Todo empezó como un día cualquiera, uno de esos días que parecen no tener nada especial. El 4 de enero no prometía ser diferente; parecía otro día rutinario en el calendario. Pero lo que no sabía es que ese día conocería a la persona que se convertiría en el centro de mi mundo.
Lo que sucedió después fue inesperado, pero al mismo tiempo, sentí como si estuviera escrito en las estrellas. A veces pienso que fue el destino, jugando a su antojo moviendo hilos, y finalmente nos hizo encontrarnos después de tanto tiempo de ignorarnos mutuamente.
Era como si el universo hubiera decidido que ya era hora de que nuestros caminos se cruzaran. Tú fuiste la primera persona en la que me fijé, y desde el momento en que te vi, mi mundo cambió. Nadie más tenía la misma luz que tú, y con el tiempo, me di cuenta de que eso era amor.
Recuerdo cómo mi corazón latía con fuerza al enviar ese primer mensaje. El miedo al rechazo era paralizante; temía no recibir respuesta y perder para siempre la oportunidad de hablar contigo.
Pero esta historia no existiría si ese mensaje no hubiera llegado a mi.
