La agonía de no saber si sentías lo mismo que yo. Noches en vela, atrapado en pensamientos sobre si te gustaba tanto como tú me gustabas a mí. Ese miedo constante de no ser suficiente, de no ser la persona con la que querías compartir tu vida. Eran demasiadas dudas, demasiados pensamientos oscuros.
Pero nunca me rendí. No dejé que esos pensamientos me vencieran ni me hicieran alejarme de ti. Al contrario, me hicieron estar más cerca, más atento. Puede que me haya vuelto un poco insistente, quizás demasiado meloso o incluso molesto. Pero, para mí, era necesario, era mi forma de asegurarme de que estábamos bien, de que todo iba por buen camino.
Y así seguíamos, avanzando en línea recta, con una perfección meticulosa… hasta que llegó ese día.
El día en que me rompiste por completo.