Nuevas emociones

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Dos meses habían pasado desde que las cuatro amigas se conocieron, y la rutina universitaria se había vuelto parte de sus vidas. A pesar de lo ocupadas que estaban con los estudios, siempre encontraban tiempo para reunirse en la cafetería o en los jardines de la facultad, donde compartían sus experiencias y se apoyaban mutuamente. Jossi, por su parte, había estrechado su relación con la profesora Elizabeth. Comenzó a quedarse después de clase para discutir temas adicionales o pedirle consejo sobre sus trabajos. Elizabeth, aunque siempre profesional, no pudo evitar notar el entusiasmo de Jossi y su dedicación a la materia. A medida que las conversaciones se volvían más personales, Jossi sentía cómo la admiración que sentía por Elizabeth se transformaba en algo más profundo, algo que no sabía si debía o podía expresar.
Una tarde, después de una clase particularmente intensa, Elizabeth se acercó a Jossi mientras guardaba sus cosas.

-Jossi, ¿te gustaría acompañarme a una conferencia este fin de semana? Creo que podría interesarte, y sería una buena oportunidad para ampliar tus perspectivas sobre algunos temas que hemos discutido.- Jossi, sorprendida y halagada, aceptó sin pensarlo dos veces.

La idea de pasar tiempo con Elizabeth fuera del aula le emocionaba y aterraba al mismo tiempo. Sabía que debía mantener las cosas profesionales, pero el simple hecho de estar cerca de Elizabeth la llenaba de una emoción que no podía ignorar.

Mientras tanto, Mariel había estado asistiendo al grupo de estudio con el profesor Arturo. Cada sesión se convertía en un espacio donde podía demostrar sus habilidades, y Arturo no dejaba de elogiar su talento. Con el tiempo, las bromas y la cercanía entre ellos se hicieron más evidentes.

En una de las reuniones del grupo, mientras los demás discutían acaloradamente un tema, Arturo se inclinó hacia Mariel y le susurró: -Siempre disfruto nuestras charlas. Tienes una manera de ver las cosas que me hace pensar diferente.- El comentario hizo que Mariel se sonrojara, pero también la hizo sentir especial.

Era evidente que había una conexión más allá de lo académico, pero la línea entre profesor y alumna era algo que Mariel no estaba segura de cómo manejar.

Nani, por otro lado, había empezado a notar algo diferente en su relación con el profesor Serna. Aunque al principio su humor ácido le había parecido intimidante, con el tiempo había comenzado a disfrutar de las conversaciones profundas y las reflexiones que compartían. Serna siempre la trataba como a una igual, retándola a pensar de manera crítica y a cuestionar todo. Un día, después de una clase particularmente filosófica, Nani decidió quedarse un poco más para hablar con él.

-Profesor, siempre me ha intrigado cómo logra mantener una mente tan abierta a su edad. Parece que nada lo sorprende -comentó Nani, con una mezcla de admiración y curiosidad.

Serna soltó una pequeña risa, y con su cabello desordenado y su traje blanco, se inclinó ligeramente hacia ella.
-La clave es nunca dejar de cuestionar, Nani. La sabiduría no viene solo con los años, sino con la disposición a aprender de todo y de todos.

Las palabras resonaron en Nani, y mientras salía del aula, no pudo evitar pensar en cómo aquel hombre, sesenta años mayor que ella, había logrado abrir su mente de una manera que nunca imaginó.

Valentina, en cambio, había desarrollado una especie de admiración silenciosa por el profesor Antonio. El bibliotecólogo, siempre tan serio y preciso, había captado su atención desde el primer día. A pesar de su actitud reservada, Antonio tenía una manera especial de hacer que Valentina se sintiera cómoda, especialmente cuando le pedía recomendaciones de lectura o consejo para sus trabajos.

Una tarde, Valentina decidió quedarse más tiempo en la biblioteca para avanzar en un proyecto. Mientras buscaba un libro específico, Antonio se acercó para ayudarla.
-¿Necesitas algo en particular? -preguntó con su tono calmado, observándola con interés.

Valentina, que ya estaba un poco nerviosa por la cercanía, le explicó lo que buscaba. Antonio no solo le encontró el libro, sino que se tomó el tiempo de sentarse con ella y explicarle algunos detalles importantes que podrían ayudarla.
-Tienes un buen instinto para la investigación, Valentina. No muchos estudiantes lo desarrollan tan pronto. Sigue así -le dijo, con una pequeña sonrisa que hizo que Valentina sintiera una calidez inusual.

El reconocimiento de Antonio la llenó de una mezcla de orgullo y algo más que no terminaba de entender. Mientras el semestre avanzaba, la relación con Antonio se volvía más cercana, pero siempre mantenida en el plano académico... al menos por ahora.

Entre conversaciones y confidencias, las amigas comenzaron a notar los cambios en sus dinámicas. Jossi hablaba cada vez más de Elizabeth, Mariel no podía evitar mencionar a Arturo en cada conversación, Nani y Valentina también se estaban abriendo sobre sus propias conexiones. Aunque aún no había confesiones explícitas, la tensión y las emociones en juego eran claras para todas. Sin embargo, ninguna se atrevía a profundizar demasiado, al menos no todavía.

Felices las cuatro (Versión Filo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora