a confirmar ni a negar nada. Ya había hablado con Nathaniel sobre si estaba seguro de hacer pública su relación o no, y éste aún parecía dudoso. No lo iba a presionar, tampoco iba a tomar una decisión por los dos, incluso si deseaba más que a nada dejar de esconderse, de contenerse de abrazar a su novio si algún desconocido los estaba observando, y no poder gritar a los cuatro vientos que ese chico lindo era todo suyo.

Grande había sido su sorpresa cuando, allí, frente a todos los estudiantes, Nathaniel lo tomó por el cuello y lo besó con ferocidad. Al principio, Castiel no se movió del estado shock, mas no pasaron ni dos segundos hasta que le correspondió, apretándolo por la cintura. Por ese entonces, todos también habían lanzado silbidos al ver el impúdico beso de lengua, y estos cesaron cuando Nathaniel se separó, pasándose una mano por los labios hinchados antes de girarse nuevamente hacia la chica del periódico que estaba con los ojos y la boca bien abiertos. "Espero que eso haya aclarado todas tus dudas y no vuelvas a entrometerte", le había escupido Nathaniel antes de arrojarle la grabadora al suelo, tomar la mano de su novio y marcharse.

Adiós al Instituto [Corazón de Melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora