Kiss

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Fue un día bonito, de esos que parecen sacados de un sueño. Recuerdo la sensación mientras iba de regreso a casa, como si todo estuviera envuelto en una neblina de felicidad. Puedo cerrar los ojos y revivirlo, como si estuviera atrapado en ese momento una y otra vez. Ojalá pudiera soñar siempre con ese instante: fue mágico, increíble, casi irreal.

Todo comenzó de manera simple, un día cualquiera que se transformó en algo especial. Fuimos a una convención, rodeados de gente, ruido, y luces brillantes. Pero nada de eso importaba. Lo único que realmente existía para mí eras tú. Cada abrazo que te daba aumentaba la tensión, como si cada contacto fuera una promesa no dicha, un anhelo compartido. Sentía mi corazón latir más rápido, una mezcla de nerviosismo y anticipación. Yo sabía que tú también lo sentías, esas ganas incontenibles de acercarnos más, de romper esa barrera invisible entre nosotros.

Y en uno de esos abrazos, me miraste a los ojos, con una intensidad que lo decía todo. Era como si en esa mirada estuviera contenido todo el universo, un millón de palabras que no hacían falta pronunciar. Sin pensarlo dos veces, te acercaste y me besaste.

Ese beso lo cambió todo. En ese instante, el tiempo se detuvo. Las personas alrededor desaparecieron, el ruido se desvaneció, y solo quedamos tú y yo, suspendidos en una burbuja en la cual el tiempo no avanzaba. Fue un beso que me desarmó, me dejó vulnerable, perdido en un mar de emociones que nunca antes había sentido. Fue como si en ese beso hubiera encontrado un pedazo de mí que no sabía que faltaba.

Ese día fue perfecto en su imperfección, un caos de emociones que se sintió como el lugar más seguro del mundo. Lo más hermoso de todo fue que ese beso no fue solo un beso. Fue el inicio de algo mucho más grande.

Ese día nos acercamos más hacia lo que somos hoy.

Novios.

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