3. Botella gay

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Nathaniel y Castiel volvieron a entrar al salón, mas no encontraron a sus amigos donde los habían dejado; de hecho, en la pista sólo se veía el grupo de Ámber y sus amigas ―sí, de alguna forma habían conseguido graduarse con el mínimo promedio requerido y un montón de clases extra en verano― bailando torpemente lo que sea que estaba sonando a través de los parlantes en plan "No por nada compré éste vestido, tendré que lucirme de alguna forma", mientras todos los demás estudiantes permanecían sentados con caras de que podrían colgarse con los manteles bordados, si tan sólo alcanzaran el techo.

Examinaron las mesas ocupadas, hasta que por fin divisaron el patrón de colores de cabello castaño, azul, blanco y negro que buscaban. Cuando iban avanzando hacia el grupo que se encontraba de espaldas a ellos, notaron ―por segunda vez en la noche― un par de ojos sobre ellos; y si las miradas mataran, Castiel y Nathaniel ya estarían a tres metros bajo tierra.

Castiel giró sin preocuparse por disimular, encontrándose con una Sucrette enfurruñada que los observaba con la peor de sus caras mientras hablaba mal de ellos con las amiguitas que se consiguió a mitad de año. No es que tuviese oído super sónico para alcanzar a escuchar la conversación, pero por sus gestos despectivos y las ocasionales miradas de alguna de las tres arpías con las que estaba, había que padecer de una grave miopía o ser muy tonto para no darse cuenta.

Soltó una risita ponzoñosa y le restó importancia a lo que sea que estuvieran hablando antes de seguir su camino.

― Ya llegó por quien lloraban ―exclamó Castiel antes de sentarse pesadamente en el largo sofá, junto a Armin que lo miró de mala gana―. ¿Qué tal, friki? ¿Todavía virgen? ―se burló, despeinándole por completo.

― ¿Más que tu culo? Sí.

― Por favor, nunca me verás abajo, a menos de que me estén montando, claro está.

― De hecho... ―empezó Nathaniel.

― Cállate, rubia.

Los chicos vocearon ruidosamente y los gemelos chocaron los cinco con Nathaniel. Castiel tenía una cara de que podría voltear el infierno en ese momento, aunque nadie le prestó atención.

― Pero aún tengo mis dudas ―dijo Lysandro.

― Veremos si le podemos sacar algo a Castiel, que no sea el pene de Nath en su trasero, claro está ―dijo Alexy, ironizando las dos últimas palabras que Castiel había utilizado antes. Una vez más, despertaron las risas a costa de que el color de la furia en el rostro de Castiel se podría confundir con el de su cabello.

― ¿Qué propones? ―preguntó Leigh con una curiosidad que pocas veces se le veía.

― Jugaremos a la botella ―dijo Alexy, tomando una de las botellas de jugo y recostándola sobre la mesita frente a ellos.

― Oh, vamos, eso es tan cliché de película estadounidense ―alegó Castiel.

― Eso no es del todo cierto ―contradijo Lysandro―. Si de verdad estuviésemos siguiendo el estereotipo de Hollywood, harían falta varios puntos claves: Primero, no estamos ebrios y locos; segundo, esto es un círculo de sólo chicos, porque Rosalya y Violeta se fueron a saludar a las otras; tercero, si entendí bien lo que quiere decir Alexy, él propone jugar al llamado Verdad o reto.

Los gemelos aplaudieron a forma de focas ante el argumento de Lysandro.

― Además ―agregó Nathaniel, a pesar de la fulminante mirada de su novio―, no jugaremos el 15 minutos en el paraíso, Pico botella o...

― ¡Ya, entendí! ―exclamó Castiel con fastidio, cortando al rubio―. ¿Pueden dejar sus discursos de nerds? Gira esa mierda, Alexy.

El peliazul le sopló un beso al pelirrojo antes de girar la botella de arcoiris que antes tenía jugo de frutas. La botella se detuvo señalando hacia Nathaniel.

Adiós al Instituto [Corazón de Melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora