𝙷𝙴𝙽𝚁𝚈 𝙿𝙴𝙻𝙴𝚃𝙸𝙴𝚁 𝙸

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Inspirado también en un bot mío de Henry. "Freckles". Disponible en c ai¡!

TW: oc!fem, besos, muchos besos. Actitudes tiernas, menciones a la puerta y demás.

Palabras: 812.

Eras la pareja de Henry

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Eras la pareja de Henry.

Desde que habías llegado a Hilltop a quedarte algunos días habías llamado la atención un chico... Un tal "Henry Peletier". Nada más ni nada menos que el "hijo adoptivo" de Carol.

Al principio el tenía miedo de hablarte. Era demasiado tímido y apenas te veía se volvía completamente rojo. Sus orejas parecían que iban a explotar de los rojas que se ponían y, gracias a sus pecas, su carita parecía una frutilla. De lejos podías ver eso y te causaba risa, sabías que era tímido, y aprovechaste eso y lo usabas a tu favor.

Cuando veías que él se alejaba de ti y te miraba desde lejos en la herrería lo saludabas y el se ponía peor... Se tapaba la cara con una mano y te saludaba con la otra.

Poco a poco empezó a acercarse a ti y a hablarte.  Tartamudeaba y tropezaba con sus palabras, haciendo poco coherentes sus frases.

Pasado un tiempo de haber llegado de una expedición y casi morir en el intento, tuvo las agallas para declararse.

Fue algo tierno. Estaba con su uniforme y con el pelo algo mojado por la lluvia. Estaba enfrente de ti, agachando su cabeza un poco para poder estar a tu altura. Su pecho subía y bajaba algo rápido y después... Simplemente te tomó la mejilla delicadamente y te besó.

Fue literalmente un beso de ensueños. Los dos empapados bajo la lluvia besandose tiernamente.

En toda la relación él siempre fue atento, cariñoso, divertido, mimoso y mimado, consentido, atento, cuidadoso, detallista, te hacía reír y era demasiado caballeroso. Era el novio ideal en medio del apocalipsis.

Él te solía enseñar como entrenaba aikido, y, además, te solía mostrar las técnicas que iba a emplear y como iba a matar a los caminantes u hombres si se acercaran demasiado a ti.

Él te solía enseñar como entrenaba aikido, y, además, te solía mostrar las técnicas que iba a emplear y como iba a matar a los caminantes u hombres si se acercaran demasiado a ti

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En una de esas tardes oscuras en las que Henry venía de una de sus expediciones se había ido contigo para que puedas curar sus heridas y, luego de ello, él se fuera a bañar. Cuándo terminó de bañarse te miró con una sonrisita; su torso estaba desnudo, el agua chorreaba por sus pequeñas marcas en el abdomen debido a sus entrenamientos, la única ropa que llevaba era esa toalla atada a su cintura que cubría su entrepierna, y tomó algo de ropa, para volver al baño y cambiarse dentro.
Al salir por segunda vez, aún tenía el pelo empapado. Fue a tu lado y se acostó contigo, te rodeó con un brazo y tomó el libro que tenía en la mesita de luz.

Según sus propias palabras prefería que su pelo se seque naturalmente, porque si él o vos usaba la toalla para secarle el pelo luego le quedaría como si fuera la melena de un león... Y él no quería eso. Adoraba su pelo lacio y de vez en cuando te lo presumía.

Henry leía un poco en voz alta para que sepas de que trata su lectura... Pasó un tiempo y el rubio comenzó a escuchar unos susurros de tu parte... Unos... Números. "Uno... dos... tres... cuatro..."

Giró su cabeza en dirección a ti. Sus ojos azules inspeccionaron todas tus facciones y una sonrisa se formó en su rostro.

—¿Qué cuentas, amor? —preguntó el mayor soltando una carcajada leve.

—Tus pecas, ahora cállate. Tendré que comenzar de nuevo —se quejó la chica, soltando un suspiro y volviendo a contar.

Cada tanto ella o murmuraba el número en el que iba o simplemente tocaba su mejilla con la punta de su uña. El chico solamente reía por las cosquillas que le generaban aquellos pequeños piquetes en su mejilla derecha.

Los labios de la chica formaron una sonrisa cuando llegó a un número en específico. "Cien."

—Ya... Cien... —dijo ella— ¿Qué recibo a cambio?

El rubio se rió y ladeó su cabeza.

—¿Qué recibes a cambio? Mmh.. dejame pensar... —respondió él rascándose el menton mientras su mano libre dejaba el libro al lado— mmhh... —musitó y de pronto su otro brazo rodeó tu cintura y te colocó en su regazo, inclinó un poco su cabeza hacia ti y comenzó a llenarte la cara de besos.

Comenzó por darte besos en tus mejillas, luego pasó por tu nariz, tu frente, tu mandíbula, mentón, sien y por ultimo tus labios. Dejó múltiples besos allí. Sus flecos aún húmedos chocaban contra tu cara. Pequeñas gotas caían por todo tu rostro, el cual quedaba húmedo tanto por sus besos como por el agua de su cabello en ti. Te daba igual... Total eso provenía de tu novio.

—¿Contenta? —inquirió él.

—¡Más! Me merezco más —ordenó ella.

Sin ningún pretexto, el chico se encogió de hombros y volvió a besar toda su cara.

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